The Exodo/AMEXI
Tucson, Arizona, 10 may. (AMEXI).- Doña María Hernández se pasea todos los días, desde hace una década, por los alrededores del Consulado de México en Tucson. Tiene la esperanza de que alguien la ayude a gestionar una visa o permiso que le permita reunificar a su familia.
Su marido fue deportado hace 10 años y ahora vive en Agua Prieta, Sonora, con tres de sus hijos. El resto, otros tres, viven con ella en esta ciudad estadunidense.
Ella vende comida, gelatinas, limpia casas y todos los días reza para que ocurra un milagro y su esposo pueda regresar a vivir y trabajar a Estados Unidos, de donde fue deportado por no tener su residencia legal y tras haber sido detenido por una falta menor de tránsito: la camioneta que conducía tenía fundido el foco de una direccional.
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De 57 años, María es la prueba fehaciente de la política de tolerancia cero que ha separado miles de familias de origen mexicano y centroamericano, de los gobiernos de Joe Biden, Donald Trump y Barack Obama, sumado a políticas antiinmigrantes como la SB-1070, aplicada hace algunos años en estado de Arizona.
Madre de seis hijos, de los cuales los mayores -de 22, 20 y 16- nacieron en México y fueron deportados junto con su marido. Los más pequeños nacieron en Estados Unidos y están con ella, quien además de sus múltiples trabajos, cuenta con el apoyo legal y económico de una congregación religiosa.
“Hace 10 años que no veo a mis muchachos. El abogado y los agentes de Migración dicen que será imposible que mi esposo vuelva a entrar legalmente a Estados Unidos. Yo sigo peleando en la Corte.
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No puedo ir a México porque allá no hay trabajo y es muy peligroso vivir allá para mis hijos más pequeños. Hay mucha violencia, delincuencia y corrupción. Aquí en Tucson al menos los muchachos tienen escuela y alimento”, dijo doña María en entrevista.
A pesar de la adversidad, María aún cree en el “sueño americano” y forma parte de los millones de mujeres migrantes que dejan sus países en busca de empleo, bienestar económico o huyen de la violencia, pero que también dejan atrás a sus hijos, sus familias, lo que causa lo que se conoce como maternidad trasfronteriza.
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El fenómeno migratorio entre México y Estados Unidos tiene una variante que se denomina «maternidad transfronteriza o transnacional» y que se deriva del aumento en la cifra de mexicanas que cruzan la frontera en busca de empleo y las redadas que dividen familias.
Maternidad transfronteriza
La maternidad transfronteriza se ha incrementado al mismo ritmo de los millones de deportaciones, familias separadas, desde el gobierno de Barack Obama hasta el de Joe Biden, ahora no sólo con migrantes sino con desplazados por la violencia en México.
La investigadora de la Universidad de Arizona, Raquel Rubio Goldsmith, señaló que cada vez más mujeres solas y con niños están cruzando la frontera entre México y Estados Unidos sin documentos, por zonas peligrosas como el desierto, lo que también ha detonado el número de muertos.
En el caso de Latinoamérica, las inmigrantes que llegan a Estados Unidos siguen cuatro grandes razones que no difieren demasiado de la migración femenina mexicana: buscar mejores condiciones de vida, escapar de situaciones de violencia familiar y comunitaria, reunirse con su familia y encontrar un empleo que les permita apoyar económicamente a sus hijos.
En el mundo, la migración femenina representa exactamente 49 por ciento de la cifra total, pero en América Latina esta cifra aumenta hasta 50.1 por ciento, es decir, ¡migran ya más mujeres que hombres!
Uno de cada seis trabajadores domésticos en el mundo son migrantes internacionales; las mujeres representan 73.4 por ciento del total de las trabajadoras y los trabajadores domésticos que son migrantes internacionales. Actualmente, 50 por ciento de los refugiados del mundo son mujeres y niñas.