Diciembre suele ser un mes de anestesia, de repetición inerte en la agenda cultural. Sin embargo, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) propone romper esa catatonia este fin de semana. Bajo la dirección de Ludwig Carrasco, la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes no ofrecerá un recital complaciente, sino una arquitectura sonora diseñada para quienes exigen que el arte no solo acaricie, sino que corte como un bisturí.
El programa es un mosaico sonoro que viaja desde la coronación británica hasta la introspección mexicana, exigiendo del espectador una escucha militante.

La monarquía del estruendo
El silencio se rompe con Sadoc el Sacerdote (Zadok the Priest) de Handel. No es una pieza piadosa; es una construcción política de 1727 para entronizar a Jorge II. La orquesta ataca con una solemnidad que nos obliga a mentir con la conciencia, aceptando la ficción del poder divino porque la música lo hace sentir real. Es un inicio fastuoso donde el cielo se desnuda ante la fuerza coral, recordándonos que la historia británica se escribe con un emblema sonoro de poder absoluto.

La geometría de Leipzig
El descenso hacia la estructura ocurre con la Cantata I del Oratorio de Navidad de Bach. Aquí no hay azar; hay una matemática celestial concebida en Leipzig para el ciclo navideño. La ejecución demanda precisión, una iluminación al ver el júbilo que a veces la rutina opaca. Bach teje una red donde la noche parece haber pasado hacia el mar, dejando una claridad punzante. Es música que se debate entre la técnica rigurosa y la fe desbordada.

Lee: Camerata Femenil celebrará la Navidad al ritmo de jazz en el Lunario
La herida nacional
El programa da un giro hacia la intimidad geográfica con Por el valle de rosas de Miguel Bernal Jiménez. Lejos del mármol europeo, este villancico —conocido también como Duérmete, Jesús mío— funciona como una plegaria de barro. Es el momento en que la distancia madura en la penumbra; una pieza de ternura michoacana donde el deseo es un fruto verde, una esperanza local. Aquí, la orquesta demuestra que el nacionalismo musical no es solo estruendo, sino un susurro de simplicidad melódica.

Niebla y folklore
Con la Fantasía sobre villancicos navideños de Ralph Vaughan Williams, entramos en el terreno de la memoria. No es la navidad de las luces eléctricas, sino la del folklore británico preservado. El compositor recopiló estos cantos como quien recoge imágenes prisiones, liberándolas en una partitura que fluye densa. Es un sonido comunitario, una atmósfera donde uno se siente inmerso en la tiniebla que guiaba los latidos de una Inglaterra antigua.

La redención de San Petersburgo
Finalmente, la Suite No. 1 de El Cascanueces. Aunque hoy es un clásico universal, su estreno en 1892 fue recibido con tibieza. Chaikovski, sin embargo, logra que el tiempo le dé la razón. Escuchar la Danza del Hada de Azúcar es presenciar un sol ficticio en la partitura; es permitir que los colores orquestales disuelvan la lógica. Es el cierre perfecto: un movimiento que despierta los sentidos, dejando al asistente como un ahogado que a la orilla del aire sabe, por fin, que respira.
Coordenadas del ritual
El acceso a esta liturgia tiene un costo que oscila entre los $165 y $275 pesos, una inversión simbólica para confrontar el invierno.
- Viernes 5 de diciembre, 20:00 h
- Domingo 7 de diciembre, 12:15 h
- Lugar: Palacio de Bellas Artes
Lee: Concierto “Compositoras silenciadas” rescatará la obra de compositoras olvidadas







