En el corazón de la Noche de Ánimas, cuando el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se hace más delgado, existía un ritual que unía al hombre, al lago y a sus ancestros de una forma profunda y silenciosa: la cacería ceremonial del pato, o Kuirisi-atakua.
Esta tradición, que antiguamente era el preludio sagrado de la velación en las comunidades de la ribera, hoy sobrevive principalmente como una poderosa memoria, un eco de la abundancia que un día caracterizó al Lago de Pátzcuaro.

Una tradición casi en extinción
Hasta hace algunas décadas, era tradición de los habitantes de la ribera del lago de Pátzcuaro salir a cazar patos el 31 de octubre como preparativo para las celebraciones de Día de Muertos. Capturados con lanzas de carrizo o redes, se ofrecían como ofrenda para los fallecidos y vianda para los vivos.
Actualmente, son pocas las comunidades que conservan este rito (el cual lleva por nombre Kuirisi-atakua) e Ihuatzio es una de ellas. Localizada en el oriente del gran lago, cerca de una zona arqueológica que otrora fuera centro ceremonial y astronómico del reino purépecha, aquí también se acostumbra a adornar las tumbas de los pequeños que murieron antes de los cinco meses de edad solo con flores; en cambio, los que partieron después de ese periodo de tiempo reciben cruces y mazorcas de maíz en sus sepulcros.

El ritual nocturno: un vínculo con el pasado
En las primeras y más frías horas del 1 de noviembre, antes de que el sol tocara el agua, los cazadores purépechas, especialmente los de la isla de Janitzio, se adentraban en el lago para iniciar el Kuirisi-atakua. No lo hacían con el estruendo de una cacería deportiva, sino con el sigilo y la reverencia de quien cumple una misión sagrada. Deslizándose en sus canoas de madera, se convertían en sombras sobre el agua, buscando al pato silvestre que sería el manjar principal en la ofrenda para sus difuntos.
La destreza era fundamental. Armados con herramientas ancestrales como el t’irhempo (un lanzador de dardos) y la ch’úpiri (una lanza fina de tres puntas), los cazadores demostraban una habilidad transmitida por generaciones. Atrapar a las aves al vuelo o sorprenderlas en los tulares requería un conocimiento íntimo del lago, de sus vientos y de sus silencios. Cada pato capturado no era un trofeo, sino un regalo para las ánimas que esperaban su regreso.
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La realidad actual: el silencio de un lago herido
Hoy, el eco de los t’irhempos ha cesado. La práctica del Kuirisi-atakua se ha desvanecido casi por completo, no por falta de voluntad o de fe, sino como una consecuencia directa de la crisis ecológica que enfrenta el Lago de Pátzcuaro. La contaminación, la deforestación y la reducción de sus aguas han devastado el hábitat de las aves migratorias. Los tulares donde anidaban han disminuido y los patos silvestres que antes llegaban por miles, hoy son una presencia escasa.
El lago, que un día fue fuente de vida y sustento para este ritual, ya no puede proveer. La cadena de conocimiento se ha roto; las nuevas generaciones ya no aprenden a manejar las herramientas ancestrales porque la oportunidad de practicar la cacería ceremonial ha desaparecido.

La tradición que se transforma
A pesar del silencio en el lago, el espíritu del ritual perdura. La tradición no ha muerto, se ha transformado. Las familias purépechas, con la misma devoción, siguen preparando los platillos para sus ofrendas. El pato en mole o en otros guisos tradicionales sigue siendo colocado con honor sobre los altares y las tumbas en los panteones. Sin embargo, estas aves ya no provienen de una cacería nocturna; ahora son patos domesticados, adquiridos en los mercados locales.
El Kuirisi-atakua pervive entonces como una leyenda, como una historia que los abuelos cuentan para recordar la riqueza de su lago y la profundidad de sus costumbres. Es un símbolo de la sagrada conexión que el pueblo purépecha tiene con su entorno y un recordatorio conmovedor de que la supervivencia de la cultura está inseparablemente ligada a la salud de la tierra y el agua que le dieron origen.
Visitar Michoacán es adentrarse en un mar de experiencias, sensaciones, momentos, olores, sabores y recuerdos que en esta Semana de Muertos se han entremezclado para entregar diversas satisfacciones y recuerdos imborrables a los turistas y visitantes que lleguen ésta entidad y disfrutar de esta milenaria tradición de Noche de Muertos.
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🌼✨ No hay noche más viva que la de los muertos en Michoacán.
Entre rezos, flores y recuerdos, la tradición sigue latiendo. 💀🕯️#Michoacán #elAlmadeMéxico #MichoacánSeVive #NocheDeÁnimas #AnimechaKejsítakua pic.twitter.com/8hnFDVppzF— Michoacán (@Michoacan) October 31, 2025
 
			 
                    







