Cuando el Papa muere o renuncia, como ocurrió con Benedicto XVI en 2013, se activa una maquinaria secreta, ancestral y llena de rituales: el Cónclave.
Este proceso, único en el mundo moderno por su rigor y secretismo, es el encargado de elegir al nuevo líder de los más de mil 300 millones de católicos en todo el planeta.
Te puede interesar: La “fe Guadalupana” inunda El Vaticano
Un procedimiento con siglos de historia
La palabra cónclave proviene del latín cum clave (“con llave”), y su origen se remonta al siglo XIII. Fue formalizado por el Papa Gregorio X durante el Segundo Concilio de Lyon en 1274, después de una prolongada sede vacante de casi tres años.
Para evitar futuras demoras, se impuso el encierro forzado de los cardenales hasta alcanzar un consenso.
Desde entonces, el cónclave se ha convertido en uno de los procesos más tradicionales de la Iglesia. Su reglamento está recogido en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996 y modificada por Francisco en 2023.
¿Quiénes pueden votar?
Solo pueden participar los cardenales menores de 80 años al inicio de la sede vacante. El número máximo de electores permitido es 133, de los 252 que conforman el Colegio Cardenalicio, aunque puede variar levemente.
Estos cardenales provienen de todo el mundo y reflejan la diversidad cultural, teológica y geográfica del catolicismo moderno.
También puedes leer: ¿Por qué Francisco eligió ser sepultado en Santa María la Mayor?
Inicio del cónclave: ritual y secreto
Tras la muerte o renuncia del Papa, los cardenales se reúnen en Roma. Durante los primeros días se celebran reuniones llamadas congregaciones generales, en las que discuten el estado de la Iglesia y el perfil ideal del próximo Pontífice.
Luego, se trasladan al Vaticano, específicamente a la Domus Sanctae Marthae (Casa Santa Marta), donde pernoctan durante el proceso.
El cónclave comienza formalmente con una misa solemne llamada Pro Eligendo Pontifice. Posteriormente, los cardenales ingresan en procesión a la Capilla Sixtina, recitando el canto Veni Creator Spiritus (“Ven, Espíritu Creador”). Allí juran mantener el más absoluto secreto.
Una vez dentro, el maestro de ceremonias ordena: “Extra omnes” (“¡Fuera todos!”), y se cierran las puertas.
Las votaciones: un equilibrio entre política, fe y conciencia
Cada jornada de cónclave puede incluir hasta cuatro votaciones (dos por la mañana y dos por la tarde). Para ser elegido Papa, un candidato debe recibir al menos dos tercios de los votos. Si hay 133 electores, esto implica 80 sufragios.
Los cardenales escriben su elección en una papeleta con la inscripción “Elijo como Sumo Pontífice a…”. Luego la doblan y la depositan en una urna sobre el altar. Los votos son contados, verificados y luego quemados en una estufa especial dentro de la Capilla Sixtina.
Puedes leer: Tras la muerte de Francisco, se avecina un cónclave complejo y decisivo: Hugo Valdemar
La señal al mundo: fumata negra o blanca
Tras cada votación, se queman las papeletas. Si no se ha alcanzado el consenso, se genera fumata negra, humo oscuro que indica que no hay elección.
Si el resultado es positivo, se añade un componente químico para producir fumata blanca, señal de que el mundo tiene un nuevo Papa.
En ese momento, se realiza una pregunta clave al cardenal elegido: “¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?” Si responde “Accepto”, se convierte en el nuevo Papa.
Luego elige su nombre papal y es llevado a una sala contigua —el Cuarto de las Lágrimas— para vestirse con los hábitos papales.
Durante la masiva celebración del festival Vitae Fest fue difundido un video que el #Papa había grabado a mediados de 2024 y miles de de #jóvenes en #México volvieron a escuchar un mensaje de #Francisco. #Jubileo2025https://t.co/oklVz5JexD pic.twitter.com/P9Li0UhETX
— Vatican News (@vaticannews_es) May 4, 2025
El anuncio al mundo: “Habemus Papam”
Una vez preparado, el nuevo Papa es presentado desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. El protodiácono del Colegio Cardenalicio pronuncia la fórmula histórica:
“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam” (“Os anuncio una gran alegría: tenemos Papa”). La multitud congregada en la Plaza de San Pedro estalla en júbilo.
Poco después, el nuevo Pontífice imparte su primera bendición Urbi et Orbi (“a la ciudad y al mundo”).
Te puede interesar: Francisco y el macroecumenismo: el Papa más abierto al diálogo interreligioso
Más que una elección, una decisión histórica
El cónclave no es solo una elección religiosa. Tiene profundas implicancias políticas, culturales y sociales. El nuevo Papa influirá en cuestiones que van desde la paz mundial hasta los desafíos del cambio climático, pasando por temas tan delicados como la pobreza, la migración, los abusos sexuales dentro de la Iglesia, la bioética o el papel de la mujer.
El proceso puede durar desde pocas horas hasta varios días, pero siempre está marcado por el misterio y la solemnidad.
En un mundo hipermediatizado, el cónclave se mantiene como uno de los pocos rituales donde la discreción absoluta es ley.
Tras la elección al solio de Pedro, la sustitución del nombre bautismal del nuevo #Papa por el pontifical se ha convertido, a lo largo de los siglos, en una costumbre milenaria. Fue #Jesús quien cambió el nombre del apóstol Simón por el de Pedro.https://t.co/nMfqeyh4UP
— Vatican News (@vaticannews_es) May 5, 2025
Una decisión entre el cielo y la tierra
El cónclave es, al mismo tiempo, un acto de fe y de gobernabilidad. Mientras el mundo espera una señal de humo, los cardenales eligen al líder que tendrá la enorme responsabilidad de guiar a la Iglesia Católica en un nuevo capítulo de su historia.