La Ciudad de México tiene noches inolvidables… y luego está lo que sucedió el sábado 26 de julio en el Palacio de los Deportes. Bajo una lluvia que parecía querer probar la fe de los verdaderos creyentes, Little Jesus, los apóstoles del pop-rock capitalino, tomaron el escenario y lo convirtieron en su altar personal durante más de dos horas de pura energía sensorial, comunal y deliciosamente húmeda.
A las 9:00 en punto, con puntualidad casi mística, se escuchó la voz de Santiago Casillas, y entonces ocurrió: el Domo de Cobre dejó de ser una estructura de concreto y acero para transformarse en un organismo vivo que latía al ritmo de cada acorde. Era como si la lluvia hubiera sido parte del ritual, como si el cielo hubiera querido bendecir una noche en la que el amor, la nostalgia y el beat se abrazaron con el sudor del público.
“Mala onda”, “Químicos”, “Una playa en Nayarit”, “Misterios, cigarros y menta”… Cada canción fue un hechizo. La banda no solo tocó; conjuró. Cada riff fue una caricia eléctrica, cada verso una confesión íntima compartida con miles de cómplices que coreaban, saltaban y se dejaban poseer por el poder de la música. El Palacio tembló, y no por cuestiones tectónicas: fue el efecto Little Jesus.
Y como si eso no fuera suficiente, apareció Ximena Sariñana, tan divina como inesperada. Junto a Santiago, tejieron un dueto que hizo que hasta los impermeables se derritieran. La química entre ellos fue explosiva y dulce, como si los dioses del pop alternativo hubieran regalado un eclipse emocional por unos minutos. El público, en éxtasis, respondió con una ovación que parecía no tener fin.
Little Jesus, nacidos en la Ciudad de México en 2012, son hijos del asfalto, de la melancolía chic y de la fiesta bien contada. Desde su debut con “Norte” en 2013, han lanzado cuatro discos que no solo los han colocado en lo alto del mapa musical, sino que también los han hecho imprescindibles en los festivales más importantes de América Latina. Le cantan al amor, al desencuentro, a las calles que se extrañan y a los besos que ya no están. Todo con una estética sonora que baila entre el beat, la ternura y lo sublime.
Cuando la última canción parecía haber sonado, el clamor fue unísono: “¡otra, otra!” Y Little Jesus, generosos como siempre, ofrecieron un encore que supo a beso de despedida. “Gracias por estar aquí, me siento feliz de verlos y convivir con ustedes”, dijo Santiago con los ojos brillantes. Y nadie en el recinto quería que se terminara.
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Para quienes no estuvieron, aún hay redención:
- 13 de septiembre – Escenario GNP – Monterrey
- 27 de septiembre – Teatro Diana – Guadalajara