Tizimín, Yucatán, 21 abr. (AMEXI).- Con la capacitación mediante el programa Milpa por la Vida, las comunidades rurales mayas han logrado aumentar sus cultivos de 580 kilogramos a una tonelada de maíz por hectárea, lo que beneficia tanto a sus tierras como para sus animales.
Cada mañana, como lo hacía desde su niñez, José Eliseo Uicab Ay, de 35 años, padre de tres niños pequeños, sale de casa antes de que los primeros rayos del sol iluminen la milpa donde cultiva el sustento básico de su familia.
Al igual que otras familias mayas, él logró convertir su tierra en una fuente extra de ingresos gracias a la incorporación de técnicas para mejorar el sistema tradicional de producción de las comunidades rurales mexicanas.
Lee: Urgen justicia laboral para millones de jornaleros en México y EU
El recorrido implica caminar unos dos kilómetros por un sendero estrecho entre árboles de la selva baja que caracteriza el oriente del estado de Yucatán, hasta el área donde el campesino de origen maya ha logrado duplicar su cosecha de maíz, además de mejorar las de calabaza y frijol, y sumado al proceso la crianza del cerdo pelón, una raza endémica de la región.
Hasta hace dos años, la producción milpera promedio de José Eliseo alcanzaba unos 580 kilos de maíz por hectárea.
Actualmente, tanto él como otros productores rurales mayas de la comunidad de colonia Yucatán, en el municipio yucateco de Tizimín, cosechan poco más de una tonelada por hectárea.
Mejorar la milpa, la clave de un proyecto internacional de apoyo al sector rural
Además de ese sistema tradicional de los pueblos originarios de México -basado generalmente en el cultivo combinado de maíz, frijol y calabaza-, la siembra del campesino yucateco incluye sandías, tomate, papaya y limón persa, lo cual le permite obtener forraje de los tallos secos de las plantas que produce, para alimentación de los cerdos y algunas ovejas.
Llegar a ese modelo de producción no fue producto del azar, sino del apoyo que recibe desde que tuvo contacto con Heifer México, una agencia de desarrollo que lucha contra el hambre a través de mejorar las formas de producción de alimentos en el sector rural.
El objetivo principal es capacitar a productoras y productores del campo para incorporar técnicas mejoradas de manejo animal y de cultivo sostenible que permitan aumentar los rendimientos de la milpa y como resultado de esto garantizar el sustento alimentario familiar y la obtención de un ingreso extra con la venta o intercambio de los excedentes.
“Con la capacitación que recibimos hemos logrado incrementar nuestro cultivo de 580 kg a más de una tonelada de maíz por hectárea. Y sentimos los beneficios tanto para los cultivos como para los animales”, manifestó José.
Señaló que aumentar la producción de maíz también significa mejorar la reproducción de nuestro ganado.
Lee: Necesario defender los intereses del campo mexicano ante Estados Unidos: Jorge Álvarez Máynez
“Aprendí a manejar el campo de una manera que ayuda a ambos”, añadió José Eliseo, quien forma parte de las más de dos mil familias campesinas beneficiadas por el programa Milpa for Life, implementado por Heifer México y financiado por la Fundación John Deere, en Campeche y Yucatán.
Milpa por la vida (Milpa for Life) es un prorama que busca aliviar los obstáculos que enfrentan los hogares rurales, en su mayoría indígenas mayas en ambos estados: el hambre debido a la subproducción, mala nutrición por falta de proteínas de origen animal y escasos ingresos debido a la falta de acceso al mercado.
El programa es particularmente importante en México, donde la población rural representa aproximadamente dos tercios de la población que vive en extrema pobreza en el país, que a su vez está principalmente representada por comunidades de pueblos originarios: seis de cada 10 habitantes indígenas del país son extremadamente pobres.
«Sabemos por investigaciones que el crecimiento en el sector agrícola puede aumentar los ingresos de las familias pobres, dos a cuatro veces de manera más efectiva que otras industrias”, dijo Marlen Rubio, directora del Programa Rural Roots, exclusivo de México.
“Nuestros esfuerzos aquí están en línea con este espíritu. Creemos que las familias campesinas están en mejor posición para alimentarse a sí mismos y a sus comunidades como mecanismo para superar la pobreza y el hambre”, añadió.
Cuidar la tierra porque es la fuente de la vida
En la misma comunidad, Hilaria Poot Dzul, una campesina de 37 años, a menudo luchaba por cultivar suficiente maíz para alimentar a su familia, pensando siempre en alguna forma que le permitiera preservar las condiciones de la tierra de su parcela, para no agotar su riqueza natural.
Muchas familias campesinas enfrentan ese desafío sumado a un clima que se vuelve impredecible y afecta las cosechas, con la consecuente amenaza para la seguridad alimentaria.
El uso de pesticidas y fertilizantes industriales que pueden ser un apoyo en esos casos, implican a largo plazo afectaciones a la fertilidad de la tierra y a la salud del ganado que consume el forraje producido en la milpa.