
Para los migrantes, llegar a otro país implica enfrentarse a nuevos conceptos y formas en que funcionan los sistemas electorales, así como a distintos mecanismos para postular y elegir a los candidatos que ocuparán cargos en el gobierno.
En México estábamos tan acostumbrados a un sistema electoral que ya nos generaba desinterés en la participación ciudadana. Simplemente sabíamos quién iba a ganar. Aunque existían varias opciones, persistía la certeza de que todo estaba amañado y que el proceso era solo un circo, donde el verdadero campo de batalla por conseguir una nominación se daba dentro de las estructuras del partido dominante.
Lo primero que se observa al llegar a Estados Unidos es que el cargo de presidente dura cuatro años y puede ser reelecto por otro periodo, muy distinto a aquella consigna de la Revolución Mexicana: “sufragio efectivo, no reelección”. Otra diferencia importante es que la elección presidencial no se define por voto popular. El ganador no es quien obtiene la mayoría de los votos, sino quien logra la mayoría en el colegio electoral, el cual se conforma según los resultados en los distritos electorales de cada estado.
Para ganar la Presidencia se requieren al menos 270 votos electorales de un total de 538. En caso de empate (269 votos), se realiza una elección contingente, y el voto decisivo lo emite la recién electa Cámara de Senadores. Algo similar ocurrió cuando fue elegido Salvador Allende en Chile: aunque obtuvo más votos populares, no alcanzó la mayoría absoluta. En Estados Unidos no hay segundas vueltas, como ocurre en otros países.
A pesar de los embrollos, las reglas parecen claras. Sin embargo, actualmente se discute la redistribución de los distritos electorales. En California, por ejemplo, se somete a votación la Propuesta 50, que permitiría una nueva distribución distrital. Esta iniciativa surge como respuesta al cambio de distritos que ya se realizó en Texas en junio de este año, aprobado únicamente por la Cámara de Representantes de ese estado. ¿Cuál es el objetivo de estos cambios? Muy simple: permitir que al menos cinco candidatos del Partido Republicano ganen escaños en la Cámara de Representantes, actualmente ocupados por el Partido Demócrata. Lo mismo podría ocurrir en California, pero con los escaños favoreciendo a los Demócratas.
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La Cámara de Representantes, también conocida como Cámara Baja, consta de 435 escaños y se renueva cada dos años. Actualmente, el Partido Republicano tiene la mayoría con 220 escaños, mientras que el Partido Demócrata cuenta con 215. Por eso, la elección especial del 4 de noviembre en California marca el inicio de las disputas legales en el ámbito electoral, preparando el terreno para las elecciones intermedias de 2026, en las que se renovarán los 538 escaños de la Cámara de Representantes y 33 de los 100 de la Cámara de Senadores o Cámara Alta.
En el Senado, la mayoría está en manos de los Republicanos con 53 miembros, frente a los 47 de los Demócratas. Los senadores tienen un periodo de seis años, y a diferencia de las elecciones presidenciales y de la Cámara Baja, los escaños se asignan a razón de dos por estado, sin importar el número de votos ni la población. Esto genera una gran disparidad entre los estados, por su territorio, población y número de electores y votantes.
En esta descripción sobre cómo se elige y se compone el gobierno en Estados Unidos, se aprecian diferencias que, aunque pocas, son significativas. En el campo electoral, la decisión de los votantes sigue siendo crucial. Como ocurre aquí y en muchas partes del mundo, las maniobras legales también se utilizan en la búsqueda del voto.
La próxima semana hablaremos del papel del voto latino en las elecciones estadounidenses. Por ahora, dejamos este dato de las elecciones presidenciales pasadas para ilustrar las diferencias: del total de votantes latinos, entre el 51% y el 62% favorecieron a Kamala Harris (demócrata), frente al 47% y 37% que apoyaron a Donald Trump (republicano). Dentro del voto latino demócrata, las mujeres marcaron una diferencia mayoritaria, con 58%, frente a una oscilación entre 44% y 51% entre los hombres. En el voto republicano, la mayoría fue masculina, entre 58% y 38%, mientras que las mujeres se ubicaron entre 39% y 30%.
Así las cosas.