Hoy, en el día en que el universo le regala un nuevo ciclo solar, la actriz Gabriela Montiel celebra su cumpleaños con el estreno inminente de “Érase una vez en el ring”, la película donde da vida a «Luciana», un personaje que, en sus propias palabras: “Siempre es para compartir, para mover a la persona que está enfrente, para sembrar semillas”.
La historia narra la vida de un joven luchador, «Ángel», que tras un problema de salud debe reinventarse y encontrar un nuevo sentido de identidad. Una metáfora viva que, como ella dice, “cuestiona la identidad, qué es lo que nos hace sentir que nuestra vida tiene sentido y cómo, cuando todo eso se pierde, quienes nos rodean pueden sostenernos en un mundo en el que creemos que ya no hay salida”.
Gabriela habla con pasión de la lucha libre como parte de la esencia mexicana, un espectáculo que late en el corazón de este país: “me emociona mucho que todo el trabajo hecho y tanto amor y tanta pasión por fin vaya a ver la luz y pueda contar una historia que estoy segura que moverá muchas familias mexicanas, porque además el hablar de la lucha libre en México, que es algo que a mí me mueve desde niña, siento que le liga mucho al público mexicano”.
Los reconocimientos a su carrera
La actriz no solo habla desde la piel de «Luciana», sino desde un corazón que late entre el teatro y el cine, entre el riesgo y la plenitud. “Aunque el teatro es mi cuna, yo siempre tuve un amor indescriptible por el cine… pero cuando regreso a hacer teatro y estoy a punto de entrenar y estoy en las tierras del teatro diciendo no hay toma dos, me equivoqué y me equivoqué, ese nervio lo alimenta todo. Híjole, yo tengo un amor profundo por los dos y en general tengo un amor profundo por la creación sea cual sea el lenguaje y mi naturaleza».
A lo largo de su carrera, Montiel ha conquistado tres reconocimientos como mejor actriz y tres nominaciones más. Para ella, “son un recordatorio de que vale la pena seguir arriesgándose, seguir en nuestro propio instinto y apostando por historias que transforman”.
Un recordatorio que también resuena como guía para quienes se atreven a soñar, como aquella Gabriela adolescente que dejó la robótica industrial por el misterio del escenario: “decidí dejarlo todo por una carrera en la que no tenía contacto, no tenía idea de por dónde iba a empezar y simplemente fue como una intuición: vida solo tengo una, vale la pena arriesgarte y jugar”.
Esa intuición la llevó a Cannes, al teatro, al cine y al vértigo de proyectos radicales como el que prepara junto a Silverio Palacios. “Es una locura, algo que nunca había hecho porque tiene un tono bastante legado, cosa que yo nunca he visto en el cine mexicano. Es un riesgo gigante pero creo que va a quedar increíble».
La enseñanza de sus maestros
En cada palabra se desnuda una mujer que abraza sus sombras y las convierte en luz. “El fracaso no es más que un no por aquí no, o de esta manera no. Pero si tú sigues creyendo en ti misma, tarde o temprano todo el amor, toda la pasión generará más luz».
Sus maestros, Mauricio García Lozano, Martín Acosta, Benjamín Cann, Carlos Corona, le dejaron la certeza de que el arte es resistencia, disciplina y convicción. Su propia vida la ha convertido en espejo: “la mejor manera de aprender a morir es aprender a vivir, a disfrutar cada instante. Para mí el arte es la manera que tengo de vivir porque tengo hambre de vivir, me encanta comer, viajar, besar… yo sí siento que tengo hambre de vida y creo que por eso soy actriz».
Y en medio de esta conversación, surge la intimidad más pura: “mantengo para mi familia lo más íntimo, salgo a la naturaleza con mis amigas. Creo que los artistas tenemos la gran responsabilidad de ser conscientes de qué compartimos, porque el arte es un espejo para transformar.”
Por eso, la cita es impostergable: Érase una vez en el ring llega a los cines para recordarnos que la identidad se defiende, que los sueños se arriesgan y que el amor siempre vence al miedo.






