• Nosotros
  • Contacto
  • Directorio
  • Aviso de Privacidad
Sin Resultados
Ver todos los resultados
AMEXI
  • Nacional
  • Voz Laboral
  • Exclusivas
  • Estados
  • Internacional
  • Economía
  • Deportes
  • Espectáculos
  • Cultura
  • Vida y Estilo
  • Opinión
  • Multimedia
    • Fotogalería
    • Infografía
    • Video
Writy.
  • Nacional
  • Voz Laboral
  • Exclusivas
  • Estados
  • Internacional
  • Economía
  • Deportes
  • Espectáculos
  • Cultura
  • Vida y Estilo
  • Opinión
  • Multimedia
    • Fotogalería
    • Infografía
    • Video
Sin Resultados
Ver todos los resultados
AMEXI
Sin Resultados
Ver todos los resultados

Jóvenes, violencia y cultura digital: el espejo oscuro de los “incels”

“Las palabras con las que un agresor nombra al mundo -Chads, Stacys, brocels- no describen: prescriben. Organizan el odio, lo ritualizan y, a veces, lo vuelven acto”.

Boris Berenzon Gorn Por Boris Berenzon Gorn
1 de octubre de 2025
En Nacional, Opinión, Rizando el Rizo
Jóvenes, violencia y cultura digital: el espejo oscuro de los “incels”

México, 1 oct. Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Sur. AMEXI/FOTO: Fundación UNAM

CompartirCompartirCompartir
Boris Berenzon
Boris Berenzon Gorn

El golpe de la realidad. La tragedia ocurrida en el Colegio de Ciencias y Humanidades Sur no es un hecho aislado ni puede ser reducido a un simple expediente policial. Un joven de diecinueve años, armado con cuchillos y cargado de símbolos de odio, asesinó a un compañero menor de edad e hirió a un trabajador. Más allá de la violencia física -y del dolor inconmensurable para las familias-, el hecho nos obliga a enfrentar un espejo incómodo: la manera en que los mundos digitales están moldeando subjetividades juveniles, donde la frustración se convierte en odio y el odio, en acto.

La escena fue anticipada. El agresor dejó huellas en redes sociales: fotografías con armas, frases de rencor, símbolos pertenecientes a un lenguaje extraño para la mayoría, pero perfectamente comprensible dentro de la subcultura incel. Lo que para muchos parecían expresiones vacías, para él y su comunidad virtual eran banderas identitarias. El crimen no fue un estallido inesperado, sino la culminación de una narrativa incubada en el silencio de las pantallas.

En la cultura incel, el lenguaje es un arma. No se limita a describir la realidad: la distorsiona, la reorganiza, la convierte en ideología. Al nombrar se asignan posiciones en una jerarquía simbólica: los triunfadores y los fracasados, los elegidos y los condenados. Este léxico convierte la experiencia íntima en destino colectivo, canaliza el resentimiento y lo transforma en causa común. Incel no es sólo un acrónimo de “célibe involuntario”, sino una identidad política negativa. El joven ya no se define únicamente por lo que no tiene -afecto, compañía, reconocimiento-, sino que adopta una investidura que convierte su soledad en estandarte. Desde esa posición se articula un discurso en el cual la frustración deja de ser experiencia personal para transformarse en injusticia estructural. Decir “soy incel” equivale a declarar: “soy víctima del sistema”. Así, el dolor se vuelve ideología.

Te Puede Interesar

Celebran 183 años de la erección de Chimalhuacán. AMEXI

Senadoras destacan 183 aniversario de erección de Chimalhuacán, una localidad con tradiciones y rica historia

1 de octubre de 2025
México exige respeto a derechos de connacionales detenidos en flotilla humanitaria interceptada por Israel

México exige respeto a derechos de connacionales detenidos en flotilla humanitaria interceptada por Israel

1 de octubre de 2025

La figura del Chad representa al varón alfa, idealizado, símbolo abstracto del éxito físico y sexual. En él se proyecta todo lo que se envidia y se odia. No es una persona concreta, sino una imagen insoportable del fracaso propio, y al mismo tiempo, la excusa perfecta para explicarlo. Es la condensación del agravio. Brocel, por su parte, designa al incel resignado: aquel que, aun reconociéndose parte del colectivo, acepta con ironía su derrota. Se mueve entre el cinismo y el fatalismo, confirmando que nada puede cambiar. En esta figura se encarna la aceptación amarga del fracaso como destino inmodificable.

Términos como Stacy, femoid o blackpill expresan la violencia simbólica en su forma más extrema. Stacy es la mujer deseada convertida en enemiga; femoid reduce a las mujeres a entes puramente biológicos, sin subjetividad ni autonomía; blackpill representa la rendición nihilista ante un mundo percibido como hostil e injusto para los incels. Estas categorías no son simples insultos: operan como mecanismos de deshumanización, borran la individualidad de las personas, las convierten en objetos descartables, en caricaturas destinadas al desprecio. Cada término es una operación psíquica y social. El lenguaje incel no es inocente: organiza la frustración y la dirige hacia el odio. Los jóvenes que lo adoptan no solo describen lo que sienten, sino que fabrican un relato donde su dolor se legitima como injusticia universal.

En este sentido, nombrar a un compañero como Chad, o a una compañera como Stacy, no es un acto banal: es colocar al otro en el lugar del enemigo, es transformar la diferencia en jerarquía, y es preparar, simbólicamente, el terreno para la violencia. El poder de estas palabras radica en su capacidad de cristalizar el malestar. Donde debería haber silencio o confusión emocional, aparece un vocabulario estructurado que ofrece explicaciones, culpables y sentido. Lo que no puede nombrarse como tristeza o depresión se traduce en odio. Por eso, cada término incel no es solo un gesto verbal, sino un mandato simbólico que incita a actuar conforme a la narrativa.

El lenguaje incel actúa como un dispositivo de exclusión: comienza como una jerga aparentemente inofensiva, pero termina convirtiéndose en un arsenal simbólico. Nombra para segregar, clasifica para degradar, prescribe para justificar acciones. El joven agresor no inventó estas palabras: las heredó de un ecosistema digital que las normaliza y las legitima.

Las plataformas digitales no son simplemente espacios de expresión: operan como incubadoras invisibles. Sus algoritmos priorizan el contenido más extremo, amplifican el resentimiento mediante cámaras de eco y aíslan a los usuarios dentro de burbujas ideológicas que refuerzan el odio. Para un joven aislado, deprimido y sin contención afectiva, las redes sociales ofrecen una promesa poderosa: pertenencia. La comunidad incel entrega explicaciones simplificadas para dolores profundos. Se le dice: “No consigues amor porque las mujeres son crueles”; “No tienes éxito porque los Chad lo acaparan todo”. Es una narrativa que se repite hasta transformarse en destino. Cuando el joven posa con cuchillos ante la cámara, viste una sudadera con la palabra Bloodbath o escribe frases de odio antes del crimen, no está improvisando: está representando un guion aprendido, replicando un ritual compartido que internalizó en los márgenes digitales.

Desde el psicoanálisis, esta escena puede leerse como la transformación del “yo herido” en “sujeto del agravio”. Ya no se trata solo de sufrir, sino de reinterpretar ese sufrimiento como injusticia colectiva. La jerga incel actúa como un espejo que valida ese dolor y le otorga sentido. La pulsión de muerte se ritualiza en imágenes: armas, máscaras, frases que no son meros desahogos, sino investiduras simbólicas. El joven se convierte en actor de un drama prefigurado, donde el odio no sólo se justifica, sino que produce goce. Fantasear con la venganza otorga placer; compartir memes violentos ofrece alivio; imaginar la destrucción compensa la impotencia. El inconsciente colectivo ya no se expresa en mitos tradicionales, sino en hashtags y memes. Son los nuevos símbolos con los que los jóvenes intentan dar sentido a su malestar. La cultura incel, en este sentido, es una mitología digital del resentimiento.

México, 1 oct. Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Sur. AMEXI/FOTO: CCH Sur UNAM

La psicología social asume que este fenómeno demuestra cómo el anonimato y la desindividuación potencian conductas que difícilmente aflorarían en la interacción cara a cara. La violencia en línea no es un accidente: es el resultado de dinámicas grupales que refuerzan el discurso de odio hasta hacerlo pasar por normalidad. Además, existe un efecto de contagio. La repetición morbosa de noticias, la difusión de imágenes violentas sin contexto, convierte cada crimen en una especie de manual para futuros imitadores. La cobertura mediática irresponsable puede amplificar el daño.

Sin embargo, el problema de fondo es aún más grave: se trata de una masculinidad en crisis. Muchos jóvenes no saben nombrar lo que sienten; no han recibido educación emocional ni afectiva. En lugar de espacios de contención encuentran en la cultura incel un lenguaje sustituto. Lo que debería manifestarse como tristeza o ansiedad se transforma en rabia contra las mujeres y contra sus pares más exitosos. La soledad se convierte en ideología; la ideología, en violencia.

Sabemos que el agresor dejó señales claras: publicaciones, símbolos, mensajes inequívocos. Sabemos que el crimen fue premeditado y ritualizado. También sabemos que las instituciones reaccionaron tarde, improvisando protocolos de emergencia. Lo que no sabemos es si actuó en red o si su afiliación fue meramente discursiva. Y lo que no debemos hacer es generalizar: no todo joven solitario es incel, ni toda depresión deriva en violencia. El pánico moral sólo agrava la exclusión y bloquea las posibilidades de prevención.

Demonizar a los jóvenes es el peor camino. Señalar a cada adolescente aislado como potencial agresor no hace sino repetir los errores del rechazo. Lo urgente es saber diferenciar entre el malestar psíquico -que requiere acompañamiento clínico y emocional- y la ideologización misógina, que debe enfrentarse con pedagogía crítica y contranarrativas culturales. La soledad no mata por sí sola. Lo que mata es cuando esa soledad se transforma en ideología de odio, incubada sin freno en los rincones más oscuros de internet.

La tragedia del CCH Sur revela grietas profundas en nuestro tejido social. La salud mental juvenil está desatendida. Los centros escolares cuentan con pocos psicólogos, las familias carecen de recursos y las instituciones actúan únicamente después de que ocurre la tragedia. La educación sobre masculinidades sigue anclada en modelos obsoletos; no se enseña el consentimiento, la gestión emocional ni la afectividad. Los jóvenes quedan expuestos a mitologías digitales que reproducen el machismo más primitivo. La alfabetización digital crítica es prácticamente inexistente. A los estudiantes se les instruye en el uso técnico de las plataformas, pero no se les enseñan los mecanismos ideológicos que las atraviesan. Los protocolos escolares son meramente reactivos, no están diseñados para prevenir: carecen de estrategias claras para detectar señales tempranas y actuar a tiempo.

La solución no puede ser únicamente policial. Se necesita una agenda integral de cuidado digital. En el ámbito escolar implica contar con protocolos de alerta temprana, equipos interdisciplinarios, espacios de escucha y talleres de regulación emocional. En las familias es necesario disponer de herramientas para identificar señales, establecer acuerdos sobre el uso de tecnologías y tejer redes de apoyo comunitario. En las plataformas digitales, se requieren mecanismos efectivos de detección contextual de discursos violentos, canales de denuncia accesibles y una colaboración real con las autoridades educativas. En el terreno de las políticas públicas, se necesita un compromiso tangible con la salud mental: mayor presupuesto, programas de prevención del suicidio y observatorios especializados en violencia digital.

El ataque en el CCH Sur es más que un crimen: es un síntoma cultural, un espejo oscuro que revela nuestro fracaso colectivo para escuchar a los jóvenes antes de que la soledad se transformara en odio. La cultura incel no es marginal: es la expresión extrema de un malestar generacional que preferimos ignorar. La violencia incubada en el silencio digital se convirtió en sangre derramada en una escuela. Y mientras no aprendamos a escuchar, a acompañar y a educar, la historia puede repetirse.

La tarea es urgente y clara: construir un lenguaje del cuidado que enfrente el lenguaje del odio. Si hoy el inconsciente colectivo habla en memes, que la escuela y la familia recuperen la palabra para enseñar que la vida vale más que cualquier mito de resentimiento. Nombrar para comprender, comprender para prevenir. Esa es la única lección capaz de transformar el dolor en esperanza.

Lee: Violencia en el CCH Sur: un alumno muerto y dos heridos tras agresión

Etiquetas: CCH Surcultura digitalincelsjóvenesPortada 1UNAMviolencia

Fin de Verano | Renta un auto con hasta 30% de descuento - Hertz MX

Boris Berenzon Gorn

Boris Berenzon Gorn

Te Puede Interesar

Celebran 183 años de la erección de Chimalhuacán. AMEXI

Senadoras destacan 183 aniversario de erección de Chimalhuacán, una localidad con tradiciones y rica historia

1 de octubre de 2025
México exige respeto a derechos de connacionales detenidos en flotilla humanitaria interceptada por Israel

México exige respeto a derechos de connacionales detenidos en flotilla humanitaria interceptada por Israel

1 de octubre de 2025

Kenia López: “El fuero no puede ser un permiso para delinquir”

1 de octubre de 2025

Con Mixtli Digital se dotará de herramientas tecnológicas a escuelas públicas en la CDMX: Brugada

1 de octubre de 2025
Next Post
Kenia López Rabadán. Fuero legislativo. AMEXI

Kenia López: “El fuero no puede ser un permiso para delinquir”

Buscar

Sin Resultados
Ver todos los resultados

Síguenos en Redes

Sigue el canal de AMEXI

LUY
LUY
Amexi

Queda prohibida la reproducción total o parcial sin autorización previa, expresa o por escrito de su titular. Todos los derechos reservados ©Agencia Amexi, 2024.

  • Nosotros
  • Contacto
  • Directorio
  • Aviso de Privacidad

© 2024 AMEXI

Welcome Back!

Login to your account below

Forgotten Password?

Retrieve your password

Please enter your username or email address to reset your password.

Log In

Add New Playlist

Sin Resultados
Ver todos los resultados
  • Nacional
  • Voz Laboral
  • Exclusivas
  • Estados
  • Internacional
  • Economía
  • Deportes
  • Espectáculos
  • Cultura
  • Vida y Estilo
  • Opinión
  • Multimedia
    • Fotogalería
    • Infografía
    • Video

© 2024 AMEXI

Are you sure want to unlock this post?
Unlock left : 0
Are you sure want to cancel subscription?