The Exodo
Por Luis Carlos Rodríguez
La masacre ocurrida en León, Guanajuato, en contra de cuatro mujeres y dos bebés pinta de cuerpo entero la prioridad del actual gobierno por voltear para otro lado, por seguir abrazando a los delincuentes y solapar abusos de militares, marinos y Guardia Nacional en contra de la población civil e incluso en crímenes en los que participan.
“Aquí no hay masacres”, repite hasta el cansancio el presidente Andrés Manuel López Obrador a pesar de que la terca e impune realidad cada semana documenta dos o tres de estos casos, sumados a las cifras de más de 200 asesinatos todos los días.
El asesinato de dos bebés en medio de esta fallida estrategia de abrazar a los delincuentes, pero sobre todo de las evidencias de que fueron ejecutados por cinco agentes de la Guardia Nacional, es de suma gravedad.
En cualquier otro país, este caso sería un escándalo, ya habría detenidos, renuncias de funcionarios de primer nivel, pero acá, acostumbrados a los otros datos, a la retórica que desvía estas masacres con casos como el Fobaproa o la corrupción de expresidentes, se trata de desviar la atención en una estrategia mediática, que como ya vimos el 2 de junio, millones lo creen.
El destacado demógrafo e investigador de la UNAM Héctor Hernández Bringas, en un estudio recientemente publicado por la Cepal, señala que “los homicidios de menores, sobre todo los más pequeños, pueden ser resultado de actos impulsivos”.
“Es posible suponer que en la mayoría de ellos no existe el interés de obtener un beneficio, y que son producto de la ira, de estados emocionales no controlados, de la negligencia o de la marginación, y son llevados a cabo por personas cercanas a la víctima”. Es claro que el crimen de la Guardia Nacional no se encuadra en esta tipificación.
Sin embargo, el estudio refiere que en el caso de los asesinatos contra adolescentes y jóvenes en América Latina, estos homicidios “deben verse en el contexto de la operación y lucha contra el crimen organizado y de la violencia estructural que padecen estas sociedades”.
En el caso de México, tal vez el país más peligroso para niñas, niños, adolescentes y jóvenes, que empezaron siendo los llamados “daños colaterales” con Felipe Calderón y ahora son parte de las víctimas de la complacencia al crimen con la política de abrazos.
“En América Latina y en México también son frecuentes los asesinatos de personas muy jóvenes como ‘víctimas colaterales’ de enfrentamientos o de abusos policiales”, refiere el estudio de la Cepal.
Entre los menores de 18 años, el homicidio pasó de ocupar el lugar 11 en 2007, a la posición cinco en 2020 como causa de muerte. Es decir, con el inicio de la Guerra contra el Narco de Calderón, el sexenio de Peña y las cifras que han ido al alza con López Obrador.
En realidad, el número de asesinatos anuales entre menores se ha incrementado en forma importante: de los 639 registrados en 2007, la cifra ha rondado los mil 500 en los últimos años.
Ello nos muestra que ninguna política social o de seguridad en los últimos tres sexenios han servido para alejar a los menores de las balas de los delincuentes, ni tampoco para frenar la impunidad de soldados, marinos y ahora la Guardia Nacional, institución emblema de la 4T, involucrada en el crimen de dos bebés y cuatro mujeres. Tal Cual.