Nada como un baño caliente para relajarse, para dormir bien, incluso como acto de purificación y curación física y espiritual, como lo son los temazcales o las aguas termales.
Para unos, bañarse con agua tibia es sinónimo de bienestar, pero hacerlo con agua muy caliente, aunque signifique placer infinito para otros, podría desencadenar procesos fisiológicos en el organismo, que dependen de la duración y la frecuencia de la ducha “para pelar pollos”.
El efecto terapéutico del agua caliente
El Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana de la UNAM describe un baño caliente como un vasodilatador natural que favorece la circulación sanguínea y estimula la transpiración, que a nivel muscular y nervioso reduce la rigidez, relaja el estrés y alivia ciertas molestias inflamatorias.
“Un baño caliente bien administrado puede ayudar a personas con dolor articular o rigidez muscular, siempre que se inicie con agua templada y se aumente la temperatura gradualmente”, explica Ariel Vilchis Reyes, del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la máxima casa de estudios, según publica GacetaUNAM.

De acuerdo con el especialista, este incremento debe ser moderado y no superar las temperaturas recomendadas, que son entre 37.5 y 43 grados Celsius en el uso cotidiano, y hasta 48 grados únicamente en baños terapéuticos bajo supervisión clínica.
Advierte que, en condiciones controladas, el agua caliente puede mejorar la movilidad en casos de lesiones leves, pero no usarse para acelerar la cicatrización de heridas, dado que un exceso de calor puede tener efectos contraproducentes.
Los efectos en la piel
La piel, el órgano más extenso del cuerpo, se protege gracias a una fina capa de lípidos y a un manto ácido que ayudan a retener la humedad y a impedir el paso de patógenos.
Al usar el agua muy caliente se erosionan estas defensas en cuestión de minutos y el resultado es resequedad, irritación y, en personas con dermatitis atópica o eczema, un agravamiento de los síntomas.
“Cuando la temperatura es muy elevada, los aceites naturales que protegen la epidermis y el cuero cabelludo se pierden muy rápido, dejando la superficie reseca, irritada y vulnerable”, alertan los especialistas universitarios.
Pero el cabello también sufre
Una situación similar ocurre con el cuero cabelludo, pues el agua caliente elimina el sebo que lo protege y humecta, y sin esa capa, se vuelve seco, quebradizo y propenso a la caída.
En casos de caspa, el calor excesivo puede alterar aún más el equilibrio natural del cuero cabelludo.
Hay otros riesgos, menos visibles
Aunque la sensación de un baño caliente puede ser reconfortante, los especialistas de la UNAM advierten sobre algunos efectos que no siempre se perciben de inmediato como quemaduras térmicas, especialmente en niños y adultos mayores.

Asimismo, se pueden presentar mareos o hipotensión, por la vasodilatación excesiva, y fatiga y deshidratación, a consecuencia de la pérdida de líquidos durante la sudoración.
En el caso de los baños de temazcal o vapor, recomendable suspender la sesión si aparecen signos de mareo o debilidad, y abrigar el cuerpo al salir para evitar cambios bruscos de temperatura.
¿Cada cuánto hay que bañarse?
Para Vilchis Reyes, para tomar un baño deben considerarse tres factores: el clima, la condición biológica y la actividad física.
En climas fríos, recomienda bañarse dos o tres veces por semana; en climas cálidos o en personas que sudan mucho, hasta dos baños al día podrían ser necesarios, pero en todos los casos, destaca la importancia de que sean breves, de no más de 10 minutos, y con agua tibia.
Además, sugiere usar jabones suaves sin perfumes ni detergentes agresivos, hidratar la piel con crema o ungüento al salir del baño, y ajustar la frecuencia del baño según clima, actividad física y estado de salud.
Entre el placer y la prudencia
En la cultura del bienestar, el agua caliente tiene un lugar legítimo, desde los baños de vapor prehispánicos hasta las regaderas modernas, pero su eficacia depende de la moderación.
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