Ciudad de México, 13 jul. (AMEXI).- Los embarazos tempranos constituyen un fenómeno que existe y crece en todo el territorio nacional, afirmó la investigadora del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM, Amada Rubio Herrera.
Apuntó que, según estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y del Banco Mundial (BM), México ocupa el sexto lugar por tasa de embarazos tempranos en América Latina (AL) y el Caribe, con un promedio de 71 nacimientos por cada mil adolescentes.
La antropóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) detalló que Nicaragua y Honduras tienen mayores tasas de embarazos tempranos que México.
Abundó que cada año ocurren en México más de 10 mil embarazos de menores de 15 años y agregó que muchos de los casos se asocian con algún tipo de violencia.
Rubio Herrera aclaró que el tema “no es exclusivo de un estado o de una localidad de México”.
En su investigación Prevención del embarazo adolescente en Yucatán; desafíos en incidencia institucional, la investigadora resalta que, de cada 10 mujeres menores de 15 años, dos se convierten en madres.
Entre la tristeza y la violencia
La investigadora observó que las adolescentes y niñas viven el periodo de gestación con profundas tristezas y violencias.
“En varios casos en que he entablado diálogo con menores en tal condición, refieren que hasta son expulsadas de sus domicilios”, además de que enfrentan dificultades para continuar con su educación, lo que contribuye a perpetuar los ciclos de pobreza.
Asimismo, en sus escuelas son objeto de burlas y críticas de compañeros, compañeras y profesorado. Y esto provoca que de 80 a 90% de las menores abandonen sus estudios al inicio del embarazo, algunas lo hacen antes.
También se rompen vínculos familiares y de amistad, y en la mayoría de los casos esa etapa se vive en completa indefensión, enfatizó Rubio Herrera.
Mamás en la práctica
La antropóloga aseveró que en el caso de Yucatán la entidad muestra amplias brechas de bienestar social y desigualdad.
Como parte de ello, el sector femenino –adultas, jóvenes, adolescentes y niñas– sufre las asimetrías surgidas de los procesos de exclusión e inequidades a partir de otros fenómenos.
En Yucatán, dijo, las menores aprenden a ser mamás en la práctica, aunque desconocen, por ejemplo, las vacunas que deben recibir los bebés o la atención que deben tener en los primeros meses de vida.
Esto también es producto del contexto, porque se sienten mal al acudir a los centros de salud a solicitar información, están predispuestas al rechazo y viven su embarazo en condiciones de aislamiento, argumentó la universitaria.
Rubio Herrera subraya que la política pública debe considerar las variables en este problema social.
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Explicó que “de nada sirve repartir condones o dar a conocer métodos contraceptivos, si no existe una verdadera transformación cultural, si no se ejercen realmente los derechos sexuales y reproductivos”.
Añadió que esa transformación debe aplicarse desde la educación primaria y abarcar a niñas, niños, profesores, profesoras y padres de familia.
“Es necesario que haya sensibilidad de las instituciones y del personal que está al frente de esos programas de salud, como el cuerpo médico y de enfermería, además de las trabajadoras y los trabajadores sociales, dijo Rubio Herrera.
A su vez, el Fondo de Población de las Naciones Unidas advirtió que durante la pandemia de covid-19 se registraron casos de embarazo en niñas de cada vez menos edad.
Expuso que, en ese lapso, mientras los esfuerzos por erradicar el fenómeno retrocedían, la cantidad de gestaciones en ese segmento de población aumentaban de manera considerable.