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Bunbury: entre las cenizas del pasado y la llama del presente

Del silencio a la palabra: cómo la vulnerabilidad fortaleció su vínculo con la audiencia

Redacción Amexi Por Redacción Amexi
5 de mayo de 2025
En Espectáculos
Bunbury: entre las cenizas del pasado y la llama del presente
Bunbury: entre las cenizas del pasado y la llama del presente
Bunbury: entre las cenizas del pasado y la llama del presente
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Bunbury: entre las cenizas del pasado y la llama del presente
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Por: Jhoselyn Soria Crecencio

Hablar de Bunbury es hablar de un artista en constante reinvención. Su voz, ligeramente ronca, conserva la fuerza de quien ha vivido entre escenarios y silencios. No se limita a responder en entrevistas: invoca. Cada palabra parece extraída de una letra aún no grabada. Su música, como su mirada, no pertenece del todo al pasado ni al presente, sino a una zona intermedia donde se gestan los himnos que atraviesan generaciones. Porque Bunbury no lanza discos, entrega manifiestos; no busca sonar actual, sino necesario.

“Dos años tampoco son tantos”, dijo con calma. Pero para quien vive del pulso interno de sus canciones, del pulso que le dicta el alma, pueden sentirse como una eternidad. En ese tiempo, Bunbury no dejó de escribir. Cuentas Pendientes, su nuevo disco, lo confirma: la voz sigue ahí, afilada, sensible.

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Mientras hablaba, era inevitable recordar cómo en 1999 nos estremeció con El extranjero, una declaración de identidad para los que no encajan; o Despierta (2013), una llamada política disfrazada de rock visceral. Más atrás, con Huracán Ambulante, nos dio himnos como Lady Blue (2002) o Infinito (1999), donde el amor se canta desde lo imposible.

Ahora, en 2025, vuelve con otras urgencias. Este disco convivió con la idea de reencontrarse con su banda. Una caja conmemorativa retrasada, una gira improbable y la necesidad de cerrar ciclos: “Será algo que conjuga dos cosas: la reunión puntual con la banda y la presentación del álbum Cuentas Pendientes”.

Mientras el mundo busca estrenos desechables, Bunbury entrega un acto de resistencia contra el olvido, contra la moda, contra la inercia. Lo suyo no es estrategia ni espectáculo: es oficio, entrega, una forma de mantenerse vivo.

Bunbury/OCESA
Bunbury/OCESA

Hay discos que suenan a una época. Otros, como Cuentas Pendientes, suenan a raíz.

Cuentas Pendientes no es solo un disco: es un retorno a lo esencial, al susurro del viento sobre la piel, al crujir de la madera bajo el paso del hombre. Cada acorde vibra como si emanara del tronco de un árbol con memoria ancestral. “Me interesan los discos orgánicos”, confesó. No hablaba del pasado, sino de un porvenir limpio, donde la música no sea producto, sino proceso.

La canción Te puedes a todo acostumbrar le habla a los artistas —y no solo a los famosos— que diluyen su fuego esperando que alguien llegue a encenderlo por ellos. Es una cumbia extraña, enredada con guitarras que suenan a polvo de vaqueros y películas olvidadas. Pero lo que duele es el fondo: esa manera de aceptar lo insano, de vivir en el gris y llamarle zona de confort.

“Cuando hago un nuevo disco, busco que me aporte, que me importe, que me sorprenda”, dijo. Y Cuentas Pendientes parece justamente eso: un disco que desafía a su propio creador. Rodeado de músicos excelsos —el maestro chileno Sebastián Aracena; los mexicanos Johnny Molina, maestro percusionista, y Luri Molina, contrabajista que viene del jazz y del latin jazz—, Bunbury eligió ser el más torpe entre genios. No para hundirse, sino para crecer. El arte, para él, es un pedestal, una escalera hecha de incertidumbre.

Leer: Día Mundial de Star Wars: ¿Por qué se celebra cada 4 de mayo? – Amexi

Las chingadas ganas de llorar es un bolero que no deja indiferente. Habla de un amor inquebrantable, que persiste incluso cuando todo se desmorona. Enrique lo describe como una defensa del compromiso, de un amor que se sostiene por voluntad. “Es un bolero, pero alguien podría contradecirme”, dice, dejando ver una grieta que solo la sinceridad permite. No es solo una canción de amor: es el amor como resistencia, como último refugio ante el derrumbe.

Mientras Bunbury habla de Cuentas Pendientes, su mirada recuerda que la vida no es cuestión de saldos, sino de lo que uno hace con el tiempo que le queda. “Me quedan menos discos por delante que por detrás”, dice con claridad. No es el peso de los años, sino una llamada de atención. Cada disco es una lección vital; cada canción, un desafío.

En su búsqueda de lo auténtico, el artista deja una reflexión que cala: “La vida no te regala nada”, dice con la certeza de quien sabe que la suerte llega con esfuerzo. No se trata de esperar, sino de ensuciarse las manos, de arriesgarse. Cuentas Pendientes es un álbum en el que Bunbury imparte una clase sobre la creación, el valor del esfuerzo y la necesidad de resistir la automatización del alma. Una pintura hecha con paciencia y verdad, con el precio que estamos dispuestos a pagar por lo que creemos.

Bunbury/OCESA
Bunbury/OCESA

La trinchera creativa de Enrique Bunbury

Entrar al estudio es marcar un perímetro. “Cuantos más límites, más te liberas”, dice Bunbury. El límite como estrategia estética y política: una decisión que evita perderse entre millones de posibilidades. El álbum es un manifiesto personal y el estudio, un laboratorio donde el sonido también se intuye, porque, según él, “hay arreglos que no le pertenecen a una canción, porque no pertenecen a ese momento tuyo histórico”. Cada disco es un corte transversal de su sentir, una postura ante el mundo y su caos.

Pero también hay una rebelión latente en su voz. “Estoy en ese momento creativo”, dice, como quien se resiste a morir en una industria que glorifica la fugacidad. A Bunbury no lo deslumbra el éxito pasado; lo que lo impulsa es lo que aún no ha dicho ni grabado. Se desmarca de los dogmas del negocio: no hace giras eternas, no saca sencillos en serie, no se diluye en el algoritmo. Insiste en el álbum como unidad sagrada, testamento de una etapa, ejercicio de madurez creativa. Y reivindica la vejez en la música: “Los discos no dejan de ser interesantes porque hayas cumplido años”. La música adulta, nacida desde la introspección y la pausa, también tiene su lugar.

La industria, admite, ha mutado brutalmente desde el siglo pasado. En ese paisaje sin mapa, donde las reglas se han desdibujado, él ha hecho su propio camino: “No hay una forma de hacer las cosas, hay múltiples”. Lo dice con la seguridad de quien ha probado los dos mundos: el del huracán mediático y el del aislamiento fértil. La clave es la conexión con el público, construida con honestidad. No le interesa ser influencer ni moldearse según métricas. Su cuerpo no está al servicio de la industria, ni su voz. Y eso lo hace inmenso.

Y cuando el mundo se rinde ante la promesa de la inteligencia artificial, Bunbury traza su línea con una crítica lúcida. «Intento desarrollar la inteligencia natural todo lo que puedo», afirma, no desde la nostalgia, sino desde la resistencia. Habla de una humanidad desentrenada, de una generación que ha delegado todo en la tecnología, dejando obsoletos conocimientos y habilidades. Para él, la comodidad ha devenido en anestesia, y la tecnología ha dejado de ser sinónimo de evolución para convertirse en una herramienta ambigua que puede atrofiar tanto como ayudar.

«No me he acostumbrado a lo que no me gusta», dice, refiriéndose a la fe ciega en el futuro automatizado. Defiende nuestra capacidad de reflexión, intuición y creación no asistida. La creación, para Bunbury, es un proceso humano, íntimo e imperfecto que no necesita ser optimizado ni generado por máquinas.

Hoy, Enrique sigue sin ajustarse a los moldes contemporáneos, creando discos que no responden a la urgencia del algoritmo, con una voz que busca decir algo nuevo, sin filtros. Para él, la necesidad de crear no es una estrategia: es su forma de respirar.

Bunbury/OCESA
Bunbury/OCESA

El retorno de una voz perdida: Bunbury y su reconexión con el público

En febrero de 2022, Enrique Bunbury anunció su retiro temporal debido a serios problemas de salud que afectaron su voz, dejándolo en la incertidumbre sobre su regreso a los escenarios. Durante más de un año, luchó contra un problema en sus vías respiratorias, que se cerraban con el mínimo esfuerzo vocal. Este periodo estuvo marcado por momentos de preocupación y crisis, pero también por una reflexión profunda sobre su relación con el público. «Durante algunos meses, pensé que no iba a volver a subirme al escenario», confiesa.

El escenario, además de ser un lugar de interpretación para Bunbury, es un espacio de encuentro con sus seguidores. Pensar en perder esa conexión lo angustió profundamente. «El momento de encuentro con el público es lo que más me fastidiaba pensar que iba a desaparecer», reflexiona. Sin embargo, este tiempo de retiro también le permitió encontrar nuevas formas de expresión, como la creación de La carta, un libro que nació de la interacción constante con sus fans. A través de este intercambio, Bunbury expresó pensamientos y recibió reflexiones de quienes lo escuchaban. «Las preguntas que me hacían empezaron siendo sobre discos, canciones concretas, pero luego se volvieron insospechadas: espiritualidad, política, nutrición», comenta con una sonrisa. «Es muy interesante ver cómo piensan ellos, no solo cómo pienso yo», por lo que «es un libro que no solo habla de mí, sino de cómo nos conectamos, cómo pensamos juntos», concluye.

Después de esta pausa como cantante, en 2023, Bunbury pudo regresar a los escenarios. «Finalmente descubrimos que el problema tenía que ver con el glicol, un producto químico habitual en los humos de los escenarios que me producía una reacción alergénica», explica. Desde entonces, su voz se ha mantenido en óptimas condiciones, y el regreso fue un alivio y una reafirmación de la importancia de estar cerca de su público. «Subirme al escenario y cantar para el público es un honor y un privilegio», afirma.

Bunbury/OCESA
Bunbury/OCESA

El huracán vuelve a rugir: el regreso del alquimista del rock

Enrique Bunbury no es solo un cantante; es un alquimista del sonido, un poeta que ha puesto música a nuestras pérdidas, batallas y momentos de invencibilidad. Su voz tiene la fuerza de lo sagrado, como un rezo que atraviesa el alma y habita el escenario de forma ritual, entre el fuego del presente y las cenizas del pasado.

Con Cuentas pendientes, el álbum que lanza el 25 de abril, Bunbury nos ofrece un mapa emocional a través de un recorrido de canciones que no solo se escuchan, sino que se viven. Acompañado por la gira Huracán Ambulante 2025, que abarcará 15 conciertos en nueve países, promete sorprender con un repertorio que mezcla homenajes a su carrera:

“Estamos preparando un repertorio que va a sorprender. Por un lado, estamos rindiendo homenaje a una etapa específica de mi carrera, los discos con El Huracán Ambulante. Es un pie en el pasado y otro en el presente. Pero también hay canciones que la gente no espera que toquemos. Ahí está la sorpresa de esta gira”.

La edición física del álbum se convierte en una pieza de arte por sí misma, con un libreto que incluye fotos, textos, créditos e incluso los acordes de las canciones. Para Bunbury, el formato físico tiene algo especial, porque obliga a detenerse, a observar los detalles: “Te obliga a prestar atención, a detenerte, a darle la vuelta al disco, a leer ese librito lleno de detalles”.

En el mes de junio, la gira llegará el día 7 a Querétaro, el 10 a Monterrey y el 25 a la Ciudad de México. “Bueno, para mí, tocar en México es lo más cercano a casa que puede haber en un escenario”, dice Bunbury, refiriéndose al vínculo especial que ha tenido con el país desde los primeros clubes de los noventa hasta los escenarios más grandes, como el GNP. “Lo que más valoro es que no es solo mi música la que está ahí: es el público que conecta, que me ha acompañado, que ha hecho suyo cada acorde”.

Bunbury, quien afirma que se retirará a los 90, sigue demostrando que no hay prisa cuando el arte es eterno. Mientras tanto, seguimos aguardando cada nuevo disco como se espera a un viejo sabio que vuelve con algo nuevo que decir, algo que ya sabíamos, pero que solo él sabe cómo cantar.

Bunbury
Bunbury/OCESA

Etiquetas: Bunbury
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