Por Irving Torres
El arbitraje mexicano ha cambiado de rostro y de significado. Y en medio de ese cambio está Katia Itzel García, una árbitra que no pidió permiso para abrir camino, que no esperó aplausos y que convirtió cada designación en un acto de resistencia.
Desde la Ciudad de México escribió y escribe una historia que incomoda a muchos… pero que era y es necesaria.
Llega al profesionalismo
Antes de vestir el uniforme arbitral en la élite, Katia Itzel García se formó en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM y, más adelante, estudió Derecho a distancia.
Su trayectoria con el silbato comenzó en 2015 en canchas amateurs; en 2016 ya estaba en el profesionalismo.
Tres años después, en 2019, obtuvo el gafete FIFA. Ese documento no solo la acreditó: la proyectó al escenario internacional.
Reaparece una mujer en Primera División varonil
El 9 de marzo de 2024, dirigió Pachuca vs Querétaro en Liga MX. Fue apenas la segunda mujer en la historia en arbitrar un partido de Primera División varonil, y la primera en dos décadas.
Tres semanas después volvió al centro del campo: Puebla vs Cruz Azul. Ahí, tras revisar el Video Asistente del Réferi (VAR), marcó un penal. Otro hito, otra prueba de autoridad, otra señal de que no estaba ahí como símbolo… sino por capacidad.
Su presencia no fue un “evento especial”. Fue una corrección histórica.
Entre logros y hostigamiento
Pero cada avance tuvo un costo. Su ascenso vino acompañado de insultos, ataques con sesgo de género y, tras un partido de Leagues Cup en 2025, incluso amenazas de muerte.
Katia Itzel García no guardó silencio, lo cual hubiera sido un mal mensaje. Denunció, exigió respeto y sostuvo firme su labor. Su respuesta quebró la idea de que las árbitras “deben aguantar”. Ella eligió no normalizar la violencia.
Reconocimientos y lo que estampa en la cancha
En 2024, recibió el Premio Nacional del Deporte en la categoría de árbitro. Un reconocimiento formal a una carrera construida con disciplina y resistencia, y premiada así en Palacio Nacional y por la presidenta Claudia Sheinbaum.
Pero más allá del premio, lo que permanece es lo que genera: oportunidades reales para que otras mujeres entren a un terreno históricamente vetado.
Katia Itzel García demuestra que el arbitraje no se mide por género, sino por ética, criterio y conocimiento del reglamento.
Un legado en construcción
Su historia no va de triunfos aislados, ni de primeras veces que se olvidan. Va de constancia, de valentía y de justicia.
Cada partido que dirige recuerda que el cambio es posible. Cada silbatazo suyo cuestiona un viejo sistema en oficinas, en cancha, en las gradas y de quienes se esconden en las redes sociales para atacarla.
Y cada paso que da envía un mensaje claro: en la cancha, importa la capacidad y autoridad. No el sexo de quien porta el silbato.







