Con “42”, su más reciente sencillo, Bibi Lucille convierte el colapso emocional en una experiencia musical tan filosófica como conmovedora. La canción, con tintes bluseros y una lírica introspectiva, parte del humor absurdo de La Guía del autoestopista galáctico para plantear una reflexión sobre la fragilidad de la existencia, la pérdida y la extraña paz que puede surgir cuando todo se desmorona.
“42” es, según Lucille, “un cálido abrazo desde el abismo”, un guiño a esa calma retorcida que aparece cuando se deja de resistir. Para la cantante, abrazar el caos puede ser, paradójicamente, esclarecedor.
Así como Arthur Dent, protagonista de la novela de Douglas Adams, inicia su verdadera aventura solo después de perderlo todo, su casa, su planeta, su rutina, también nosotros, dice, “comenzamos a vivir cuando tocamos fondo y dejamos de pretender que todo está bajo control”.
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Entre el absurdo y la belleza de estar perdidos
El título del tema, “42”, alude directamente a la famosa respuesta que da la supercomputadora pensante en la novela de Adams: el número que resuelve “la pregunta fundamental sobre la vida, el universo y todo lo demás”.
Un número, explica Lucille a AMEXI, que fue elegido por el autor precisamente porque no significaba nada. Esa falta de sentido, lejos de ser frustrante, resulta liberadora. “Douglas Adams fue brillante al recordarnos que la vida no tiene que tener un significado profundo. A veces el universo responde con algo incómodo y ligeramente cómico, y eso es perfecto”, reflexiona.
Este espíritu de absurdo melancólico atraviesa toda la canción. Lucille construye un tema que no pretende dar respuestas ni ofrecer consuelo tradicional, sino simplemente acompañar en la desorientación.
“Hay un verso que dice: ‘Deja que el mundo se cobre su peaje, y pierde todo lo que posees’. Creo que resume el dolor extraño que muchos sentimos ahora, viendo cómo se desmoronan sistemas, gritando a vacíos que no responden. ‘42’ se asienta ahí. No intenta arreglar nada. Solo dice: lo entiendo, y canta contigo”, comparte la artista.
Una carta para quienes lloran en el transporte público
Más que un homenaje literario, “42” es también una carta de amor para todas las almas que se sienten desconectadas, que flotan en medio de una vida que no entienden del todo, pero que aun así siguen adelante. Lucille dedica este tema a quienes han llorado en el transporte público, a quienes enfrentan la desilusión diaria con un poco de humor involuntario.
“Hay tanta fuerza en eso, y creo que no hablamos de ello lo suficiente”, señala. “La vida es surrealista, desordenada, y a veces, hilarante cuando la ves desde cierta distancia. Al menos hagamos que suene bien”.
En términos sonoros, el sencillo remite a referentes como Amy Winehouse, Florence + the Machine o Regina Spektor, con quienes Bibi comparte el gusto por las emociones complejas, los arreglos teatrales y una estética que mezcla lo íntimo con lo épico.
“Amy tenía esa forma mágica de alinear el dolor con el humor lúgubre. Florence siempre ha escrito canciones que parecen cuentos de hadas gritados desde el pecho. Y Regina encuentra poesía en lo raro.
Eso es justo lo que quisimos explorar”, explica, destacando también el trabajo de su productor Andrew O’Halloran, quien la ayudó a dar forma a este pop “un poco extraño, un poco triste y un poco filosófico”.
“42” no ofrece certezas. Es más bien una compañía honesta para el desconcierto. En su aparente simpleza, se esconde una profunda sensibilidad por lo humano: la fragilidad, el absurdo, y la belleza de estar perdidos pero seguir cantando.
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