El maestro José Eugenio Traslosheros Hernández, académico del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), alertó sobre la incorporación de rituales y símbolos religiosos en actos oficiales del Gobierno federal, lo que consideró “una forma de manipular espiritualmente al pueblo y de justificar un nuevo modelo de poder político”.
Durante su participación en la presentación del Informe sobre Libertad Religiosa en el Mundo 2025, elaborado por la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), el especialista sostuvo que México vive un proceso preocupante de instrumentalización religiosa del Estado, con implicaciones profundas para la democracia y los derechos humanos.
“Se han incorporado rituales religiosos en actos públicos, bajo el pretexto de que son ceremonias culturales o ancestrales. Pero son de carácter claramente religioso. Vimos al presidente iniciar su mandato con una ceremonia dedicada a Quetzalcóatl, con rezos y ofrendas, y lo mismo ha ocurrido en la instalación del Poder Judicial. Eso no es neutralidad del Estado, es una conducta religiosa oficiosa”, advirtió.
Traslosheros explicó que este fenómeno no es menor ni anecdótico, sino un signo de la transformación simbólica del poder:
“Cuando el poder político se reviste de sacralidad, se desdibuja la frontera entre el Estado laico y la fe. Es una estrategia típica de los regímenes autoritarios: recuperar elementos religiosos o místicos para legitimar su dominio”, señaló.
“Todos los autoritarismos recurren a la justificación religiosa”
El académico recordó que los grandes regímenes totalitarios del siglo XX —como el fascismo, el nacionalsocialismo y el franquismo— recurrieron a símbolos religiosos y rituales paganos para consolidar su narrativa política.
“Antes de ejercer la represión, los autoritarismos manipulan la espiritualidad colectiva. Reconfiguran los símbolos sagrados para presentarse como encarnaciones del destino nacional. Esa es la advertencia histórica. No digo que estemos en ese punto, pero las señales están ahí”, apuntó.
En ese sentido, consideró que el Estado mexicano está sustituyendo el principio de laicidad por una “espiritualidad oficial”, que mezcla elementos religiosos con discursos ideológicos y políticas públicas.
“La religión, cualquiera que sea, no debe ser instrumento del poder. Cuando el gobierno se apropia del lenguaje y de los ritos religiosos, despoja a los ciudadanos de su libertad de conciencia y siembra las bases de un nuevo dogma político”, sostuvo.
Libertad religiosa, piedra angular de la dignidad humana
Traslosheros aprovechó su intervención para recordar que la libertad religiosa es la base de todos los derechos humanos, y que su violación “abre paso a la arbitrariedad y la intolerancia”.
“Nadie puede gozar plenamente de su dignidad si no tiene libertad interior. La libertad religiosa protege no sólo al creyente, sino también al no creyente, al agnóstico, al ateo. Es la garantía de que cada persona puede vivir conforme a su propia cosmovisión”, explicó.
El académico advirtió que la combinación de autoritarismo político, criminalidad organizada y ausencia de un marco legal adecuado ha creado un entorno de vulnerabilidad para las comunidades religiosas en el país.
“El crimen organizado se dirige sistemáticamente contra comunidades religiosas, mientras el Estado permanece omiso. No existe una ley reglamentaria del artículo 24 constitucional, y la objeción de conciencia ha sido prácticamente anulada. El ciudadano se queda sin defensa frente al abuso”, señaló.
“Se está gestando un modelo autoritario de Estado”
En su análisis, Traslosheros denunció que la concentración del poder, la debilitación del Poder Judicial y la erosión del juicio de amparo representan señales de un modelo autoritario en gestación.
“El amparo fue el gran aporte de México al mundo, la garantía del ciudadano frente al poder. Hoy se interpreta al capricho de la autoridad. Si el Estado no garantiza la libertad religiosa de manera equitativa y justa, vulnera su propia legitimidad”, advirtió.
Finalmente, el académico de la UNAM llamó a la sociedad a reconocer la gravedad del momento y a defender la libertad religiosa como un valor civilizatorio indispensable.
“Estamos ante una crisis de humanidad. Cuando el poder político sustituye la fe por su propia liturgia, y la justicia por su voluntad, se pierde la frontera entre lo humano y lo autoritario. La libertad religiosa no es un privilegio: es la condición para seguir siendo libres”.







