Cuando el mundo aguarda la elección de un nuevo Papa, todas las miradas se dirigen hacia un recinto único: la Capilla Sixtina.
Este espacio no solo es un tesoro artístico de la humanidad, sino también el epicentro espiritual y litúrgico del momento más decisivo de la Iglesia Católica: el Cónclave.
¿Por qué se celebra el Cónclave en la Capilla Sixtina?
El Cónclave, que reúne a los cardenales electores para escoger al nuevo Papa, se celebra en la Capilla Sixtina por razones históricas, simbólicas y prácticas.
Fue el papa Gregorio XV quien codificó por primera vez el proceso del Cónclave en 1621, pero fue el papa Sixto IV, en cuyo honor la capilla lleva su nombre, quien mandó construirla entre 1473 y 1481, y su función se consolidó con el tiempo como sede del cónclave debido a su seguridad y a su carácter sagrado.
La tradición de realizar el Cónclave en este recinto comenzó formalmente en el año 1492, con la elección del papa Alejandro VI.
Desde entonces, ha sido el lugar designado por excelencia para este rito crucial.
Orígenes del nombre y dimensiones de la Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina debe su nombre a Sixto IV della Rovere, quien ordenó su construcción como una capilla palatina dentro del Palacio Apostólico.
Sus proporciones están inspiradas en el Templo de Salomón descrito en el Antiguo Testamento: 40.9 metros de largo por 13.4 metros de ancho y 20.7 metros de alto.
Su arquitectura sobria contrasta con el impresionante esplendor de sus frescos interiores.
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El esplendor de Miguel Ángel: frescos y restauración
El elemento más conocido de la Capilla Sixtina es sin duda el techo pintado por Miguel Ángel Buonarroti entre 1508 y 1512, por encargo del papa Julio II.
La bóveda presenta escenas del Génesis, incluyendo la célebre “Creación de Adán”.
Años más tarde, entre 1536 y 1541, Miguel Ángel regresó para pintar el “Juicio Final” en la pared del altar bajo el pontificado de Paulo III.
Ambos conjuntos fueron objeto de una profunda restauración entre 1980 y 1994, gracias a un acuerdo entre el Vaticano y una televisión japonesa, que permitió revelar colores, volúmenes y detalles que habían permanecido ocultos durante siglos por el humo de velas y la acumulación de suciedad.
El pavimento y la bomba que casi destruyó la Capilla
El piso de la Capilla Sixtina es un refinado ejemplo de opus sectile —mosaico de mármoles de colores—, que data del siglo XV, conservado en su estado original.
Sorprendentemente, la Capilla sobrevivió a una bomba lanzada por los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
El artefacto cayó cerca del Vaticano en 1943, causando daños a edificios aledaños, pero no afectó el recinto sagrado, lo que muchos interpretaron como un signo providencial.
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Preparación y seguridad durante el Cónclave
La preparación del recinto para el Cónclave es meticulosa y reservada. El Servicio de Ceremonias Litúrgicas del Sumo Pontífice, bajo la supervisión del Maestro de Ceremonias Papales, es el responsable de adaptar la Capilla para el proceso electoral.
Se instalan mesas, urnas, mobiliario litúrgico y, sobre todo, se coloca la famosa estufa de la chimenea, conectada al techo, por donde saldrá la señal de humo: negro si no hay Papa; blanco, si ya ha sido elegido.
En cuanto a la seguridad, el acceso queda estrictamente restringido.
Oficiales de la Guardia Suiza Pontificia y miembros de la Gendarmería Vaticana custodian los accesos.
Además, se utilizan sistemas de bloqueo de señales electrónicas para evitar cualquier intento de espionaje o filtración.
El juramento de secreto impuesto a todos los participantes y colaboradores es absoluto.
Desde el Renacimiento hasta nuestros días, la Capilla Sixtina es testigo en silencio del paso de siglos, de genios artísticos y de decisiones que han cambiado la historia.
Hoy, una vez más, se prepara para recibir el soplo del Espíritu Santo y, con ello, al nuevo Pastor de la Iglesia Católica.