Cartas de un migrante
Desde los espacios virtuales entre California y México
Por Fernando Morán
Parte 1
D ice el trovador Pablo Milanés en su canción Cuánto gané, cuánto perdí: “Dónde estarán los amigos de ayer, la novia fiel que siempre dije amar, dónde andarán mi casa y su lugar, mi carro de jugar, mi calle de correr, dónde andarán la prima que me amó, el rincón que escondió, mis secretos de ayer…” lo cual me hace recordar lo que está presente casi en todo momento en un migrante como yo.
En septiembre de este año se cumplen 37 años de que dejé la Ciudad de México para trasladarme a California, en los primeros días, como suele pasar cuando estás visitando un lugar, te sientes como turista y quisieras que te alcanzara el tiempo para conocer todos los lugares a tu alrededor, a medida que pasa el tiempo te vas haciendo la idea de que no hay una fecha determinada en el calendario en la cual regresarás y comienzan las preocupaciones.
En esos primeros años el salario en California apenas sobrepasaba los $4 dólares por hora, las llamadas telefónicas tenían un precio de $2 dólares por minuto entre semana y $1 dólar por minuto los fines de semana, así es que tenías que hacer una llamada cada dos semanas con una duración de 20 minutos y asi alcanzara el presupuesto. Esto dio motivo a comunicarse a la antigüita, es decir por carta, a medida de los cambios con la aparición de los teléfonos celulares y del internet los precios fueron bajando y hoy en día prácticamente pueden salir muy económicas las llamadas, además de comunicarse por medio de mensajes en las diferentes aplicaciones.
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Antes de migrar mi vida se centraba más en actividades artísticas, lo cual me llevó a hacer relaciones y amistad con muchos colegas; sin embargo, por las circunstancias de mi salida no pude despedirme de muchos, ni por lo menos avisarles. Fue a través de los años cuando fui rehaciendo los contactos, por fortuna a algunos de ellos los he visto cuando han venido a dar presentaciones por estos lugares, pero a la gran parte de ellos los he vuelto a ver en mis viajes de “visita” a mi ciudad natal y alrededores, pero aun así todavía faltan algunos.
En esta semana por fin pude tener comunicación virtual con uno de ellos, con quien no podía coincidir cuando él venía a presentarse por estos lugares, o acudir a una de sus presentaciones en mis viajes por allá, pero tal como lo dice su canción “Ya habrá tiempo”, se logró cumplir el presagio.

El motivo de tener una conversación con Armando Rosas fue el que me contara, o mejor dicho nos contara, sobre dos de sus canciones acerca de la migración, y gracias a su disponibilidad logramos platicar cerca de dos horas en donde aparte de contarnos los motivos de las composiciones, accedió amablemente a relatar algunas peripecias tanto en sus intentos de migrar como los sucesos en algunos de sus viajes o giras.
Hace ya casi 40 años, también en el mes de septiembre, el terremoto nos derrumbó a muchos de nosotros, en el caso mío, tanto mi compañera como yo perdimos nuestros trabajos y por azares del destino fui a trabajar en Discos Pentagrama. Ocurrió en esos años cuando se fue sin despedirse Rodrigo González el Rockdrigo, entonces varios de los músicos del movimiento rupestre que él mismo había creado, ante su ausencia comenzaron a rehacer sus actividades, esto también ocasionó la emergencia de otros músicos y que se agregaran otras maneras de composición y de interpretación, uno de ellos fue Armando Rosas, quien creó la Camerata Rupestre y haciendo en 1987 su debut con el disco de larga duración titulado Tocata, fuga y apañón. Este disco fue grabado en los Estudios Área, en donde un año antes me hice cargo de la producción y finalmente se grabó el primer casete de Salario Mínimo. Las dos grabaciones coincidieron con Alejandro González como ingeniero de sonido y con la asistencia de Enrique Castro, la única diferencia fue que Carlos Díaz “Caito” participó en la mezcla del disco de Armando Rosas y la Camerata Rupestre. Este estudio de grabación se encontraba en un apartamento de los multifamiliares de la Unidad Independencia, en los rumbos del Periférico Sur, en donde una consola mezcladora y una grabadora Tascam ocupaban la mesa del comedor y se ocupaba uno de los cuartos como cabina, sin tener una ventana con la cual se podía tener contacto visual con el ingeniero de sonido.
De este proceso de grabación el propio Armando Rosas nos comenta:
“Yo no conocía a ‘Caito’, pero después de que yo hice la mezcla, vi que quedó muy mal, entonces Modesto López, con mucho tacto, me dijo: ¿qué te parece si te ayuda ‘Caíto’? Esta primera experiencia fue muy padre trabajar con él, porque él era una persona muy sencilla y siempre me pedía mi parecer. Además de que era muy cuidadoso. En ese tiempo yo era muy joven, yo tenía veintitantos años, entonces, pues estaba aprendiendo realmente el oficio de grabar y, desde luego, de hacer una mezcla. Fue como mi master class y después ya en todos mis demás discos yo ya pude tener una idea muy clara de cómo se debe mezclar.”
Finalmente, el disco salió al mercado y en un principio no era muy bien visto por la banda rocanrolera, en especial la que acudía al Tianguis del Chopo, entre otros comentarios se decía “que no era rock” y “estaba muy adelantado para la época”, yo le comenté a Armando Rosas que es al revés, pues muchos andábamos muy atrasados. Destaca en este disco y hasta la fecha continua como una de las canciones fundamentales dentro de su discografía Herrajes, una composición basada en un vals peruano, y nos hace recordar que parte de la música tradicional y popular se nutrió de ritmos latinoamericanos, como lo es el caso de Luz de luna, de Álvaro Carrillo acompañada de un pasillo ecuatoriano. También podemos ver cantidad de mazurcas, habaneras y rumbas, entre otros géneros dentro de la música mexicana. Esto se debe a que la música, al igual que los seres humanos y la fauna, también es migrante.
Armando Rosas a lo largo de su trayectoria ha trabajado en la fusión de ritmos como es el caso del rhythm and blues con el huapango, a lo que él llama Rhythm & Pango. Bajo este nombre en el 2007 incluyó en el disco el tema Todos uno mismo, en el cual lo acompañó con los instrumentos de origen prehispánico el grupo Tribu, pero ¿qué fue lo que lo llevó a componer esta canción? El propio Armando Rosas nos los comenta:
“Yo creo que tuvo mucho que ver con los viajes que tuve que hacer para tocar, era común que me encontrara con migrantes, sobre todo en España, en donde hay mucha gente africana, que utiliza precisamente las pateras. Entonces era común encontrarme con los migrantes en las afueras de las estaciones del metro, vendiendo baratijas y artesanías. De hecho, a uno de ellos le compré un chaleco de cuero y por acá me preguntaban ¿dónde te lo compraste? y yo les decía que lo compré en una banqueta de Madrid, en España. Entonces me fui encontrando con ese tipo de cosas, que como mexicano al ir a otro país más industrializado o económicamente mejor posicionado te motiva a que le pongas atención a eso.”
Cuando Armando Rosas nos habla acerca de las pateras, me hizo recordar a los balseros, viajando y cruzando el mar desde la isla de Cuba con rumbo a Miami a través del Golfo de México.
Bueno, este recorrido es extenso y largo, por lo cual continuaremos en la siguiente entrega, por mientras les dejo los enlaces donde pueden escuchar estas canciones.
HERRAJES
Spotify: https://open.spotify.com/track/3cA3wsmL9r4IS1KhlGo1UP?si=117ee4ee6f274063
TODOS UNO MISMO
Spotify: https://open.spotify.com/track/5QzypXKepc064yKlyZdv19?si=7ee63692940c41c9







