El 19 de septiembre de 1985, hace 40 años, quedó grabado en la memoria nacional como el día en que un terremoto de magnitud 8.1 cimbró no solo los edificios de la Ciudad de México, sino también la conciencia colectiva.
A cuatro décadas de distancia, el doctor Carlos Valdés, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, reflexiona para AMEXI, sobre cómo la ciencia y la tecnología han cambiado radicalmente desde entonces.
Y también cómo el país aprendió, a un alto costo humano y material, que debía organizarse, prevenir y construir resiliencia.
El sismo de 1985 marcó la conciencia colectiva, pero ayudó a que la ciencia y la tecnología sísmica avanzará. AMEXI/FOTO/ UNAM
En 1985, la medición de los sismos era todavía un proceso analógico.
Los registros se imprimían en tambores de papel con tinta y plumillas, y su análisis era lento y rudimentario.
“Había que esperar, retirar el papel, hacer cálculos manuales o con programas muy básicos para localizar el epicentro. Eso limitaba enormemente la velocidad de respuesta”, recuerda Valdés.
Hoy, la realidad es completamente distinta. El Servicio Sismológico Nacional (SSN), con más de 100 estaciones digitales distribuidas en todo el territorio, procesa información en tiempo real.
En lugar de cientos, ahora se registran más de 33 mil sismos al año, gracias a la precisión de los sensores y a la ampliación de la red de monitoreo.
“Es un salto impresionante. No es que tiemble más, sino que ahora detectamos incluso los microsismos que ocurren en la Ciudad de México o en otras regiones. Eso nos da un mapa mucho más completo para evaluar riesgos en obras, viviendas e infraestructura”, puntualiza el investigador.
El nacimiento de la alerta sísmica
Una de las lecciones más valiosas tras 1985 fue la necesidad de sistemas preventivos.
En la década de los noventa se diseñó la alerta sísmica, pionera a nivel mundial, que funciona de manera similar a los detectores de humo: no predice, pero detecta y avisa en segundos.
Valdés explica que este sistema comenzó en la llamada “brecha sísmica de Guerrero”, entre Acapulco y Petatlán, y posteriormente se amplió a otras zonas del centro y sur del país.
“Al principio fallaba: sonaba sin sismo o temblaba sin que sonara. Hoy es mucho más confiable, y lo más importante es la respuesta social: cuando la alerta se activa, la gente ya sabe qué hacer”.
Para el científico ese aprendizaje colectivo es un triunfo:
“El último eslabón de un sistema de alerta es la reacción ciudadana. Y en México ya existe una cultura de respuesta, reforzada por los simulacros anuales”.
La tragedia que transformó las leyes y la política pública
El impacto del sismo de 1985 fue devastador:
Más de 400 edificios colapsados
Miles de vidas perdidas
Y un vacío de respuesta gubernamental que detonó la organización ciudadana
Esa tragedia obligó a cambios profundos
Por un lado, en 1986 se promulgó un nuevo Reglamento de Construcciones, más estricto y con la incorporación de la zonificación sísmica.
Desde entonces, la ubicación de un inmueble —si está sobre suelos blandos del antiguo lago, en zona de transición o en suelo firme— es un factor crucial para definir sus requisitos estructurales.
Por otro, nació el Sistema Nacional de Protección Civil, encargado de la prevención y gestión de riesgos de origen natural y antrópico.
“Fue una creación directamente vinculada al 85. Hoy existe en los tres niveles de gobierno y representa una de las instituciones más importantes que nos dejó aquella tragedia”, subrayó Valdés.
La vulnerabilidad del suelo capitalino
Uno de los hallazgos científicos más importantes a raíz del sismo fue la constatación de cómo el subsuelo de la Ciudad de México amplifica las ondas sísmicas.
“El terreno arcilloso del antiguo lago de Texcoco actúa como una caja de resonancia. Esa condición explica por qué las colonias Roma y Condesa fueron tan golpeadas: están justo en la transición entre suelo firme y blando, y con edificios de varios niveles que se vieron afectados por ese fenómeno”, explicó el especialista.
Esa información cambió para siempre la forma de diseñar y construir en la capital.
Desafíos pendientes: prevención y resiliencia
Aunque la tecnología ha avanzado, México sigue siendo un país altamente sísmico.
En promedio, se registran 90 sismos diarios, la mayoría imperceptibles. Para Valdés, los retos actuales se dividen en dos: lo social y lo estructural.
En lo social, subraya la importancia de los simulacros y la cultura preventiva.
“No basta con septiembre; puede temblar en cualquier momento del año. Hay que ensayar distintos escenarios: qué hacer si la alerta suena de madrugada, si llueve intensamente, si se va la luz. Solo así estaremos realmente preparados”.
En lo estructural, insiste en la revisión de las viviendas.
Recomienda que cada familia evalúe su casa o departamento: anotar fisuras, revisar si crecen tras un sismo y, en caso necesario, acudir con ingenieros o arquitectos para un dictamen.
Otro pendiente es la contratación de seguros contra sismos, poco común en México.
“Menos del 5% de la población protege su vivienda. Así como aseguramos el auto, deberíamos asegurar la casa. No cubre todo, pero ayuda a recuperar lo perdido”.
El verdadero homenaje a las víctimas del 19 de septiembre de 1985 es la construcción de una sociedad más preparada y responsable. AMEXI/FOTO/ Archivo
Un homenaje vivo
Para el investigador, el verdadero homenaje a las víctimas del 19 de septiembre de 1985 es la construcción de una sociedad más preparada y responsable:
“Debemos aceptar que México es sísmicamente activo. No podemos evitar los temblores, pero sí podemos mitigar sus efectos.
”La responsabilidad empieza en casa: revisar nuestras viviendas, hablar en familia sobre qué hacer, participar en simulacros. Eso, más que cualquier ceremonia, es el legado del 85”.
Carlos Lara Moreno es un periodista mexicano con casi 20 años de trayectoria, reconocido por su pasión, rigor y capacidad para estar siempre donde está la noticia. Su cobertura informativa abarca desde los pasillos del poder político hasta las zonas más afectadas por tragedias naturales, pasando por momentos históricos de alcance global.Originario del Estado de México y formado en el CCH Vallejo y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Carlos comenzó su carrera en TV UNAM y rápidamente dio el salto a W Radio, donde fue asistente de la Jefatura de Información y colaboró con medios internacionales de la Cadena Prisa. Su talento narrativo y capacidad de análisis lo llevaron a Televisión por Cable (TVC), donde pasó de redactor a coordinador nacional e internacional de información.En 2009 se integró a la Organización Editorial Mexicana, donde como reportero de El Sol de México cubrió la presidencia de Enrique Peña Nieto, los sismos de 2017 en la Ciudad de México y la devastación provocada por los huracanes "Ingrid" y "Manuel" en Guerrero, entre muchas otras noticias. Su trabajo ha dado voz a víctimas, comunidades marginadas y movimientos sociales.A nivel internacional ha sido testigo directo de momentos clave en la historia de la Iglesia Católica: cubrió la entronización del Papa Francisco y los funerales , el Cónclave en el que fue electo el Papa León XIV, así como otras coberturas papales en el Vaticano. También ha documentado conflictos diplomáticos como la ruptura de relaciones entre México y Ecuador.Actualmente, colabora con estaciones de radio y medios digitales tanto en México como en el extranjero. En redes sociales se define como “reportero todo terreno”, con presencia activa en X (antes Twitter) e Instagram. Su lema, “24/7/365”, resume su compromiso inquebrantable con el periodismo.(Y esto es solo una parte de su historia…)