El regreso rosa: flamencos vuelven a Yucatán en busca de refugio
Miles de flamencos huyen del frío norteamericano y encuentran en los manglares de Yucatán un santuario. Su llegada marca un llamado urgente a la empatía y a la protección.
El viaje rosa: los flamencos buscan refugio en Yucatán
Desde el cielo, un resplandor rosado anuncia el retorno de los flamencos del Caribe a Yucatán. Escapan del hielo de Canadá y Estados Unidos, buscando calor, alimento y refugio en los manglares de la entidad. Cada año, esta migración recuerda la fragilidad y la majestuosidad de la vida que sobrevive a fuerza de resistencia.
En Ría Lagartos y Ría Celestún, el aire se llena de graznidos, vuelos y danzas. Allí, entre el agua salobre y los humedales, los polluelos crecen bajo el cuidado de una comunidad que trasciende especies: aves y humanos unidos en el esfuerzo de preservar la existencia.
Una danza rosa que nos deja sin aliento. 🦩
En primavera y verano, los flamencos visten de color las aguas de #Yucatán.
Celestún y Río Lagartos se transforman en paisajes oníricos, donde la naturaleza revela su magia más pura.
¡Un espectáculo sagrado y único! pic.twitter.com/IzBpbi3hHv
— Yucatan Turismo (@YucatanTurismo) September 3, 2025
Una alianza para proteger a los flamencos en Yucatán
Este año, 546 crías fueron anilladas para seguir sus pasos en el mundo. La cifra —476 en Ría Lagartos y 70 en Ría Celestún— no es solo un dato técnico: es la garantía de que podremos volver a encontrarlos.
Detrás de este trabajo están representantes de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y especialistas de la Secretaría de Desarrollo Sustentable del gobierno de Yucatán, quienes coordinan los protocolos de cuidado.
Junto a ellos, más de 200 voluntarios se sumaron a la tarea, convencidos de que cada flamenco es un testigo de los manglares. Algunos ejemplares, con hasta 26 años de vida, prueban que el cuidado sostenido ha dado frutos.

🦩 ¿Por qué se anillan los flamencos?
El anillamiento consiste en colocar un pequeño aro con código único en la pata de cada polluelo. Esta sencilla acción permite:
- Monitorear sus desplazamientos durante la migración.
- Registrar su tasa de supervivencia y longevidad.
- Identificar zonas de alimentación y reproducción, cruciales para proteger su hábitat.
- Evaluar el estado de la población y diseñar estrategias de conservación a largo plazo.
Cada anillo es una firma de vida que ayuda a científicos y voluntarios a seguir a estos viajeros rosados y garantizar que los manglares sigan siendo su refugio seguro.

La empatía como refugio
El trabajo científico e institucional es vital, pero el verdadero desafío está en despertar empatía. Los flamencos no son solo un atractivo turístico o un logro de conservación: son criaturas que cruzan fronteras, que confían en estas tierras para sobrevivir.
Cuidarlos significa cuidar los manglares que purifican el aire, alimentan el mar y resguardan la vida. Su regreso rosa es una advertencia luminosa: protegerlos es protegernos.
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