Por Héctor Figueroa
Ciudad de México, 13 may. (AMEXI).- La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) celebra este lunes el 107 Aniversario de las Apariciones de la Virgen de Fátima en Cova da Iria, Portugal, y se unió a esta fiesta mundial.
“La Virgen se manifiesta por seis veces a tres pastorcitos, Lucía Dos Santos y Francisco y Jacinta Mart: ‘No tengan miedo’, la Virgen María se dirige con estas palabras a tres pastorcillos portugueses”, publicó la CEM en sus redes sociales.
De las apariciones marianas reconocidas por la Iglesia, sólo tres reúnen a millones de personas en sus respectivos santuarios: la Virgen de Guadalupe (México, 1531), la Virgen de Lourdes (Francia, 1858) y la Virgen de Fátima (Portugal, 1917).
El domingo 13 de mayo de 1917, cuando los pastorcitos cuidaban su rebaño, vieron un relámpago en un día soleado. Mientras llevaban a sus ovejas a un lugar protegido observaron en una encina una nube sobre la que estaba de pie una mujer, con un vestido de luz y un resplandor que parecía provenir del sol.
Ella tenía sus manos en posición de oración y de las mismas pendía un rosario de cuentas brillantes como perlas y una cruz pequeña plateada. Lucía y Jacinta podían verla y oírla, mientras Francisco sólo podía verla.
Para los sacerdotes, el mensaje de la Virgen de Fátima es una señal que marca el principio de los últimos tiempos; habla de un Papa muerto a tiros, la huida del Santo Padre y la caída de la Iglesia. La profecía son tres misterios que El Vaticano ha interpretado con el tiempo.
Es una sola profecía en tres partes, la última parte fue hecha pública en 1982 por el papa Juan Pablo II, mientras que las dos primeras, en 1941.
Los pastorcitos videntes Francisco y Jacinta mueren pasados dos años de las apariciones, de tal manera que el testimonio que queda es el de Lucía; ella muere hasta 2005, o sea, vive 97 años.
Un Papa, quizá el más querido en la historia reciente, Juan Pablo II, atribuye a la Virgen de Fátima haberle salvado la vida el 13 de mayo de 1981, tras recibir cuatro impactos de bala en la Plaza de San Pedro de El Vaticano por el turco Mehmet Ali Agca.