Vecinos de la colonia San Miguel acusan omisión en desbordamiento del río Lerma
En la colonia San Miguel, el agua verdosa permanece sobre patios y milpas; los vecinos responsabilizan a autoridades estatales y municipales por no actuar a tiempo frente al desbordamiento del río Lerma. Afirman que las alertas comenzaron desde julio, pero las cuadrillas para desazolvar y reforzar bordos llegaron cuando las calles ya estaban bajo el agua.
“No limpiaron el río cuando se les avisó. Si el problema fuera solo la lluvia, sería agua clara, no aguas negras”, relata un damnificado que pidió reservar su identidad.
Los colonos aseguran que la Conagua inició trabajos de desazolve hasta el 2 de octubre, tras una reunión interinstitucional, cuando varios puntos del Lerma ya se habían desbordado. Sostienen que desde enero enviaron oficios y solicitudes formales, sin respuesta. “Faltó gestión y prevención”, resume un vecino.

La postura oficial: fracturas y respuesta institucional
La alcaldesa Erika Olea De la Torre reconoce la magnitud del desastre: 256 hectáreas anegadas y dos mil familias afectadas. Explica que el origen inmediato fueron dos rompimientos en un vaso regulador del Lerma y cuatro fracturas adicionales en las ciénegas de Tianguistenco.
El ayuntamiento reporta la colocación de 25 mil costales, operación de bombas de achique y coordinación con Ejército, Guardia Nacional, Protección Civil y Grupo Tláloc. También habilitó albergues y colocó 36 tinacos en barrios afectados. “Hay personal en territorio las 24 horas”, asegura la presidenta municipal.
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Impacto económico: cultivos arrasados
El campo también quedó bajo el agua. La autoridad municipal contabiliza 170 productores con pérdidas, principalmente de haba y maíz, cultivos emblemáticos de la región. La Secretaría del Campo realiza dictámenes para definir apoyos.

Dos versiones en disputa: falta de prevención vs. temporal histórico
Mientras los vecinos insisten en que las intervenciones llegaron tarde y que la falta de prevención agravó el desastre, el ayuntamiento subraya que la zona es un humedal histórico y que la intensidad del temporal superó la capacidad del sistema.
A casi un mes del punto más alto de la inundación, el reclamo central no cambia: escuchar las alertas vecinales y actuar con tiempo. Entre la exigencia ciudadana y la respuesta institucional se despliega una misma urgencia: que el Lerma deje de ser una amenaza cíclica para las comunidades asentadas en su ribera.
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