Con la guerra de aranceles a nivel mundial que Donald Trump, presidente de los Estados Unidos (EU), inició durante los primeros días de este mes de abril, escala a un nuevo nivel la guerra comercial que el imperialismo norteamericano viene sosteniendo con el imperialismo chino desde hace varias décadas.
Esta disputa por el control del mercado mundial no es nueva. De hecho, la disputa por la hegemonía en el mercado mundial lleva por lo menos más de tres décadas, periodo en que la participación estadunidense en el comercio mundial descendió de 14% (1990) a 10.35%, actualmente.
En este mismo periodo, el bloque de países remolcados por China, conocidos como el bloque de las BRICS+ (Brasil, Rusia, India, Sudáfrica y otros), crecieron enormemente; su participación en el comercio mundial en 1990 era del 1.8% y actualmente representan el 17.5%.
De tal manera que esta guerra de aranceles no es la que va a llevar a la crisis económica mundial; más bien, es apenas una mínima expresión de la profunda crisis estructural de todo el sistema económico capitalista-imperialista que domina el mundo actual.
Los aranceles, una medida desesperada de Estados Unidos ante su inevitable decadencia
Las medidas arancelarias que Trump está aplicando: 10% mundial y una lista de países con aranceles recíprocos: 49% para Camboya, 46% para Vietnam, 34% para China (inicialmente), 24% para Japón y 20% para la Unión Europea (UE), no derivan de una fortaleza económica y política de Estados Unidos, sino de la desesperación del imperialismo norteamericano por evitar su colapso.
Hace mucho tiempo que Estados Unios dejó de ser el mercado más grande del mundo; ahora, para la UE, África, Latinoamérica y para los propios norteamericanos, el mayor mercado mundial es China, con quien hace más de dos décadas empezó a importar más mercancías de las que exportaba a ese país (lo que se conoce como déficit comercial).
Ese déficit comercial se mitigó con la transferencia de ganancias que venían de la superioridad tecnológica de Estados Unidos ante China, a través de sus siete monopolios símbolo: Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet, Meta, Nvidia y Tesla; sin embargo, esa superioridad está quedando atrás.
Por otro lado, la industria manufacturera de Estados Unidos mantiene un estancamiento desde hace 17 años. Si a esto le sumamos el decrecimiento actual de Japón y la zona Euro, todo este bloque de potencias mundiales ya están en una “recesión” manufacturera real.
En esta guerra de aranceles, China avanza para convertirse en la nueva potencia económica mundial
Los aranceles de Trump no sólo sufren el repudio de sus rivales de siempre. Muchas potencias como los europeos, Reino Unido, Japón, Canadá, quienes eran aliados de Estados Unidos, ahora están respondiendo con aranceles hacia los productos norteamericanos.
Al interior de la propia oligarquía estadunidense hay oposición a los aranceles trumpianos, así lo demuestran las más de mil 400 protestas masivas en todo Estados Unidos, el 5 de abril, así como las declaraciones de Jay Powell, presidente de la Reserva Federal de EU.
En estas condiciones, y a pesar de que, ante la decisión de China de responder con el mismo 34% de aranceles para las mercancías estadunidenses, Trump responde con el 104% de aranceles para China, no cambia la decadencia que viene arrastrando Estados Unidos desde hace mucho tiempo.
Por su parte, los chinos, como potencia imperialista, siguen avanzando. Tienen otras ventajas, como las reservas de tierras raras y su posible prohibición para exportarlos a EU, su poderoso desarrollo en la Inteligencia Artificial, además de ser el mercado más grande del mundo, lo que los colocará como primera potencia mundial dentro de muy poco tiempo.
No se descarta que la guerra comercial tome otras formas, incluso en guerra militar
La guerra de aranceles profundizará más la guerra comercial y todas las demás contradicciones inherentes al sistema capitalista-imperialista, lo que conduce hacia una nueva crisis cíclica mundial, mucho más profunda que las anteriores y también la profundización de la crisis estructural o general de todo el régimen económico imperialista mundial.
Estas contradicciones nos seguirán arrastrando a escenarios políticos y económicos desconocidos; sin embargo, el denominador común en todos los rincones del planeta, en cualquiera de los bandos que se disputan la hegemonía, son los trabajadores y los pueblos los que pagarán caro los costos de esta guerra.
Mientras tanto, es indispensable sostener la defensa de los derechos de los trabajadores, en estos siniestros caminos que seguirán los senderos de la lucha de clases.