Pocas expresiones culturales en México han logrado permanecer tan firmes en el tiempo como el danzón. Más que un baile, es un ritual social, una memoria compartida y un testimonio del diálogo histórico entre Cuba y México.
Hoy, en pleno siglo XXI, este género no solo resiste, se reafirma como un patrimonio inmaterial cuya importancia histórica y comunitaria continúa creciendo.
En un importante paso para reconocer el valor histórico y comunitario de una de las expresiones culturales más elegantes de México, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México puso en marcha la declaratoria del danzón como Patrimonio Cultural Inmaterial.
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Raíces, diálogo y herencia compartida
Durante la conferencia “Cuba-México. Los caminos del danzón”, organizada por la Secretaría de Cultura capitalina en el Museo de la Ciudad de México, expertos de ambos países reflexionaron sobre los lazos profundos que unen a la isla caribeña con nuestro país a través de este género musical.
En ese encuentro estuvieron Cecilia Margaona, especialista en patrimonio cultural; Pável Granados, investigador mexicano; y Ethiel Failde, director de la Orquesta Miguel Failde de Cuba.
Sus intervenciones pusieron en relieve cómo el danzón trascendió fronteras y cómo su práctica cultural es mucho más que música: es un tejido social con reglas, rituales, códigos de respeto y una identidad compartida.
Memoria sonora y comunidad viva
El danzón no es una reliquia, sino una práctica viva, tal como lo explicó Margaona, “el patrimonio inmaterial no se protege con cal o cemento, sino con afecto, con vida y con emoción. Los portadores … son quienes mantienen vivo al danzón y quienes deben asegurar que llegue a las siguientes generaciones.”
Por su parte, Granados resaltó que, aunque el danzón nació en Cuba, México lo adoptó con pasión, y hoy forma parte de la vida urbana en plazas, salones de baile y encuentros culturales.
Asimismo, Failde evocó sus orígenes en Matanzas y recordó cómo, en Cuba, cientos de clubes todavía se reúnen semanalmente para danzar.
Preservación institucional: de la práctica al patrimonio
El reconocimiento formal llega en un momento crucial: el gobierno de la CDMX publicó el decreto que oficializa al danzón como Patrimonio Cultural Inmaterial, subrayando su valor social, artístico y cultural.
Este paso no solo busca honrar el legado histórico: también marca el inicio de un compromiso institucional para salvaguardar esta práctica. La Secretaría de Cultura se encargará de promover su difusión, apoyar las comunidades danzoneras y mantener viva la tradición entre los jóvenes.
Una fiesta de tradición y movimiento: el Gran Baile de Danzón
Como parte de la celebración y visibilización del danzón, se llevará a cabo un Gran Baile de Danzón el 16 de noviembre en el Zócalo capitalino.
Cientos de parejas de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, así como de otras entidades, participarán en una coreografía masiva, al ritmo de orquestas emblemáticas como la Orquesta Failde de Cuba, Acerina y su Danzonera, y la Playa de Gonzalo Varela.
Este baile no es solo un espectáculo: es un acto de reconocimiento ciudadano y cultural, un momento para reafirmar que el danzón es una práctica de identidad colectiva que debe pasar de generación en generación.
Importancia histórica y social
El danzón en México tiene una historia profunda: se arraigó especialmente en la Ciudad de México durante las décadas de 1920 y 1930, con salones emblemáticos como el Reina Xóchitl, Salón México, Salón Colonia o Salón Los Ángeles, donde esta danza se bailaba con elegancia y sociabilidad.
Además, esta práctica representa más que música: involucra vestimenta, códigos de la danza en pareja, técnica corporal y rituales de transmisión, lo que la convierte en un fenómeno cultural complejo y lleno de significado.
Desafíos y futuro
Aunque ahora está declarada patrimonio inmaterial, la tarea real apenas comienza, PUES reconocerla institucionalmente es solo el primer paso; el verdadero reto radica en organizar a las comunidades, asegurar que el conocimiento se transmita, fomentar el aprendizaje en jóvenes y estructurar espacios para que el danzón continúe siendo una práctica vivida, no un museo.
Como dijo Margaona en la conferencia, “el patrimonio depende de sus portadores”: si no se cuida desde la base comunitaria, su declaratoria podría quedar solo en el papel.
La reciente declaratoria del danzón como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México no solo reconoce un legado histórico, sino también celebra una tradición viva, compartida entre México y Cuba.
Este ritmo elegante y pausado, con su danza de pareja y su música, representa una parte esencial de la identidad cultural de la capital y de quienes lo bailan. Además, apunta hacia un futuro en el que las nuevas generaciones puedan asumir ese legado con orgullo y pasión.







