México es una economía pequeña y abierta, por lo que su política monetaria mantiene una relación estrecha con el régimen cambiario, por lo que el tipo de cambio es, posiblemente, «el canal más importante que tenemos”, afirmó el subgobernador del Banco de México (Banxico), José Gabriel Cuadra García.
Tras destacar la relevancia de este mecanismo en la conducción de la política monetaria en la conferencia magistral “La política monetaria del Banco de México”, en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, Cuadra ofreció un recuento histórico de los regímenes monetarios y cambiarios en el país desde 1925 hasta 2025.
En su exposición -realizada en el marco del Coloquio “Banco de México. A cien años de su fundación. Su historia y sus retos”-, recordó que México inició con el patrón oro, para después transitar por esquemas de tipo de cambio predeterminado, fijo, controlado y de deslizamiento cambiario, hasta llegar a las bandas cambiarias y finalmente al régimen de flotación adoptado en los años 90, vigente hasta la actualidad.
La conferencia fue presentada y moderada por María Eugenia Romero Sotelo, académica de la Facultad de Economía y coorganizadora del encuentro, Cuadra explicó que los cambios de un régimen a otro estuvieron asociados a crisis financieras y contracciones económicas que obligaron a las autoridades a modificar la estrategia monetaria.
“Como marco conceptual tendríamos que hablar del trilema monetario, en donde se argumenta que un país no puede tener al mismo tiempo un tipo de cambio fijo, libre movilidad de capitales y una política monetaria independiente”, señaló.
Flexibilidad cambiaria como amortiguador
El subgobernador destacó que la flexibilidad cambiaria tiene como principal virtud amortiguar los choques externos que afectan a la economía, permitiendo al banco central concentrarse en el control de la inflación y en las condiciones internas del país.
“Un régimen de tipo de cambio flexible permite —en teoría— que ante choques externos se ajuste el tipo de cambio, modificando los precios relativos entre bienes domésticos y externos, lo que ayuda a enfrentar las consecuencias sobre la economía”, explicó.
Como ejemplo, recordó la secuencia de choques adversos registrados entre 2014 y 2016, cuando los precios internacionales del petróleo cayeron drásticamente y la producción del hidrocarburo en México descendió.
“Ello implicó que la balanza petrolera, que había mantenido superávit, pasara a registrar déficit”, puntualizó Cuadra García.
La experiencia histórica demuestra la importancia de mantener un régimen cambiario flexible y una política monetaria autónoma, pilares esenciales para preservar la estabilidad macroeconómica en una economía abierta como la mexicana, concluyó.
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