Cartas de un migrante
Desde Van Nuys, California
Por Fernando Morán
Desde Van Nuys
E l peregrinar, cuando alguien busca refugio, siempre encuentra un hogar que brinda protección y, a la par, se convierte en santuario. Hace 40 años, la Ciudad de México fue la posada de cientos de refugiados salvadoreños, quienes nos dejaron grandes enseñanzas y con quienes establecimos lazos de amistad.
Entre septiembre y octubre de 1980, el grupo Yolocamba i ta grabó en México la Misa Popular Salvadoreña. Entre los músicos participantes en esa grabación estuvo la Banda Tepehuani. Ambos grupos, cuando los escuché por primera vez, previo a la grabación, me dejaron la impresión de ser parte de un coro de iglesia.
Tenía como antecedente haber escuchado la Misa Criolla, de Ariel Ramírez (1964); la Misa Campesina Nicaragüense, de Carlos Mejía Godoy (1975); la Cantata de los Derechos Humanos (1978), de Esteban Gumucio Vives y Alejandro Guarello, con la interpretación del grupo Ortiga, así como otros cantos litúrgicos que forman parte del acervo latinoamericano. De esto escribí hace más de una década un texto titulado La cruz de la nueva canción.
La nueva canción mexicana. Blogspot
El pasado domingo 10 de agosto pude estar presente en la celebración de la Fiesta del Divino Salvador del Mundo, que se llevó a cabo en St. Mark’s Episcopal Church, ubicada en Van Nuys, California, en el Corazón del Valle. Ahí escuché, además, parte de los cantos de la Misa Popular Salvadoreña interpretados por un grupo de jóvenes y adultos, quienes contaron con la participación de los músicos Franklin Quezada y Jesús Rivas, integrantes de los emblemáticos grupos Yolocamba i ta y Cutumay Camones.
En esta celebración, además de la invitación al banquete de la mesa de la igualdad, amistad y comunidad, se dio participación de la Plegaria Eucarística: Misa del Emigrante, en donde se menciona:
“… nosotros caímos en el pecado y te dimos la espalda. Nos apropiamos de lo que es tuyo y le pusimos un cilicio de alambradas; nos volvimos unos contra otros e hicimos del paraíso que nos encomendaste un infierno de dolor y miseria.
“Millones de tus hijos se vieron obligados a buscar esperanza en tierra extraña… Pero tú no abandonaste… nos enviaste a tu propio Hijo que emigró de los cielos a la tierra y el que estaba en comunión contigo se hizo solidario con nosotros…
“… Tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, emigrante de los cielos y modelo de emigrantes… transitó los caminos polvorientos para anunciar tu Palabra, para proclamar el perdón y la amnistía, para anunciar a los pobres la noticia de su liberación…”

La Misa Popular Salvadoreña nació como parte del trabajo pastoral de las comunidades de base de San Salvador, en los años 1978 a 1980. Fue encomendada por Monseñor Arnulfo Romero y realizada con la asesoría teológica del Plácido Erdozain. Así como en esos tiempos la Iglesia tuvo que tomar partido por un pueblo fiel que sufría del hambre y la represión, en estos días también varias iglesias están acompañando a los migrantes, quienes están siendo atacados y perseguidos.
Al concluir la misa se realizó un convivio, en el que compartimos el pan, acompañados de cantos y danzas. Como suele ocurrir cuando acudo a Los Ángeles, California, me reencuentro con salvadoreños. Muchos de ellos vivieron en México por un tiempo, en el tránsito a su libertad. Al igual que ellos y miles de latinoamericanos y de otras partes del mundo, hoy nos une el ser migrantes víctimas del racismo y del odio. Nuestra unión nos ayudará a afrontar la adversidad.
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