El dolor llegó en silencio al Lunario del Auditorio Nacional. Algunos lo reconocieron en sus manos antes de tomar asiento; otros lo descubrieron cuando María San Felipe abrió el espectáculo Por Si Volvieras con un verso que se clavó como un susurro en la herida. El recinto agotó localidades y, desde las 21:00 horas, se transformó en un santuario para quienes necesitaban llorar sin explicaciones.
“Pudiera ser” encendió la ilusión del amor nuevo. Varias rodillas temblaron al recordar ese primer encuentro que parecía eterno. Luego, María recitó Mi casa la que habitas y la noche dejó de ser un concierto para convertirse en catarsis colectiva. Cada palabra se deslizó como un diagnóstico: ahí dolía algo… y todos lo sabían.
El espejismo del amor perfecto se rompió temprano con “Intermitente”. El público se sostuvo en respiraciones cortas para mantener dignidad, sin saber que rendirse ante la emoción sería inevitable. Un “¡Qué hermoso, María!” explotó desde las butacas y arrancó una sonrisa a la yucateca, que caminó descalza por el escenario como quien vuelve a casa.
El setlist llegó como un vendaje: Sigo buscando tus ojos, Hoy me desvelé contigo, Yo te quería a ti, Que despedida más triste, Por si volvieras y Nunca nos faltó el amor. Las palabras no solo tocaron recuerdos recientes; también desenterraron pérdidas antiguas. Pañuelos discretos aparecieron entre las primeras filas y, aun así, nadie dejó de cantar.
Cuando María declamó Sigo hablando contigo, el silencio dentro del Lunario se volvió más fuerte que cualquier ovación. “Tu nombre, tu voz, tu forma de llamarme…” flotó sobre el público, y el aire se llenó de ausencias. El dolor y la sanación caminaron juntos: uno abrió la herida, el otro puso luz.

María tejió el espectáculo con objetos y memorias de su propia historia. También lloró. La audiencia respondió como familia improvisada: “¡Niña bonita!”, “¡Ánimo!”. En ese instante, la distancia entre artista y espectadores dejó de existir.
Después, la luz apareció donde nadie la esperaba. Dile que se vaya rompió la oscuridad y levantó al público con fuerza. Una mujer que viajó desde Guatemala subió al escenario y se fundió en un abrazo con María; nadie quiso parpadear para no perder ese momento.
El final llegó con “Como tú”, interpretada junto al director musical Andrés Tinoco en la guitarra. El Lunario se puso de pie. Luego, la parte más humana invadió el recinto. Regalos, cartas, lágrimas, risas nerviosas. Lucía, una mujer de la tercera edad, contó su dolor de ciática y su necesidad de escucharla en vivo; María la abrazó con ternura. Desde el fondo, un hombre gritó: “¡Por eso no me enamoro nunca!”. La respuesta de la poeta soltó carcajadas: “¡No sea mentiroso!”.
Lee: Camila celebra 20 años y expande su “Regresa Tour” con nuevas fechas en Estados Unidos
“Voy a volver a intentarlo” cerró la noche, con el público convertido en un solo coro. El refugio se deshizo cuando encendieron las luces. Los asistentes abandonaron el lugar con suspiros largos, como quienes entienden que sanar duele… pero también libera.







