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Refuta Robert Rosen las memorias sobre John y Yoko en “We All Shine On”, de Eliot Mintz

24 horas después de que John Lennon fue asesinado, Fred Seaman, asistente personal del ex Beatle y de su esposa Yoko Ono, llegó con el periodista neoyorquino y escritor Robert Rosen para proporcionarle material exclusivo acerca de la triste verdad sobre los meses finales de Lennon. En 1981, Seaman le entregó a Rosen los diarios escritos de puño y letra por el ídolo, pero pronto Yoko descubrió el hurto y evitó su publicación. Ahora que acaban de aparecer en inglés las memorias sobre John y Yoko We All Shine On (“Todos resplandecemos”), del amigo de la pareja Elliot Mintz, Rosen desglosa la zalamería y las fantasías de su autor para preservar el mito del amor eterno entre John y Yoko.

Redacción Amexi Por Redacción Amexi
19 de diciembre de 2024
En Cultura, Especiales, Nacional
We All Shine On
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Por Robert Rosen [*]

Si usted extrajese todas las líneas aduladoras de We All Shine On: John, Yoko, and Me (Dutton, 304 páginas), las recientes memorias de Elliot Mintz sobre su relación con John Lennon y Yoko Ono, tendría usted material suficiente para llenar un volumen pequeño e independiente. El efecto completo de su servilismo no golpea sino hasta que usted ha avanzado en la lectura del libro.

Para mí llegó a un punto de ruptura en la página 262, cuando Lennon le pregunta a Mintz si hay algo que no le guste de Double Fantasy, el último álbum de Lennon, en colaboración con Ono. “No se me ocurre nada que no me guste”, le dice Mintz, sin atreverse a pronunciar una sola palabra que pueda transmitir el más mínimo atisbo de negatividad sobre las cuestionables contribuciones de Ono, que componen medio LP y que Lennon, en sus propios diarios, catalogó de “mediocres”.

Lo más duro que Mintz puede decir sobre Ono es que parecía arriesgado “que ella pusiera tanta fe en lo oculto”. Pero también señala que, cuando él trabajaba como periodista de radio, ella arruinó su entrevista con el psicólogo Baba Ram Das cuando lo insultó, diciendo que sonaba “un poco falso”; y que ella (y Lennon) interrumpían constantemente su entrevista con Salvador Dalí: había llevado a Lennon y Ono a las entrevistas porque, dice, querían ir y “no había manera de que pudiera decir que no”.

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En contraparte, colma de elogios a Ono diciendo que ella es “una mujer complicada, que juega con su futuro como un maestro de ajedrez pensando cinco movimientos de antelación”; escribe música “inspiradora”, “dulce”, “poética” y “reconfortante”; y manipula a John “con la fría precisión de un médico que se prepara para una amputación”. Mintz también parece estar de acuerdo con la evaluación de Lennon de que ella “siempre tiene la razón”.

En We All Shine On, Mintz no trata a Lennon con la misma reverencia incansable. Aunque nunca criticó a John en su cara, el repetido abuso verbal del exBeatle parece haber dejado a Mintz con cierto resentimiento. Y se refleja en sus descripciones de los atroces y bien documentados defectos de carácter de Lennon, aunque si los hubiera ignorado, la falta de credibilidad del libro sería aún más obvia.

La fealdad alimentada por el alcoholismo de Lennon arroja una sombra sobre We All Shine On. Mintz a menudo “casi lleva cargando” por determinados sitios a un Lennon borracho. Un incidente típico ocurrió en Tokio en 1977. Mintz y Lennon están bebiendo en un bar de sake. La multitud reconoce a John y se vuelve loca. Mintz y Lennon huyen a la calle, pero Lennon quiere beber más. Mintz insiste en que regresen al hotel. Lennon lo agarra por las solapas, lo golpea contra la pared y le dice: “Si quiero tomar una puta copa, no te interpondrás en mi camino”. En otra ocasión, un Lennon completamente sobrio le dice a Mintz: “Te pediré que hagas cualquier cosa que tenga ganas de pedirte. Nunca me digas lo que puedo o no puedo decirte”.

El peor episodio sucedió en 1973, después de que Lennon y Ono se separan y él se muda a Los Ángeles con May Pang, la asistente de ambos que se convertiría en la amante de John Lennon. Ono le había dado instrucciones a Mintz, quien radicaba en Los Ángeles, para que cuidase a John porque, según dice, era “funcionalmente un niño cuando se trataba de cuidarse a sí mismo”.


Una noche, mientras vivía en la casa del productor discográfico Lou Adler, Lennon, briago y furioso después de una difícil sesión de grabación con Phil Spector, rompe los discos de oro de Adler con un bastón hasta que los guardias de seguridad lo someten y lo atan a una silla. Mintz llega y encuentra a Lennon todavía iracundo y exigiendo que lo desaten. “Entonces –escribe–, John me escupió un epíteto tan hiriente y ofensivo… No me atrevo a repetirlo”. Yo imagino que Lennon utilizó una variación más cruel del comentario sobre “judío maricón” que le espetó a Brian Epstein cuando éste le pidió que sugiriera un título para sus memorias (que las llamó A Cellar Full of Noise, “Un sótano lleno de ruido”, 1964).

No está claro dónde estaba Pang durante aquel incidente y es el trato que Mintz le dio a ella lo que subraya la falta de credibilidad del libro. Tras recoger a John y a May en el aeropuerto, dice que rara vez la volvió a ver en Los Ángeles y no recuerda una sola conversación en Los Ángeles o en Nueva York en la que John mencionara su nombre. Él la excluye de la historia, desafiando las percepciones de Pang sobre su relación con Lennon e insinuando que se engaña si cree que Lennon tenía sentimientos profundos hacia ella. Dice que con su relato de lo que pasó en Los Ángeles, da la impresión de que “ella era el centro candente del universo de John”, cuando en realidad su único trabajo “era asegurarse de que John estuviera adecuadamente alimentado y cuidado”.


“We all shine on“ y su falta de credibilidad

Lo más que llega Mintz a admitir es que John poseía un “afecto genuino por ella”. May, de acuerdo con Mintz, no era nada y Yoko era su único amor verdadero. Si, en efecto, Mintz nunca vio a John y a May juntos en Los Ángeles, fue porque Lennon no lo quería así y tampoco quería que Mintz le informara a Yoko. Y si John nunca habló con Mintz sobre May es porque John continuó viéndola después de regresar con Yoko. Según los propios diarios de Lennon, veía a May cada vez que podía alejarse de Yoko, y una flama en él permaneció ardiendo por ella hasta el final. John las quería a ambas, pero Yoko eso no se lo permitiría.

No obstante la falta de credibilidad de We All Shine On, se trata de un libro entretenido y Mintz (quien no da crédito a ningún escritor fantasma) muestra destellos de talento para redactar. Aunque exista algún cliché ocasional (“después de lo que pareció una eternidad”), el deslizamiento intermitente hacia el lenguaje de un publirrelacionista (“nadie puede captar por escrito la forma en que habla Lennon”) o algún racimo de símiles exagerados (en el mismo párrafo citado Mintz dice ser “como un personaje trágico en una historia de Edgar Allan Poe”, o piensa un momento que el edificio Dakota fuera “como una escena de un clásico thriller de cine negro”), Mintz sabe cómo contar. Y hay algunas de sus historias que incluso los fanáticos más ávidos de Lennon probablemente no han escuchado.

Por ejemplo, Lennon y Mintz, de camino al aeropuerto de Los Ángeles, se detienen, por orden de John, en un club de striptease de mala muerte, “The Losers” (”Los perdedores”), y aun cuando las bailarinas giran a centímetros de la cara de Lennon, no lo reconocen. Este relato está demasiado fuera de contexto. Y el melancólico recuerdo de Mintz de la incómoda reunión navideña de Lennon y Paul McCartney en el Dakota ilustra muy bien cómo los exBeatles se habían distanciado y tenían poco de qué hablar. En We All Shine On también hay algunas descripciones encantadoras del Laurel Canyon angelino a principios de la década de los setenta mientras Mintz vivió allí, y de Karuizawa, Japón, en 1977, donde pasó temporadas con Lennon y Ono.


Periodista faldero

Mintz aparece simpático a través de su perfil reconocible.

Creció en Washington Heights, en el alto Manhattan, en ese momento un barrio judío de clase trabajadora. Su padre, un inmigrante polaco, trabajaba en el negocio de la confección. Mintz era tímido, torpe y más bajo que sus compañeros de clase. También tartamudeaba, lo que provocó que lo acosaran. Con ganas de trabajar en una estación radial, estudió radiodifusión en Los Ángeles City College y superó su tartamudez. La gran oportunidad le llegó en la universidad hacia 1963, cuando el presidente John F. Kennedy fue abatido. Uno de sus compañeros de clase estaba en la marina con el asesino de JFK, Lee Harvey Oswald; Mintz lo entrevistó y al final del día la entrevista se había transmitido por toda la urbe.

Pronto consiguió un trabajo en la radio nocturna, entrevistando estrellas de rock y poetas. Impresionado por el LP experimental de Ono, Fly (Mosca) la entrevistó; la charla salió bien y ella empezó a llamarlo todo el tiempo. A veces hablaban hasta siete horas. Luego entrevistó a Lennon y pronto instaló en su casa una línea directa exclusivamente para Lennon y Ono, así como una luz roja sobre su cama que parpadeaba cuando le marcaban a mitad de la noche (Mintz afirma que tiene memoria fotográfica y puede “reconstruir conversaciones completas” que tuvo con Lennon y Ono hace medio siglo. Lo más probable es que los grabara, una práctica común entre los empleados de la empresa Lenono):


 

“Había llegado a aceptar que estar a la entera disposición de John y Yoko se estaba convirtiendo en mi misión en la vida. No sabría decirles por qué acepté esa misión. Simplemente lo hice.” Quizás la vida personal de Mintz estaba vacía y la conexión con Lenono lo llenaba de la identidad que anhelaba.

Aventurándonos a adivinar, tal vez su vida personal estaba vacía y la conexión con Lenono lo llenaba con la identidad que anhelaba. Una de las rarezas del libro es el énfasis irrelevante que pone Mintz en sus novias. Es algo que distrae la atención y que, para arriesgar otra suposición, a nadie realmente le importa. Pero él quiere que sepamos que, efectivamente, tuvo novias. Se refiere varias veces a su relación increíblemente exigente con John y Yoko y a sus interminables llamadas telefónicas como la razón por la que nunca se casó ni tuvo hijos. “Si tan solo hubiera tenido la fuerza para resistir la atracción magnética indefinible [de John y Yoko], podría haber terminado teniendo una existencia tradicional más equilibrada”, escribe. En cambio, dice, estaba casado con John y Yoko.

En su dinámica noviera, desarrolla una historia sobre una mujer “increíblemente hermosa” que conoció en el club Troubadour, en Los Ángeles, en 1971. Él, con memoria de elefante, no recuerda su nombre, pero dice que podría haber sido su “alma gemela”. Está en la cama con ella cuando Ono llama a las cuatro de la mañana. Tal vez, piensa, no debería contestar. Pero acepta la llamada y se queda hablando por teléfono durante más de una hora, charlando sobre cómo perder peso. Su novia se despierta y quiere saber qué pasa. Él no puede decírselo: John y Yoko son un secreto, y divulgar su amistad sería romper el “código de confianza tácito” (que se proclama cuando Ono le ordena: “Sólo mantennos en secreto”). La potencial alma gemela de Mintz se va y él nunca la vuelve a ver.

Otra peculiaridad es la visión que Mintz tiene de su multitud de amigos, vecinos y conocidos famosos. La mención de nombres es intensa: Sal Mineo, Mickey Dolenz, David Cassidy, Donovan, Brian Wilson, Beau y Jeff Bridges, Alice Cooper, Paris Hilton, Joni Mitchell, Linda Ronstadt, Carole King, David Crosby, Stephen Stills. Dice que no sabe exactamente por qué las celebridades se sienten atraídas por él:

“Nunca busqué relaciones con personajes famosos; simplemente de alguna manera gravitaron hacia mí… Es la historia de mi vida, ser amigo de personas legendarias y adoradas”.

Supone de manera optimista que ha hecho muchas entrevistas con celebridades sin llegar al punto de estar deslumbrado, y se siente seguro de que eso ha sido parte de tal atracción. Pero Mintz también es chaparro (del tamaño de Yoko Ono), más bien frágil, discreto, soporta bien los abusos y obedece órdenes. Lo más importante es que tenía programas populares de radio y televisión que brindaban un espacio seguro, libre de preguntas incómodas, donde las celebridades podían promocionar su trabajo.


Los diarios de Lennon

En la parte final del libro, que cubre las secuelas del asesinato de Lennon, Mintz borra sus últimos vestigios de credibilidad cuando cuenta la historia de Fred Seaman, el asistente personal de John y Yoko. Era un compañero pagado de Lennon, esencialmente uno de los homólogos de Mintz en Nueva York.

Estoy íntimamente familiarizado con esta mentira en particular porque me involucra a mí. Para obtener un relato detallado de lo que sucedió, los remito a mi propio libro Nowhere Man: The Final Days of John Lennon (Los últimos días de John Lennon, primera ed. Grijalbo 2003), especialmente en el capítulo quinto, titulado “Una carta abierta a G. Barry Golson”. Golson fue el editor de la revista Playboy que, en 1984, impulsó una versión más elaborada de la historia que Mintz ha estado vendiendo durante más de 40 años y que dictó a David y a Victoria Sheff, a quienes se les atribuye.

En We All Shine On, Mintz dice que, después del asesinato de Lennon, Seaman, presentándose como “el verdadero discípulo de Lennon”, sacó clandestinamente del Dakota cinco diarios personales de John. “Me los dio y me ordenó que escribiera un ‘libro que lo contara todo’”. Una parte de esto es cierta: Seaman me dio los diarios de Lennon.

Como describo en Nowhere Man, me dijo que, en el verano de 1980, cuando Lennon estaba en las Bermudas trabajando en el disco Double Fantasy, tuvo una premonición de su muerte (escuchen “Borrowed Time” –”Tiempo prestado”–, grabada en Bermudas). Y que, si algo malo le sucedía –como en efecto pasó–, la labor de Seaman sería contar la verdadera historia de su vida, utilizando cualquier material de investigación que necesitara.

Como testifiqué más tarde bajo juramento en el juicio por infracción de derechos de autor de Seaman en 2002: Sí, le creí. No tenía motivos para no hacerlo. Seaman era mi amigo cercano y de confianza. Siempre había apoyado mi carrera como escritor y quería que lo ayudara a escribir la biografía de John. Los diarios por sí solos eran prueba suficiente de que estaba diciendo la verdad. No parecía posible que él pudiera salir del Dakota con los diarios de John, a menos que hubiera sido autorizado a hacerlo.

El proyecto estalló en mi nariz en 1983, cuando Seaman saqueó mi apartamento mientras yo estaba fuera de la ciudad y se llevó todo en lo que había estado trabajando. Luego me acerqué a Ono y le conté lo que pasó. Pidió ver mis diarios desde el día en que contrató a Seaman. Mintz fue una de las personas a las que se los entregó: 500,000 palabras escritas al calor del momento, la mayor parte en papel de teletipo pasado por una máquina de escribir IBM Selectric, un experimento literario inspirado en Jack Kerouac. Mintz y el equipo de Playboy revisaron esas páginas buscando cualquier cosa que pudieran usar en su artículo para dañarnos a Seaman y a mí. De ese medio millón de palabras seleccionaron unas 200 y las distorsionaron con sus propios comentarios.


Robert Rosen desmonta lo que él considera mitos y mentiras en ‘We All Shine On’. AMEXI/Foto: Especial.

Una frase robada de mi diario describía originalmente la incomparable capacidad de Ono para explotar el nombre de Lennon sólo unos meses después de su muerte: “Los Lennon muertos equivalen a grandes dólares” (como cita ligeramente mal Mintz). Hace cuarenta años en Playboy y ahora en su libro, Mintz cambia la línea para decir que es una descripción de mi actitud y la de Seaman frente al asesinato de Lennon. Excepto que Mintz ahora dice que Seaman “garabateó” la línea en sus propios diarios. Por qué se la atribuye a Seaman y por qué dice que fue garabateada, en lugar de decir que fue escrita a máquina, parece ser una mentira gratuita destinada a no hacer más que dañar aún más a Seaman.

Abundan las mentiras: cuando se publica la biografía de Albert Goldman, de 1988, Las vidas de John Lennon, Mintz le pide a Ono que haga que la entrevisten en la radio para disipar los “rumores” de que “la imagen de ‘amo de casa’ de John era un fraude de relaciones públicas” y que él era devoto de las prostitutas. Ciertamente, a veces Lennon era una especie de ama de casa, pero tenía una masajista que iba regularmente al Dakota para darle placer manual (Ringo entró durante una de tales sesiones) y frecuentó prostitutas en Sudáfrica cuando estuvo ahí por abril de 1980. Sobre ellas contó en sus diarios.

Otro de los homólogos de Mintz en Nueva York, Michael Mike Tree Medeiros, jardinero, asistente personal y amigo de Lennon (los abogados de Ono bloquearon la publicación de sus memorias), cuestiona varias de las afirmaciones de Mintz sobre lo que sucedió cuando llegó al Dakota después del asesinato de John. Mintz dice que cuando entró al edificio vio la sangre de Lennon en el pavimento. Medeiros dice que la sangre fue limpiada mucho antes de que llegara Mintz. Éste dice que pasó mucho tiempo con los empleados de Ono “recibiendo un aluvión interminable de llamadas telefónicas”. Según Medeiros, una de las personas que atendió los telefonemas asegura que Mintz nunca contestó ninguno.

Sí, son hilos menores en un tapiz de falsedades y señalar más sería redundante. Pero demuestran que el problema esencial del libro es cómo discernir la verdad a partir de las fantasías de un relacionista público hábilmente tejidas por Mintz. Quizá sea mejor tener en cuenta que el autor de We All Shine On renunció a su carrera periodística para mentir por órdenes de Lennon y de Ono, y ser el propio abogado G. Gordon Liddy de ambos. Es decir, “un hombre que pisotearía a su propia abuela” por John y Yoko, como Liddy declaró que haría con Richard Nixon.


Lee: Los Beatles: la leyenda musical que sigue cautivando a generaciones

We All Shine On es a la vez un cuento de hadas y una obra maestra de propaganda. Es la otra cara del libro de Seaman, Los últimos días de John Lennon (1991). Asimismo, es una lectura entretenida y bien elaborada, aunque con serios problemas de credibilidad, que no tiene nada bueno que decir sobre Ono (y que los abogados de Ono ya lograron agotar).

En los casos de ambos libros, los buscadores de la verdad harían bien en buscar en otra parte.


[*] Nacido en Brooklyn, Robert Rosen es autor del best seller Nowhere Man. Los días finales de John Lennon y Beaver Street: Una historia de pornografía moderna. Vive en Manhattan con su compañera Mary Lyn Maiscott, compositora, ambos colaboradores de la revista Vanity Fair. El presente texto, cortesía, de Rosen para nuestros lectores, se publicó en el blog “Robertrosennyc” el 11 de diciembre del 2024: https://www.robertrosennyc.com/blog, traducción de Carlos E. Larriega para Mundo Beatle y edición Agencia Mexicana de Información (Amexi).
Etiquetas: críticas de librosEliot MintzJohn LennonPortada 1Robert RosenYoko Ono
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