A unas horas de la máxima celebración católica de México, miles de peregrinos continúan llegando a la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, con la única intención de dar gracias a la Virgen del Tepeyac, a 494 años de su aparición a Juan Diego.
Gente de todas las regiones del país avanza hasta el atrio de la Morenita y desde ya le cantan Las Mañanitas, con devoción y mucho amor.

Sin importar los kilómetros avanzados, el último trayecto para muchos de los fieles creyentes de la Virgen de Guadalupe son los más pesados, pero los más importantes.
Muchos de esos peregrinos traen consigo la imagen de la Guadalupana, ya sea en pequeños cuadros, en estandartes y en figuras de todos tamaños, pero sobre todo en el corazón.

En grupo o solos, los guadalupanos estarán sólo un par de horas en la Basílica, tan sólo para escuchar misa, ver de cerca a la Virgen y emprender su viaje de retorno, con la esperanza de volver el próximo año, ya sea para “hacer una manda” o agradecer el milagro cumplido.
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