Norberto Soto Sánchez Psicólogo y maestro en Educación por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Doctorante en la UPN Unidad Ajusco.
Interesado en temas de violencia política en educación superior.
En enero de este año vio la luz el número cero de la nueva revista educativa de la Secretaría de Educación Pública, a la cual se le ha dado el nombre de Asalto al Cielo. Su principal impulsor es el director general de materiales educativos, Marx Arriaga. En el párrafo de presentación de esta publicación se aprovecha para mencionar que, supuestamente, la Nueva Escuela Mexicana ─proyecto educativo insignia del gobierno de la 4T- es producto de una multiplicidad de luchas que han impulsado distintos personajes y organizaciones emergidos en la historia de México desde la revolución a la fecha.
Entre ellas encontramos al Partido Liberal Mexicano, al Ejército Libertador del Sur, a la División del Norte, a Rubén Jaramillo, el Grupo Popular Guerrillero en Chihuahua ─quienes dirigieron el legendario Asalto al Cuartel Madera el 23 de septiembre de 1965─, a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres, la Liga Comunista 23 de Septiembre, la Primavera Magisterial de los ochenta, y a la propia Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Es decir, en el plano educativo, este gobierno se asume, literalmente, como el heredero de todas esas experiencias que, aunque eran bastante disímiles entre sí en cuanto a programas políticos y perspectivas estratégicas e ideológicas, todos ellos coinciden en mayor o menor medida en su posición anticapitalista. No obstante, los funcionarios de este gobierno omiten esta cualidad a la hora de presentarse como la continuación lógica de ellos.
Es verdad que detrás del inicio de la 4T con la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador en 2018, así como con su continuación con la reciente elección de Claudia Sheinbaum, hay muchísimas expectativas democráticas y de justicia social y laboral que se relacionan con esperanzas de solución a los malestares que impone el capitalismo a las masas. Sin embargo, la justificación de que se erijan como continuidad de las experiencias mencionadas es infundamentada, precisamente, porque la 4T no es un proyecto anticapitalista y porque, aún dentro de los propios límites del reformismo, ni siquiera ha dado solución a algunos de los más sentidos malestares mencionados en el ámbito educativo, los cuales emanan de la precarización laboral en instituciones educativas y la superexplotación del trabajo docente.
Se esperaba que la prometida “revalorización del magisterio” a lo largo de la campaña de AMLO fuera en ese sentido. Conforme el presente sexenio transcurrió fue haciéndose cada vez más evidente la falta de voluntad política para cumplir con ello. Al contrario, podemos decir que la superexplotación aumentó porque lo que vino, en el marco de la pandemia de Covid-19 y después de ella, fue una agravación aún mayor de la que ya se venía dando en administraciones pasadas de la intensificación y extensión de la jornada laboral de docentes de educación básica, así como una disminución del salario del magisterio en términos reales (véase https://acortar.link/6JOPo3). Súmesele a esto el anuncio de la propuesta de Sheinbaum sobre la ampliación del horario escolar cuando asuma la presidencia (https://acortar.link/0CjEyf).
El reciente plantón que la CNTE inició el 15 de mayo y levantó el 11 de junio en el Zócalo de la Ciudad de México y en entidades como Chiapas y Oaxaca, acompañado de manifestaciones multitudinarias a partir de las cuales logró arrebatarles a las autoridades educativas y a los gobiernos federales y estatales un aumento del 11.8% ─bastante positivo pero, hay que decirlo, insuficiente-, demuestra claramente que la verdadera revalorización magisterial sí es posible pero que no llegará por la buena voluntad del gobierno, sino solo a través de la lucha políticamente independiente y sin mostrar confianza en las autoridades educativas.
Y precisamente luchar es lo que la 4T pretende que las y los maestros no hagan a través de una pasivización que, hay que decirlo, no ha logrado imponer en su totalidad (https://acortar.link/WZbfQW). Contribuir a lograrlo sería el objetivo de presentar a la NEM como la heredera de las experiencias democráticas, socialistas y anarquistas que se mencionan en la revista Asalto al Cielo sin el anticapitalismo inherente a ellas. A través de una mística que no le es propia, la revista pretende dar sustento a la frase que AMLO lanzó en varias ocasiones a lo largo de su administración al magisterio, las cuales eran replicadas por el gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón Cárdenas, y que decían “ya no hay razón para protestar” (https://acortar.link/zTT3qU), porque se suponía que ya teníamos a un gobierno que había echado abajo la reforma educativa peñanietista de 2013, la cual, huelga decir, más allá de que se haya cancelado la evaluación punitiva, sigue totalmente vigente.
La tristemente célebre Unidad Del Sistema Para La Carrera De Las Maestras Y Maestros (USICAMM), en tanto sustitución de la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente, con todas sus prácticas opacas y antidemocráticas, eficientistas y meritocráticas, es decir, netamente neoliberales, es solo una muestra de ello.
Con todas estas frases y elaboraciones tendientes a convencer al magisterio de que “ya no hay razones para protestar” y de que la NEM es producto de más de un siglo de luchas democráticas, AMLO, Marx Arriaga y Rutilio Escandón están más cerca del filósofo estadounidense Francis Fukuyama que de Karl Marx, quien, hay que mencionar, en buena medida es el responsable de la connotación anticapitalista de la famosa frase Asalto al Cielo, la cual utilizó en una carta fechada el 12 de abril de 1871 dirigida a su amigo el médico socialista Ludwig Kugelmann, para referirse al primer gobierno obrero en la historia humana conformado en la Comuna de París.
¿Por qué digo eso? Porque en 1992, Fukuyama ─que también fue director adjunto de planificación política del Departamento de Estado de EE.UU y asesor de la Corporación Rand en Washington D.C- publicó su libro “El Fin de la Historia y el último hombre”, en el cual, supuestamente inspirándose en la filosofía hegeliana ─y particularmente en la interpretación que de ella hizo Alexander Kojeve─ planteó que, en el marco de la entonces reciente caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991), aparentemente quedaba claro que “el punto final de la evolución ideológica de la humanidad” o “el fin de la historia”, entendido como la forma final de gobierno que prevalecería en la generalidad para la humanidad, sería la democracia liberal capitalista y que, a partir de ahí, no habría nada más, decretando la derrota del socialismo y, a su vez e implícitamente, el fin de la lucha de clases.
Así la 4T nos dice que “ya no hay razones para protestar” porque, según esto, este es el producto de las centenarias luchas aludidas anteriormente. Casi casi asegurando que protestar actualmente significaría ir en contra de ellas. No obstante, parafraseando al astrofísico Neil deGrasse Tyson, la lucha de clases y los fenómenos que de ella surgen, como producto de relaciones sociales objetivas, son reales “creas en ellos o no”. Ahí está la historia de la humanidad desde sus albores hasta este momento ─demandas vigentes de la CNTE y el magisterio nacional de por medio─ para corroborarlo.
Sin dejar de mencionar que la caída del muro de Berlín, de la URSS y de los estados obreros deformados erróneamente identificados con el socialismo no significaron en absoluto el fracaso de este como estrategia o fin político, sino solo la caída del totalitarismo burocrático moldeado por Stalin y sus continuadores (https://acortar.link/fVUVjy), hay que mencionar que el Asalto al Cielo, como metáfora apunta a un horizonte anticapitalista y emancipador para la humanidad que no solo es posible, sino necesario, más allá de quienes desde distintas posiciones nos tratan de convencer de que la historia y la lucha de clases han terminado.