Con un guaje o vasija de calabaza a lo alto, los ojos al cielo y una rodilla en la arcilla, en Tekax, Yucatán, el j’men o sacerdote Edgar Peraza Chan expresó: «perdónanos Madre Tierra por el daño que te hemos hecho».
El clamor desde este rincón ancestral del país resonó más allá de los confines del mundo Maya por la acelerada depredación de los ecosistemas del planeta y el empleo de las armas contra el género humano.
La frase, afirmó el chamán, brota del corazón, de la entraña de nosotros mismos por el vertido de químicos tóxicos, la deforestación y la basura que de manera impune arrojamos casi en todas las regiones de este planeta.
El Fuego Nuevo
Desde esta recóndita tierra del sur profundo del estado de Yucatán, el también presidente del Consejo Supremo Maya encabezó la ceremonia del encendido del Fuego Nuevo en el inicio del calendario solar maya, que coincide en el comienzo de la época de lluvias.
Al pie del cerro de este municipio yucateco que remata con la ermita de San Diego de Alcalá, el sacerdote dio paso a la ceremonia ancestral acorde al año 1553, según la cuenta final del calendario maya.
El clamor, la protesta y las peticiones para frenar la destrucción de la naturaleza y terminar con las guerras quedó de manifiesto también en esta región del sureste de México, de manera paralela a las múltiples protestas de pacifistas y ambientalistas en el mundo.
La ceremonia se hizo en un círculo de 10 metros de diámetro con tres cuadrantes, uno alusivo a los elementos básicos de aire, tierra fuego y viento, y otro a los puntos cardinales, en el corazón de esta demarcación, enclave de la cultura maya, donde seis de cada|10 habitantes son mayahablantes.
Como máxima autoridad moral y tradicional de los pueblos originarios de la región del Mayab, el sacerdote rogó con la vista al cielo por la conciencia interior, una y otra vez para procurar el cuidado del entorno y establecer lazos de paz.
Caracoles, flores, semillas, efigies de Chac Mol -el mensajero de los dioses- , la escultura de un dignatario, la cruz maya y la pira de fuego al centro del círculo completaron la escena del culto que se realiza no sólo en Yucatán, sino también entre los mayas de Guatemala, Honduras y El Salvador.
Los cuatro elementos
Por primera vez, las mujeres representaron a los cuatro elementos esenciales de la naturaleza, de las cuales dos eran extranjeras: el fuego, la italiana Bárbara Rubino; el agua, la española Rocío Santiago; la tierra Naiby Medina, y el viento, Alicia Oyoqui.
Quien representó al viento agradeció el primer soplo de vida que recibimos cuando nacemos y llamó a inspirarse en el actuar cotidiano en la vida y en el cuidado a la naturaleza. Lo mismo hicieron sus colegas de los otros elementos para pedir respeto a la tierra y paz entre las naciones.
La hispana Rocío Santiago, creadora de arte textil, agradeció la posibilidad de participar en esta ceremonia sin ningún tipo de prejuicio, toda vez que el intercambio cultural entre españoles y mexicanos, afirmó, enriquece a ambos pueblos.
El j’men aseguró que este ritual del inicio del ciclo solar maya llamado Tum es de origen ancestral, que anuncia el Yash-kin o inicio de las lluvias, el momento de reverenciar los elementos de la Tierra que en maya se nombra Lu’ un, pero reconoció que es un valor cultural que se pierde poco a poco.
Con las semillas y el agua necesitamos sembrar conciencia sobre el cuidado de la Madre Tierra, de protegerla, en tanto que el viento es un llamado a la paz entre los hombres y el fuego es el elemento purificador del espíritu para hacer el bien en todas nuestras actividades, detalló.
El chamán refirió que al Padre Creador le han puesto más de tres mil 500 nombres, entre ellos Jesús, Alá, Yahvé, Jehová y Krishna, pero para la cultura maya es Hunab-Ku, una medida de Dios, porque todos nosotros, añadió, somos eso, una medida del Creador.