En un gesto sin precedentes, el presidente de México, José Joaquín de Herrera, extendió en 1849 una invitación al Papa Pío IX para establecer su residencia temporal en el Castillo de Chapultepec, en respuesta al exilio forzado del pontífice tras la revolución en Roma.
La propuesta surgió luego de que Pío IX estuviera expulsado de Roma en 1848 debido a la proclamación de la República Romana, lo que lo llevó a refugiarse en Gaeta, Nápoles.
Herrera, al tanto de la situación, envió una carta el 12 de febrero de 1849, expresando su solidaridad y ofreciendo a México como lugar de acogida.
Una carta divina
En la misiva, el mandatario señaló que, de ser voluntad divina, el Papa encontraría en México “siete millones de hijos llenos de amor y veneración hacia su sagrada persona” .
El historiador y sacerdote Manuel Olimón Nolasco destacó que esta invitación reflejaba el deseo de México de fortalecer sus lazos con la Santa Sede y consolidar su identidad católica tras la independencia.
Agradece Pío IX
Aunque Pío IX agradeció el ofrecimiento, declinó la invitación y permaneció en Europa hasta su regreso a Roma en 1850 .
Este episodio subraya la importancia de las relaciones entre México y el Vaticano en el siglo XIX y la disposición del país para apoyar al líder espiritual de la Iglesia Católica en momentos de adversidad.
¿Quién era el Papa IX?
El Papa Pío IX, conocido como Giovanni Maria Mastai Ferretti, fue el 255 pontífice de la Iglesia católica, gobernando desde 1846 hasta 1878.
Su pontificado de más de 31 años fue uno de los más largos de la historia.
Fue el último soberano de los Estados Pontificios, perdiendo su poder temporal cuando Italia se unificó en 1870.
Entre sus decisiones más influyentes, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854 y convocó el Concilio Vaticano I, donde se definió el dogma de la infalibilidad papal.
También declaró a San José como Patrono de la Iglesia Católica en 1870.
Su relación con el mundo moderno fue tensa: condenó el liberalismo y el racionalismo en el Syllabus de 1864, y se consideró «prisionero en el Vaticano» tras la anexión de Roma al Reino de Italia. Fue beatificado en el año 2000 por el Papa Juan Pablo II