Con la llegada del mes del orgullo, la comunidad LGBTIQ+ de la Ciudad de México se prepara para una de las movilizaciones sociales más grandes del país: la XLVII Marcha del Orgullo, que se celebrará el próximo 28 de junio, cuando se celebra oficialmente el Día Internacional del Orgullo.
La marcha partirá a las 10:00 horas desde el Ángel de la Independencia y concluirá en el Zócalo capitalino, bajo el lema “Diversidad sin fronteras: ¡Justicia, Resistencia y Unidad!”. Este evento, además de conmemorar, será un espacio de denuncia, exigencia y visibilización frente a los retrocesos y discursos de odio que persisten.
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Para la comunidad, esta fecha es más que una celebración: es una jornada de lucha que rememora los disturbios de Stonewall en 1969, cuando la comunidad LGBT+ en Nueva York se enfrentó a la represión policial y marcó un parteaguas para los movimientos de diversidad sexual en el mundo.
De la represión al activismo: la historia del orgullo en México
En México, la primera Marcha del Orgullo se celebró en 1979, diez años después de Stonewall. Aquella movilización fue encabezada por valientes activistas que alzaron la voz por la igualdad, la visibilidad y los derechos humanos de la comunidad LGBTIQ+.
Pero el registro del activismo no empieza ahí. Desde principios del siglo XX ya se hablaba de represión hacia personas disidentes, como ocurrió en la conocida “redada de los 41”, en la que se aprehendieron 41 hombres homosexuales —entre ellos, según se ha documentado, el yerno del entonces presidente Porfirio Díaz.
Años más tarde, en 1971, se fundó el Frente de Liberación Homosexual de México (FLH), la primera asociación organizada en defensa de los derechos LGBTIQ+. Le siguieron colectivos históricos como Oikabeth en 1978, considerada la primera organización pública de mujeres lesbianas en el país.
Una marcha LGBTIQ+ para exigir justicia y rechazar el odio
Cuarenta y siete años después de aquella primera marcha, la Ciudad de México se alista nuevamente para recibir a miles de personas de todo el país y el mundo. El objetivo es claro: defender la diversidad, exigir cero discriminación, rechazar los discursos de odio y recordar que ningún derecho ha sido regalado.
El lema de este año, “Diversidad sin fronteras”, busca además poner el foco en las luchas globales y regionales, incluyendo el respeto a los derechos de las personas migrantes LGBTIQ+, así como visibilizar las resistencias frente a la violencia estructural, los crímenes de odio y las políticas regresivas.
Con vestimenta colorida, pancartas, música y mensajes de unidad, la marcha se consolida como un espacio de memoria y esperanza, pero también de denuncia y exigencia. En un país donde ser diverso aún puede significar peligro, salir a las calles sigue siendo un acto profundamente político.