El 3 y 11 de agosto son fechas memorables para Raúl González Rodríguez, para el atletismo y el deporte mexicano, para el atletismo mundial y el olimpismo, porque en los Juegos Olímpicos Los Ángeles 1984 ganó las medallas de plata y oro, en los 20 y 50 kilómetros de caminata, lo cual se veía, entonces, imposible fisiológicamente de competir, ya ni se diga de ganar.
Pero Raúl González Rodríguez rompió esquemas y más porque el 10 de febrero de 1981 fue dado de baja definitivamente del equipo mexicano, por “débil síquicamente, neurasténico, no obedece planes tácticos y sin futuro”, así que fue abandonado, quedó solitario, y en medio de esa soledad formó un reducido equipo de trabajo, desarrolló lo que aprendió en los entrenamientos, se preparó, triunfó por el mundo hasta la inmortalidad en los Juegos Olímpicos Los Ángeles 1984.
A 41 años de su hazaña, Raúl González Rodríguez vive aquellos momentos como si fueran de hoy, porque ese torrente de emociones persiste y el próximo lunes 11 de este mes va a llorar en una explosión de alegría como sucedió en la línea de meta del mítico Memorial Coliseum de Los Ángeles.
“Cuando recuerdo ese momento con mucha emoción también repito las mismas lágrimas. Seguramente el día 11 de agosto, cuando vuelva a ver el video, voy a sentir lo mismo, me voy a emocionar y se me van a salir las lágrimas”, compartió a amexi.com.mx.
En entrevista sobre la pista del Centro Deportivo Olímpico Mexicano (CDOM), donde practicó y practicó como atleta y ahora está ahí como entrenador, revivió hechos previos y aquellos días, competencias y momentos tan llenos de proeza, siendo el primer tema, la prueba de los 20 kilómetros de caminata, donde México hizo el 1-2, con Ernesto Canto, ya fallecido, y Raúl González.
Los 20 kilómetros y Ernesto Canto
“Yo pensaba ganar. Cuidaba que hiciéramos el 1-2, pero yo pensaba ganarle dentro del estadio. Honestamente esa era mi meta. Pero dije ‘vamos a esperar. No hay necesidad de presionar en este momento para buscar una descalificación y de alguna manera quedarme yo solo como opción para ganar la medalla de oro como opción mexicana. No, los dos tenemos opción, pero yo le voy a ganar’. Y claro, pensando en México’.
Y no me arrepiento. Por supuesto, me siento contento, pero no satisfecho, porque mi objetivo era ganar las dos medallas de oro y tenía para eso, pero al final me falló un poquito la táctica, pero sí pensando en que México hiciera el 1-2.
Luego compartió dónde se equivocó: “Entramos juntos al túnel (del estadio) de 60 metros, ahí se me adelantó 18 metros al entrar a la pista. Eso nunca lo preví, nunca me lo imaginé, y lo único que le pude quitar fueron 10 metros y al final él (Ernesto Canto) terminó ganándome con 8 metros de diferencia”.
Ese 3 de agosto era para que celebrara después de estar en el podio, pero el nacido en China, Nuevo León no lo hizo, porque no se sentía ni satisfecho ni feliz, porque sí era la medalla de plata, pero no era lo que quería, porque quería la de oro, había trabajado por la de oro y en su mente no había otra cosa que la de oro, así que la tarde la ocupó para hacer un recorrido de 10 kilómetros, para lo que se llama “aflojamiento”, para recuperarse lo más pronto posible y después entrenar toda la semana.
“Era lo planeado. Tenía que pensar en los 50 (kilómetros) y de lo que pasó no quería saber nada, solo quería ver hacia adelante, hacia los 50”, compartió.
A llorar por la gloria
Y llegó el 11 de agosto de aquel 1984 y la narración es de un Raúl González quien se lleva sus manos al rostro, donde sus lágrimas se confunden con sus gotas de sudor y su rostro perlado entre lágrimas y sudor y lloró por haberse impuesto a todas las adversidades, por ganar la medalla de plata en 20 kilómetros de caminata y ocho días después la de 50 kilómetros, la distancia más larga en el atletismo olímpico.
Su victoria rompió los dichos por entrenadores, médicos y más especialistas de lo imposible que era participar en ambas pruebas en los Juegos Olímpicos y ya ni se diga tener opción a ganar medalla, pero el rompió todos los esquemas y las palabras y mitos se fueron a la basura.
“Es un desbordamiento de todas las emociones, contenidas algunas, pero es inolvidable, es un día que para mí no ha pasado, no ha pasado en el tiempo, lo sigo teniendo presente, presente como si fuera hoy mismo y es imposible (olvidar) porque me cambio la vida, cambió para siempre mi persona, mi mundo, mi futuro, entonces, fue un parteaguas en mi vida.
Obviamente que lo viví a plenitud con una emoción que todavía la tengo, fue un día inolvidable y creo que también para México y creo que significó mucho para nuevas generaciones. Para mí significó todo, repito, me cambió la vida, me enseñó también que todo pasa y que tampoco hay que perder el piso.
Cuando recuerdo ese momento con mucha emoción también repito las mismas lágrimas.
Seguramente el día 11 de agosto, cuando vuelva a ver el video, voy a sentir lo mismo, me voy a emocionar y se me van a salir las lágrimas”, compartió.
La cúspide de una escalera de triunfos
Fue la cúspide, lo máximo, de todo que previamente había hecho al derrotar a todos, a todos, con medalla de oro en los tres últimos Campeonatos Mundiales y mejorado cuatro veces el récord mundial, tanto en pista como en ruta, de 3:56 a 3:41 horas, lo que se traduce a una mejoría de 16 minutos.
Además, fueron tres años sin perder una prueba, en sus giras a Europa les ganó a todos y llevaba 8 años siendo el número uno del ranking mundial de su prueba.
Todo ese historial agiganta sus medallas, por más que algunos las quieran demeritar. “Obviamente que el resultado, como el de Los Ángeles, opaca cualquier otro resultado”, consideró Raúl González.
“Ahora me siento feliz, contento, disfruto mucho la vida que he hecho dentro del deporte. La disfruto, me siento contento conmigo mismo, en paz conmigo mismo, y eso me permite dar mucho de lo que pueda dar y trato de hacerlo en el deporte, que es mi mundo y no me entendería fuera del deporte y menos a esta edad”, compartió a amexi.com.mx quien tiene 73 años.
