En el corazón cultural de la ciudad, frente al Museo de Arte y a pocos metros del cuartel general del ejército israelí, se levanta un espacio que desde finales de 2023 dejó de ser simplemente una plaza: Hostages Square, conocida popularmente como la Plaza de los Rehenes, se convirtió en un símbolo nacional.
Allí, entre actividades artísticas, vigilias diarias y manifestaciones multitudinarias, las familias de los secuestrados en Gaza han sostenido una presencia constante que ha moldeado el debate político y social en Israel durante más de un año.
Un espacio transformado por el 7 de octubre
Tras el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023, que dejó centenares de muertos y decenas de civiles llevados como rehenes hacia Gaza, la plaza se transformó espontáneamente en punto de encuentro.
Lo que comenzó con unas pocas fotografías colocadas por familiares se convirtió rápidamente en un memorial urbano: carteles, cintas amarillas, velas encendidas cada noche y mensajes escritos en varios idiomas reclamando la liberación de los cautivos.
El municipio de Tel Aviv reconoció el uso social del lugar y lo declaró oficialmente como espacio para la protesta y la representación de los rehenes.
Desde entonces, cientos de visitantes llegan diariamente: voluntarios, estudiantes, turistas y ciudadanos que quieren mostrar apoyo.
Instalaciones simbólicas y memoria activa
La plaza alberga elementos que se han vuelto icónicos:
- La mesa de Shabat vacía, con un asiento por cada rehén, representa los hogares incompletos.
- Un túnel simulado, oscuro y angosto, recrea las condiciones de cautiverio según testimonios y estimaciones del ejército.
- Pantallas gigantes que muestran el tiempo exacto transcurrido desde los secuestros.
- Murales y fotografías, renovados cada semana, creando un archivo visual que crece con el paso del tiempo.
Las actividades son coordinadas por grupos de familiares y organizaciones civiles que han logrado articular uno de los movimientos sociales más persistentes en la historia reciente del país.
Vigilia, presión y debate público
La Plaza de los Rehenes también se ha convertido en escenario de movilización política. Las concentraciones más numerosas han llegado a reunir a decenas de miles de personas exigiendo acuerdos de liberación y criticando la gestión gubernamental.
El movimiento de familiares ha mantenido una estrategia dual: visibilidad permanente y presión emocional. No se trata sólo de recordar a los rehenes, sino de forzar al gobierno a colocar su liberación como prioridad absoluta en las negociaciones y operaciones militares.
El debate público, influido por la actividad en la plaza, ha obligado a líderes políticos a pronunciarse con frecuencia. La presencia ininterrumpida de las familias se convirtió en una especie de termómetro emocional y político del país.
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Un país que mira la plaza para medir el pulso de la guerra
A lo largo de los últimos meses, la plaza ha sido escenario de celebraciones contenidas cuando se ha anunciado la liberación de algunos rehenes. Pero también ha sido un lugar de duelo cuando se confirman muertes o se recuperan cuerpos.
En esas horas críticas, la plaza concentra periodistas, diplomáticos, activistas y ciudadanos que buscan información o simplemente acompañar el dolor colectivo.
Cada rostro retocado en los retratos, cada objeto dejado en memoria, cada cambio en el número de rehenes marca la narrativa del conflicto.
Un símbolo que trasciende la geografía
Para muchos israelíes, la Plaza de los Rehenes se ha convertido en algo más que un lugar de protesta: es una metáfora física del país entero, un espacio donde se condensan la fragilidad, la esperanza y la ansiedad nacional.
Su permanencia recuerda que, más allá de los movimientos diplomáticos y militares, el conflicto sigue teniendo un rostro humano. Uno que exige ser visto y escuchado todos los días.
La Plaza de los Rehenes es hoy uno de los espacios públicos más cargados de significado en Israel. Su función va más allá del homenaje: es una herramienta de presión, un foro de información, un refugio emocional y un archivo vivo del conflicto.
Mientras siga habiendo rehenes sin regresar, la plaza continuará marcando el ritmo de una sociedad que se niega a normalizar la ausencia.
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