Luis Carlos Rodríguez
¿Por qué en los días previos al huracán Otis en Acapulco no se emitieron las alertas respectivas sobre su destrucción y los riegos para la población, a pesar del monitoreo puntual, hora a hora, minuto a minuto, que se hace desde el Centro de Huracanes de Miami y de los reportes que recibe el gobierno mexicano vía la Conagua, el Servicio Meteorológico Nacional y otras instancias como la Secretaría de Marina?
Lo pregunto porque parecen dos protocolos diferentes de un mismo gobierno federal para una misma situación: huracanes de categoría 5, con sólo nueve meses de diferencia.
Es más, previo al huracán Otis, incluso en la conferencia mañanera, el presidente López Obrador desdeñó el tema y no hubo para el Ejército, la Marina y ni siquiera para el gobierno de Guerrero instrucción alguna para salvaguardar la vida y los bienes de la población.
Las consecuencias ya se conocen. Un número indeterminado de muertos y desaparecidos que los gobiernos federal y estatal siempre trataron de ocultar, de minimizar. Los daños materiales cuantiosos en un Acapulco que quedó devastado y en donde decenas o cientos de familias perdieron a sus seres queridos en el mar.
Ahora, con el huracán Beryl en la costas de la Península de Yucatán, desde una semana antes el gobierno federal empezó a advertir de los riesgos, a movilizar a soldados y marinos, a desalojar a la población.
Desde el 2 de julio, la Secretaría de la Defensa Nacional y la Guardia Nacional activaron los planes DN-III-E y GN-A en los estados de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, con la adaptación de 120 instalaciones como albergues y con una fuerza conformada por dos mil 392 efectivos del Ejército y de la Fuerza Aérea, más dos mil 501 elementos de la Guardia Nacional.
Desalojo de miles de pobladores y turistas de zonas de riesgo, cocinas comunitarias, cisternas para agua con capacidad de 10 mil litros, ambulancias militares, camiones de volteo de carga y montacargas para su empleo inmediato en beneficio de la población.
¿Y por qué no ocurrió lo mismo cuando Otis, en plenas precampañas electorales? Eran el mismo gobierno federal y del mismo color los estatales, ambos morenistas. Dejaron solos a los pobladores, permitieron saqueos y escasez de alimentos. Tal vez era más redituable dejar que la tragedia ocurriera.
Lo importante, lo estratégico electoralmente, era conocer el músculo de la 4T, no para prevenir a la población, sino para repartir despensas, refrigeradores, colchones y, a pesar del enojo de algunos sectores acapulqueños, aparecer como los salvadores de la población.
A finales de octubre del 2023, una semana después de Otis, me decía un politólogo de la Universidad Autónoma de Guerrero que, a pesar de los estragos de Otis, Morena y sus candidatos ganarían en ese municipio y en el estado. No se equivocó.
Al parecer, la estrategia de dejar sola a la población ante el huracán categoría 5 y después repartir a diestra y siniestra enseres, en nombre del presidente López Obrador, fue lo más redituable en las urnas para el oficialismo. Tal cual.