Este primero de diciembre, en el marco del Día Mundial del Sida, México enfrenta una realidad dolorosa y contradictoria. A pesar de los discursos oficiales de progreso y de una mayor apertura social en las calles, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) sigue cobrando vidas y salud debido a fallas administrativas y barreras sociales profundas.
La conmemoración de esta fecha nos obliga a revisar la situación que enfrenta el país. La información más reciente publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revela que la epidemia aún no se detiene, pues tan solo en el año 2024 se notificaron 18 mil 895 nuevos diagnósticos en el país.
El INEGI también confirma que, al cierre de 2023, se contabilizaron cuatro mil 953 defunciones relacionadas con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Esto representa un aumento preocupante respecto a años anteriores.

Anatomía del virus: el secuestro celular explicado
Para entender por qué luchar por el tratamiento es un acto de defensa de la vida, hay que comprender primero cómo opera el enemigo. El VIH no es un organismo que simplemente flota en la sangre; es un invasor inteligente y agresivo que ataca el corazón de nuestras defensas: los linfocitos CD4.
Imagina que las células CD4 son los generales de tu sistema inmune, encargados de dar las órdenes para combatir gripes o infecciones. El virus entra al cuerpo, busca a estos generales y se adhiere a ellos. Una vez pegado, inyecta su propio material genético dentro de la célula humana. En ese momento ocurre un secuestro biológico: el virus obliga a la célula a dejar de protegernos y la convierte en una fábrica de virus.
En lugar de defenderte, tu propio cuerpo empieza a producir millones de copias del VIH que salen a infectar a otras células sanas, destruyendo poco a poco tu capacidad de respuesta ante cualquier enfermedad, por pequeña que sea.

La función exacta de los medicamentos y el riesgo de interrumpirlos
El esquema de tratamiento antirretroviral actual es una maravilla de la ingeniería médica. Generalmente consiste en una pastilla diaria que combina tres fármacos potentes. Estos medicamentos funcionan como candados químicos. No matan al virus (porque el virus se esconde en el ADN), pero bloquean las herramientas que el virus usa para copiarse. Mientras el paciente tenga la medicina en la sangre, las fábricas de virus están cerradas y el sistema inmune puede recuperarse.
Sin embargo, hay una regla de oro: la medicina tiene una vida útil en el cuerpo de 24 horas exactas. El hígado y los riñones la eliminan diariamente. Si la farmacia pública falla y el paciente se queda sin su dosis un solo día, los niveles de protección bajan drásticamente.
Aquí radica el peligro mortal: el virus es oportunista. En cuanto nota que el candado se debilita, despierta y se multiplica. Lo grave es que, al copiarse en presencia de poca medicina, el virus muta y aprende a esquivar el efecto del fármaco. Esto se llama resistencia. Si esto ocurre, esa pastilla deja de servir para siempre, obligando al paciente a buscar un tratamiento de rescate mucho más agresivo. Por eso, el abasto no puede fallar ni un solo día.
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PrEP: la ciencia de la prevención antes del contagio
Existe mucha desinformación sobre la Profilaxis Pre-Exposición, mejor conocida como PrEP. Es fundamental aclarar que no es un medicamento experimental. Es una estrategia clínica segura, avalada por la Organización Mundial de la Salud, diseñada para personas que no tienen VIH.
La PrEP funciona como un escudo invisible o una barrera previa. Al tomar la pastilla diariamente, los componentes del medicamento (Tenofovir y Emtricitabina) se acumulan dentro de las células de defensa y se quedan ahí, montando guardia. Si el virus intenta entrar al cuerpo durante una relación sexual, se encuentra con que las células ya están protegidas y armadas con el medicamento, el cual elimina al virus antes de que pueda instalarse y causar una infección permanente.
Su efectividad supera el 99 por ciento, pero los expertos insisten en combinarla con el condón. El preservativo sigue siendo insustituible para evitar accidentes mecánicos (como roturas) y proteger contra otras infecciones como sífilis o gonorrea. Usar ambos es la protección blindada que garantiza una vida sexual libre y responsable.

Las estadísticas revelan discriminación, no culpa
Los datos del INEGI indican que el 84.4 por ciento de los casos diagnosticados son hombres. Además, la incidencia geográfica muestra focos rojos en estados turísticos y de alta movilidad, siendo Quintana Roo la entidad con la tasa más alta del país (54.26), seguida de Baja California Sur y Yucatán.
Es vital entender que esto no ocurre porque la biología castigue a los hombres o a ciertas regiones. Ocurre porque el sistema de salud les ha fallado. Las cifras altas en hombres (especialmente en la diversidad sexual) y en zonas turísticas reflejan la falta de espacios seguros y libres de prejuicios.
Cuando una persona acude a pedir pruebas o condones y recibe maltrato, burlas o juicios morales por parte del personal médico, el sistema la está expulsando. El estigma crea una barrera invisible que impide que la prevención llegue a tiempo. No es que ellos se expongan más por gusto; es que el Estado los protege menos.

Juventud en riesgo por falta de empatía y conexión
Otro dato crítico reportado por el INEGI es el de la juventud. Los registros de 2024 muestran que los jóvenes de 15 a 24 años son un grupo muy golpeado, con más de tres mil 700 casos en el último año. Esto es una señal de alarma: las campañas de educación sexual actuales no conectan con las nuevas generaciones o no están llegando a las escuelas y barrios donde hacen falta.
El desabasto intermitente de tratamiento en instituciones públicas es violencia directa. Exigir el abasto no es pedir un privilegio, es exigir el derecho básico a la vida que la constitución garantiza.

Memoria de una solidaridad inquebrantable
Finalmente, la historia nos recuerda que la empatía salva vidas, a veces más que la propia burocracia. La letra L encabeza las siglas LGBT+ por justicia histórica: en los años 80, mientras el miedo paralizaba a la sociedad decente y las familias expulsaban a sus hijos, fueron las mujeres lesbianas quienes cuidaron, limpiaron y donaron sangre a los enfermos que morían solos en los hospitales.
Esa misma lección de humanidad la dio la Princesa Diana en 1989. Al visitar el Hospital de Harlem en Nueva York, rompió todo protocolo real para cargar y abrazar a un niño de siete años con Sida. Al tocar con ternura a un niño pobre y racializado, demostró ante las cámaras del mundo que el enemigo es el virus, nunca las personas.
Hoy, México debe entender que garantizar el tratamiento universal es vital, pero acompañarlo de un trato verdaderamente humano, libre de juicios y discriminación.
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🙌 En el marco del Día Mundial de la lucha contra el SIDA, la #JefaDeGobierno, @ClaraBrugadaM presentó la campaña #ÁmateHazteLaPruebadelVIH para la prevención y atención del SIDA. 👏
✨ Para febrero del 2026, inauguraremos la 3ra “Clínica Condesa” en @TuAlcaldiaGAM,… pic.twitter.com/GQcwMTkyfT
— Gobierno de la Ciudad de México (@GobCDMX) December 1, 2025







