El ingreso en los hogares en México creció de manera significativa entre 2016 y 2024, impulsado principalmente por el fortalecimiento del mercado laboral y no por las transferencias sociales, afirmó Luis Monroy Gómez Franco, investigador asociado del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).
El también profesor de la Universidad de Massachusetts, destaca que alrededor del 80% del aumento en los ingresos familiares en ese periodo tuvo como origen el trabajo.
Añadió que lo anterior refuerza la importancia de las políticas salariales, laborales y sindicales implementadas en los últimos años.
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Políticas laborales, clave en la mejora salarial
Monroy Gómez Franco señala tres transformaciones estructurales que marcaron la diferencia en el bolsillo de los trabajadores:
- Incremento del salario mínimo:
La política de recuperación del poder adquisitivo del salario mínimo rompió con décadas de estancamiento.
Estos aumentos beneficiaron directamente a quienes percibían el mínimo, pero también funcionaron como referencia para renegociaciones en otros niveles salariales, tanto en el sector formal como en el informal.
- Reforma en la subcontratación:
La eliminación del esquema de outsourcing permitió la formalización de miles de trabajadores en el sector servicios, especialmente en actividades personales, lo que mejoró sus ingresos y acceso a prestaciones.
- Cambios sindicales y regulatorios derivados del T-MEC:
La presión de Estados Unidos para fortalecer la democracia sindical y las reformas laborales internas otorgaron mayor poder de negociación a los trabajadores, elevando el salario no sólo en los rangos más bajos, sino en toda la estructura salarial.
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¿Qué dice el experto de los programas sociales?
El investigador asociado del CEEY también habla de las Transferencias sociales, de los cuales dice que son universalizados con efectos limitados.
“Si bien los programas sociales crecieron en magnitud, su diseño actual modificó la distribución de los apoyos”, añadió.
Explica que la universalización de becas y pensiones redujo la focalización en los hogares más pobres, lo que se tradujo en que las familias en condiciones de mayor vulnerabilidad recibieran menos recursos que en años anteriores.
“Entre 2018 y 2024, el 10% de los hogares con menores ingresos registró un aumento acumulado de 20% en transferencias, cifra que, aunque positiva, resultó insuficiente para compensar la pérdida de apoyos dirigidos exclusivamente a este sector”, precisa el experto.
Pobreza intergeneracional, un desafío pendiente
El especialista recordó que, aunque se redujo ligeramente la transmisión de la pobreza de una generación a otra —de ocho a siete de cada diez personas nacidas en hogares pobres—, el problema persiste como uno de los grandes retos estructurales del país.
La razón principal es que la movilidad social depende, en gran medida, de la inserción laboral.
“Aquellos que permanecen excluidos del mercado de trabajo o se mantienen en condiciones de informalidad no pueden beneficiarse del incremento en los ingresos laborales”.
Añade que, en estos casos, se requiere una política social más focalizada y efectiva.
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Retos hacia el futuro
De cara a los próximos años, el académico destacó que la continuidad de esta tendencia positiva en los ingresos dependerá de la capacidad de crecimiento económico.
“El ingreso laboral es el principal motor para reducir la pobreza, pero depende de que la economía crezca. Si no hay dinamismo macroeconómico, será difícil mantener incrementos de la magnitud que observamos en los últimos años”, explicó.
En este sentido, advierte que, si no hay cambios en el diseño de las transferencias sociales, éstas difícilmente podrán compensar la ausencia de crecimiento laboral.