*Norberto Soto Sánchez. Psicólogo y maestro
en Educación por la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Doctorante en la UPN Unidad Ajusco.
Interesado en temas de violencia política en educación superior.
Recientemente la expresión “Asalto al Cielo” ha tomado cierta notoriedad, derivado de que la Secretaría de Educación Pública ha decidido nombrar de esa forma a su nueva revista educativa, y la expresión también es mencionada en varias ocasiones en el Libro sin recetas número 6 para el maestro y la maestra. No está demás mencionar que esa misma oración da el nombre a esta columna.
Empero, como lo he dicho en otra ocasión ( El Asalto al Cielo de la Secretaría de Educación Pública: más cerca de Fukuyama que de Marx), el uso oficialista de la frase se da en, al menos, dos sentidos: primero, por su significado histórico, como un elemento simbólico de legitimación y, segundo, para intentar pasivizar a diferentes sectores de la población desde donde pudieran emerger y/o avanzar en su crecimiento organizaciones de oposición por izquierda al gobierno de la 4T.
Eso nos lleva a preguntarnos: ¿Cuál es el origen de esa expresión?, ¿Cuál es su connotación histórica?
La morada de los dioses
En la frase Asalto al Cielo se hace alusión a lo celeste entendido como la morada de los seres divinos, donde estos existen colmados de privilegios y bienestar, de los cuales excluyen a los demás seres. El origen de la expresión nos remonta hasta la mitología griega y los relatos míticos de las titanomaquias, las gigantomaquias y las furias. Esos relatos hablan de las batallas que los titanes, los gigantes y algunos moradores del inframundo libraron en contra de los dioses olímpicos.
En algunos de ellos, como es el caso del titán Prometeo, la narrativa es clara en cuanto a la actitud caprichosa y tiránica de los dioses: Prometeo, amigo de la humanidad, roba el fuego y algunas artes a los moradores del Olimpo para compartirlos con lxs humanxs y que estxs puedan gozar de las bondades que su uso brinda.
Zeus percibe esto como una ofensa, y junto a los demás dioses conspira para castigar a la humanidad con distintos males; en el caso del titán, lo someten a un martirio ejemplar aprovechándose de su inmortalidad: Hefesto, Bía y Cratos encadenan a Prometeo a una roca para que el águila Aetos devore su hígado y lo haga sufrir eternamente.
En Abya Yala ─América─ algunos pueblos tienen mitos de algo así como su propio “titán” que robó el fuego para la humanidad en un contexto de brutal desigualdad de fuerzas: se trata del relato del Tlacuache, quien con su inteligencia y su colita le quita la lumbre a unos monstruosos gigantes que privaban a las personas de tan deseada herramienta, y termina compartiendo con la humanidad los bienes que de ella emanan.
Deseo de emancipación frente a la tiranía
Algunos mitos reflejan los anhelos de justicia y liberación de la humanidad. El psicoanálisis nos enseña que cuentan, a su manera, una verdad: la del deseo. En estos casos, del deseo de emancipación frente a la tiranía. Las bellas lecciones que estos mitos nos dejan es que, si bien existe un riesgo enorme en retar a los opresores, la victoria de lxs oprimidxs es posible a través de la astucia y la organización.
Retomando esta expresión que surge del imaginario helénico, Marx compartió algunas reflexiones con su amigo, el médico socialista alemán Ludwig Kugelmann, en una carta fechada el 12 de abril de 1871, a unas semanas de ser sangrientamente reprimida la Comuna de París, en la que le decía: “De cualquier manera, la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja sociedad, constituye la proeza más heroica de nuestro partido desde la época de la insurrección de junio. Que se compare a estos parisienses, prestos a asaltar el cielo, con los siervos del cielo del sacro Imperio romano germánico-prusiano, con sus mascaradas antediluvianas, que huelen a cuartel, a iglesia, a junkers y, sobre todo, a filisteísmo”.
La cualidad filistea hace referencia al desprecio por la supuesta vulgaridad, inferioridad, insensibilidad y hosquedad que los dominadores atribuyen despectivamente a lxs dominadxs. De la misma forma en que Zeus percibía a todo ser ajeno al olimpo.
La burguesía defiende su morada celestial de clase
Tomar el Cielo por Asalto plantea una realidad brutal pero innegable: la burguesía ─que sería la equivalencia de los dioses olímpicos─, clase que se apodera de la inmensa riqueza que producen las mayorías explotadas en el capitalismo y que vive rodeada de lujos y privilegios en un olimpo terrenal, no cederá de buena gana a estas últimas los beneficios de los que goza gracias a dicha acumulación.
Al igual que las volubles y crueles deidades griegas, la burguesía, a través de sus cuerpos represivos ─ejército, corporaciones policiacas y grupos paramilitares─, buscará castigar a trabajadores, campesinos pobres, pueblos indígenas y quienes se alíen a estos en la lucha que den por asaltar su morada celestial de clase.
En ese sentido, es necesario que los sectores populares y, particularmente el proletariado, desarrollen los recursos organizativos, las tácticas y las estrategias para poder arrebatarle a la burguesía el bienestar que les niega a través de la coerción y de un sinfín de recursos ideológicos aplicados para crear consenso, resignación y desmovilización de las masas en el momento en que quieran tomar en sus manos las riendas de sus propios destinos. Para las masas oprimidas tomar el cielo por asalto es, en última instancia, tomar en sus propias manos las riendas de su destino.
La organización de la clase trabajadora
Esto pasa porque los trabajadores tomen el poder, es decir, las instituciones que conforman al Estado y las transformen. A su vez, para que estxs conserven el poder es necesaria la dictadura del proletariado. Esos objetivos necesitan de la creación de órganos de autoorganización, así como un partido y un ejército de la clase trabajadora.
La necesidad de un Estado Obrero es formulada a partir de las lecciones que dejó la derrota de la experiencia de la Comuna de París ─primer gobierno obrero de la historia pero que no llega a conformar la dictadura del proletariado─ llevada a cabo de marzo a mayo de 1871, la cual fue aplastada por los cuerpos represivos de las burguesías prusianas y francesas, principalmente por las Fuerzas Armadas de la Tercera República de Francia.
Marx retoma el deseo emancipador y, en su carta, le da a la frase la connotación anticapitalista que hasta el día de hoy tiene, pese al intento de personajes como los funcionarios de la SEP de quitarle ese carácter.
Es así como, distanciándonos de cualquier oficialismo, desde una posición anticapitalista y socialista, en esta columna se realizan denuncias contra la tiranía y la opresión, así como reflexiones para la emancipación. Por eso su nombre “Asalto al Cielo”.