Ciudad de México, 6 sep. (AMEXI).- Porque “Dios perdona, pero la vida no” y 60 años encima es lo que pesan, el abanderado Salvador Hernández Mondragón anunció hoy el final de su fulgurante trayectoria competitiva.
Los Juegos Paralímpicos París 2024 es el más bello de los marcos que seleccionó el multimedallista paralímpico y mundial, para decir adiós al más alto nivel competitivo.
“Creo que ya he hecho suficiente para mi país, para mí y para mi familia”, expresó quien en Palacio Nacional recibió la bandera mexicana que portó durante la ceremonia de inauguración de París 2024.
Preseas
Claro que hizo suficiente con dos medallas de oro en Sídney 2000 y otra dorada en Atenas 2004, además de tres platas y dos bronces en Juegos Paralímpicos.
A ello se suman 7 de oro, seis de plata y una de bronce en Campeonatos del Mundo de Paratletismo.
Quien nació el 31 de diciembre de 1963 en Morelia, Michoacán, tuvo su primera participación Paralímpica en Atlanta 1996 y sólo no asistió a los de Tokio 2020. “Ahí tuve una interrupción por el Covid”, ha dicho.
“Logré todo lo que había anhelado. Había anhelado estar aquí y lo logré”, compartió, quien con la final de los 100 metros T52 puso fin a su carrera.

Salvador Hernández Mondragón exhibió durante la eliminatoria y la final parisina que posee una gran potencia en sus brazos para impulsar su silla de ruedas con todo, tanto que en las dos salió en primer lugar.
“Haber clasificado a la final y terminar en los 5 mejores del mundo es un logro. Di lo máximo, pero enfrenté a gente muy joven”, declaró a Hi!Sports.
Se va con un sabor amargo, pero no por su resultado, sino porque cree que el Comité Paralímpico Internacional acepta cachirules en su prueba y por ello no hay una competencia real y justa, sino es de desventaja.
“Contra los cachirules es imposible ganar. Por mucho que me prepare todos los días o haga lo que haga no es una competencia justa y el que festeja no debe hacerlo así, porque sabe que no corresponde a esta categoría”, señaló.
La adversidad de la discapacidad
Recordó que desde niño se enfrenta a la adversidad de la discapacidad y desde entonces aprendió sortear un sinfín de obstáculos: desde la escuela, la familia, en fin…, mil obstáculos.
Pero es una persona muy positiva y le saca provecho a lo que más pueda para ser feliz y por ello abundó que “para mí esto es un regalo, porque, digamos: la vida no me dio la posibilidad de poder caminar, pero sí la de poder volar”.
Además de “poder trascender a lo más alto del deporte paralímpico, mundial e internacional”.
Y se mantiene en lo que siempre le ha funcionado: “Ni un paso atrás ni para tomar vuelo y vivir sin límite”.