Ciudad de México, 17 jul. (AMEXI).- Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) obtienen metano e hidrógeno a partir del bagazo de agave, un desecho de la industria tequilera, los cuales son útiles como biocombustibles.
Los desechos de maíz, restos de paja de trigo o de caña de azúcar son más efectivos de transformar, son más fáciles de degradar, el principio es el mismo, pero bagazo de agave hay mucho como desperdicio de las tequileras, señalan los especialistas.
El objetivo es elaborar productos de valor agregado, como los biocombustibles, extraerlos y que tengan un buen precio en el mercado. Se producen 200 mililitros de metano por gramo de sólido volátil. El estudio es de laboratorio, habría que realizar análisis de viabilidad económica, pues la técnica está probada. Hay indicios de que puede ser bastante rentable, advierten.
Los biocombustibles pueden emplearse para generar electricidad, para generar calor o para generar movimiento, entre otros, tanto en ámbitos domésticos, como industriales o de transporte.
Las ventajas que presentan los biocombustibles con respecto a otros combustibles convencionales, como el petróleo o el carbón, es que son muy numerosas.
Suponen una fuente de energía renovable, cuya materia prima es inagotable y son menos contaminantes. Al utilizar residuos orgánicos son capaces de sintetizar el dióxido de carbono que generan, minimizando así las emisiones de carbono y de azufre. Por otro lado, se trata de fuentes energéticas eficientes y altamente rentables.
El coordinador del Laboratorio de Investigación en Procesos Avanzados de Tratamiento de Aguas (LIPATA) del Instituto de Ingeniería (II), de la UNAM, ubicado en la Unidad Académica Juriquilla, Germán Buitrón Méndez y su grupo de colaboradores realizan con éxito este desarrollo.
El proceso requiere de un pretratamiento de ese residuo fibroso (rico en material lignocelulósico) para extraer los azúcares de la celulosa. Para lograrlo, los expertos usan fluido ruminal, llamado rumen, que los rumiantes poseen en su estómago para modificar y digerir los pastos con que se alimentan.
Las plantas, hojas y el bagazo están constituidos por un material que se conoce como lignocelulósico, formado por celulosa y lignina. La celulosa es un polímero de la glucosa. Estos azúcares, con los que se puede producir metano, hay que liberarlos de una estructura compleja, pues el material lignocelulósico es como una hoja de papel muy difícil de restaurar.
Así que para liberarlos y producir biogás empleamos el fluido ruminal, señaló en un comunicado de la UNAM.
Imitando a la naturaleza, los investigadores recurrieron a uno de los reactores más eficientes como son los rumiantes, los cuales transforman eficientemente el pasto que comen en azúcares, ácido láctico, lactosa y ácido acético.
Esto lo logran con un consorcio de microorganismos que poseen y efectúan una fase de hidrólisis, por eso sobreviven a partir del pasto, explicó. Luego de conseguir en el rastro el fluido ruminal, lo adaptaron para degradar el bagazo.
En la etapa de experimentación se cuida la temperatura y los nutrientes y se logran buenos resultados para mantener la actividad de los microorganismos. Al alterar los azúcares se genera el biogás, subrayaron.
Esta primera etapa del procedimiento se llama hidrólisis del bagazo para conseguir azúcares y ácidos grasos. En una segunda fase, otro grupo de microorganismos llamados árqueas, presentes en las aguas residuales, producen metano también a partir de los ácidos grasos y los azúcares. Al efectuar los dos pasos la técnica se vuelve muy eficiente, en reactores separados con condiciones específicas cada uno.