El reloj marcaba casi las nueve de la noche cuando las luces se atenuaron en el Teatro Metropolitan. Era víspera del Día de Muertos, y la atmósfera se llenó de una energía especial. En el escenario, Benny Ibarra se presentó por primera vez en este recinto como solista, acompañado solo por su banda y una conexión profunda con el público que casi llenó el teatro —apenas unos cuantos asientos vacíos se alcanzaban a ver minutos antes del inicio.
En su primer acercamiento con el público, el cantante, emocionado, dijo: “Llegó el momento y esta noche por fin. Jamás había tenido la oportunidad de abrir un Metropolitan para nosotros solos. Es momento de reconectar con canciones que han sido la banda sonora de nuestras vidas”.
RENACER
Así dio inicio la travesía musical con “Nacer una vez más”, tema que marcó el tono de la noche: introspectiva, luminosa y emocional. A partir de ahí, el viaje continuó con “Luna”, una interpretación suave y etérea que arrancó los primeros aplausos largos.
Luego, “Cúbreme de ti” encendió las voces del público, que coreó de pie, recordando amores pasados y melodías de juventud.
Con “Siente el fuego”, Benny se movió con libertad por el escenario, demostrando que el paso del tiempo no ha mermado su energía ni su conexión. Y cuando llegó “Somos amor”, que logró unir generaciones bajo una sola voz.
RECONCILIACIÓN
La segunda parte del concierto tuvo un tono más íntimo:“Hay canciones que nos llevan a diferentes viajes”, dijo Benny antes de interpretar “Cada mañana”, escrita por Memo Méndez Guiú, quien se encontraba entre el público y a quien ofreció un agradecimiento especial.
Le siguieron “Uno” y “Más de ti”, ambas con arreglos nuevos que dieron frescura a sus clásicos. En “Cada paso”la conexión con su público ya estaba firmada.
El momento más simbólico llegó con “Calaveras”, canción que originalmente interpreta junto a Lila Downs y que cobró un significado especial esa noche por la cercanía con el Día de Muertos. La mezcla de percusiones y voces hizo vibrar el Metropolitan, que se llenó de colores y emociones.
El segmento cerró con “Perder/Fuego/Perder”, en donde Benny fusionó vulnerabilidad y fuerza en una sola interpretación, dejando al público en silencio y luego en aplausos.
UNA NOCHE DE INTROSPECCIÓN
Solo con su guitarra, Benny tomó un respiro para ofrecer “Om”, pieza de introspección y calma que marcó un punto de conexión espiritual entre él y su audiencia.
“No todas las canciones son fáciles de cantar —confesó—, pero todas tienen algo que decir”, añadió antes de continuar.
DESPRENDIMIENTO
El tono cambió hacia el desahogo con “Tonto corazón” y “Vives en mí”, ambas recibidas con ovaciones. En “Sutil dolor”, los acordes se mezclaron con la nostalgia, y el público acompañó con sus palmas.
Más adelante, “Sin ti”, uno de los más esperados lleno de romanticismo y nostalgia el lugar, para seguir con “Vuela” y “Mía” que cerraron este bloque con fuerza, que dejaron claro que Benny no solo interpreta canciones, sino capítulos de vida.
ENTRE EL PÚBLICO, UNA HERENCIA MUSICAL
En uno de los intermedios, entre aplausos y gritos de cariño, se pudo ver en las butacas a su padre, Benny Ibarra, figura emblemáticas del rock and roll mexicano, y a su hermano Alejandro Ibarra, quienes asistieron junto a sus familias para acompañarlo en este momento tan significativo.
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ESPERANZA
Con el ambiente más luminoso, Benny presentó el bloque final con “Llueve luz”, seguida de “Si puedo volverte a ver”, dos temas que invitaron a creer en los reencuentros y la posibilidad de sanar.
Luego interpretó “Cielo Slow” y “Cielo 2002” (versión más rítmica), que puso a bailar a todos los presentes y que provocó en algunas parejas miradas de amor, besos y dedicatorias.
HASTA PRONTO
Para cerrar, Benny dejó un mensaje de gratitud. “Gracias por venir, por seguir escuchando, por seguir soñando conmigo”, dijo antes de entonar “Estoy” y “Inspiración”, canciones que funcionaron como despedida y promesa.
El público, de pie, respondió con aplausos largos y gritos de “¡Benny, Benny!”, emocionado por haber presenciado un concierto que fue más que música: fue un reencuentro con el alma.
Así, entre luces cálidas y abrazos, Benny Ibarra renació en el Metropolitan, confirmando que solo con su voz y su banda puede conquistar corazones, y que su legado sigue tan vivo como el fuego que encendió esa noche.







