En un inusual ejercicio de autocrítica y frente a una de las crisis humanitarias más profundas del país, la Arquidiócesis Primada de México ofreció disculpas públicas a las madres buscadoras por su falta de acompañamiento en el tema de desapariciones, y llamó a reconstruir el tejido social desde la escucha, la cercanía y la unidad.
En un encuentro con familias buscadoras, al que asistieron colectivos de distintas entidades, y en nombre del cardenal Carlos Aguiar Retes, monseñor Francisco Javier Acero reconoció que, durante años, sectores de la Iglesia se mantuvieron ajenos a la realidad de los desaparecidos.
“Hubo una época en donde como Iglesia estábamos mirando a otro lado”, se admitió.
El representante del arzobispo destacó que el miedo y el desconocimiento influyeron en la falta de atención y sensibilidad: “Si no las hemos recibido adecuadamente, si no hemos orado como nos pedían, perdónennos”.
La Iglesia afirmó que la desaparición de personas es una herida que debe ser nombrada, acompañada y visibilizada de manera constante, por lo que se pidió a los asistentes mantener un espacio de escucha sin prejuicios, entendiendo que el dolor compartido exige un compromiso colectivo.

La globalización de la indiferencia se volvió “globalización de la impotencia”
Durante el mensaje de cierre, la Iglesia profundizó en el impacto emocional y social que viven las familias que llevan años buscando a sus desaparecidos. Se señaló que cada día inicia y termina con el recuerdo de quienes no han vuelto, y que muchas veces los padres y madres han recorrido instituciones sin obtener respuesta alguna.
Monseñor Francisco Javier Acero retomó palabras del papa Francisco y del papa León XIV para advertir que la indiferencia social se ha transformado en “impotencia” ante la violencia. Además, se denunció la normalización de asesinatos, tiroteos y agresiones que ya no conmueven a la población.

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Una crítica al discurso político y al abandono institucional
La Iglesia subrayó que su responsabilidad moral no está sujeta a partidos ni gobiernos. “No somos oposición; somos Iglesia de Cristo”, afirmó, recalcando que su deber es defender la dignidad humana y hablar con claridad sobre la realidad de México.
Acero pidió a las autoridades federales, estatales y municipales abrir las puertas a las familias y dejar de despreciarlas mediante la negativa a recibirlas o escucharlas.
“Con gestos de cercanía podemos generar amistad social”, se insistió, invitando también al sector empresarial, obrero y religioso a abandonar posturas rígidas y priorizar la empatía.
Uno de los mensajes más fuertes del encuentro fue un llamado a detener la retórica agresiva que domina la vida pública. “La guerra comienza cuando pronunciamos palabras de desprecio y odio”, advirtió la Iglesia, al pedir moderación y responsabilidad en el lenguaje, especialmente desde posiciones de poder.

Víctimas… y también victimarios
El documento leído ante las familias buscadoras hizo una reflexión poco frecuente en discursos institucionales: los victimarios —y sus familias— también padecen formas de daño.
Sin justificar la violencia, la Iglesia pidió reconocer que detrás de quienes delinquen suele haber historias de abandono, reclutamiento y miedo que también deben ser atendidas.

Una tregua nacional de violencia para el 12 de diciembre
En uno de los puntos más llamativos, se reiteró el llamado a detener los homicidios al menos por un día: el 12 de diciembre, fecha dedicada a la Virgen de Guadalupe. La propuesta, hecha por primera vez el año pasado, busca que el país viva una jornada sin asesinatos como gesto simbólico hacia la reconciliación.

“Hagamos de este encuentro una Revolución para la Paz”
El encuentro coincidió con el aniversario de la Revolución Mexicana, lo que la Iglesia aprovechó para pedir una “revolución” distinta: una revolución pacífica y social, centrada en la dignidad humana y el fin de la violencia.
Se instó a los asistentes a no perder la esperanza, señalando que las familias buscadoras son “una de las reservas morales del país”. Su labor —salir con palas y picos a buscar restos humanos en fosas clandestinas— fue reconocida como un acto de amor, dignidad y resistencia.
“Hoy les pedimos caminar unidos. Hay un dolor que nos une, y por ese dolor debemos caminar juntos”, afirmó Acero ante las familias.
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