Por Nelly Segura
Ciudad de México, 30 abr. (AMEXI).- Los niños que habitan los pueblos originarios de la Ciudad de México, al igual que sus contrapartes de las colonias céntricas, se dedican a actividades cotidianas como jugar en parques, asistir a la escuela y pasar tiempo con amigos.
Sin embargo, lo que distingue y enriquece su día a día es la conexión profunda con la cultura, tradiciones y dinámicas sociales arraigadas en sus comunidades.
En San Pedro Cuajimalpa, los menores que participan en las tradiciones de Semana Santa, han tenido, en su mayoría, la influencia de sus padres y abuelos, quienes han inculcado en ellos estas prácticas culturales como parte de su sentido de identidad, lo que les brinda una comprensión más profunda de su herencia y legado cultural desde muy pequeños.
Diego Edahi Salgado, Jaziel Efraín Martínez, Diego Cruz, Abraham Fernández de Sello y Jimena y Mia Samanta Caballero, tienen entre 6 y 13 años y forman parte del grupo que organiza la representación de los pasajes de la vida y muerte de Jesús.

Ellos disfrutan sus tradiciones y aunque son pequeños, están conscientes de que si no se heredan desaparecerán.
Este grupo de niñas y niños disfrutan las tardes de sus domingos ensayando sus participaciones, acuden a peregrinaciones, recorridos, y escenificaciones.
Ramses Palacios es un joven aguador, su tradición consiste en ir a un matinal cercano al pueblo, llenar botes con agua y después repartirla como agua bendita entre toda la comunidad. Para él es fundamental fomentar la tradición en futuras generaciones.

“La tradición me la inculcó mi papá y a su vez se la inculcó su papá y me gusta mucho esta tradición, en un futuro si me gustaría continuar la tradición con mis hijos y enseñarles lo bonita que es y, a su vez, que ellos les enseñen a sus hijos, me siento muy bien, muy contento de vivir en un pueblo con tantas tradiciones, con tanta cultura, porque hay pocos pueblos aquí en la Ciudad de México con tradiciones y esta es una tradición muy bonita que lleva más de 200 años”, explica.
Así, en los pueblos originarios encontramos niños campaneros, agricultores, chinelos, caracoleros, chicoteros, cueteros, entre muchos otros. Sus oficios y tradiciones que se transmiten de generación en generación los dotan de una perspectiva única y enriquecen nuestra diversidad cultural.