Signos y sentidos
Enemigos íntimos
Por Renán Martínez Casas
I. El poder no se derrumba desde fuera
El régimen de la Cuarta Transformación ha sabido construir una narrativa en la que todo crítico es enemigo y todo enemigo es parte de una conspiración. Los opositores reales se diluyen en la caricatura de los “conservadores”, “corruptos” o “traidores a la patria”; los cuestionamientos se encubren con acusaciones de golpismo mediático o intentos de la derecha de desestabilización.
En ese discurso, los enemigos ficticios son una necesidad: cumplen una función estructural. Sirven para cohesionar, para polarizar, para distraer.
Pero los enemigos reales, los verdaderamente peligrosos para el proyecto de la 4T, no están afuera. Están adentro. Son los errores, las traiciones, las incongruencias, los intereses personales y las pugnas internas de su propia élite.
Y en días recientes, dos conflictos lo han dejado expuesto con una nitidez imposible de ignorar: la confrontación entre el presidente saliente y la presidenta electa por los presuntos vínculos de Adán Augusto López con el narcotráfico; y la oleada de indignación causada por los viajes al extranjero de figuras prominentes del oficialismo, mientras predican austeridad y humildad.
II. La acusación que sacudió Palacio
La noticia estalló como una bomba silenciosa pero devastadora: Hernán Bermúdez, exsecretario de Seguridad durante el gobierno de Adán Augusto en Tabasco, fue acusado de ser líder de una organización criminal llamada La Barredora.
Lo que en cualquier otro contexto podría verse como una acusación más, adquirió una dimensión política mayor por el lugar que ocupa Adán Augusto: exsecretario de Gobernación, exaspirante presidencial y figura clave en el entorno de Andrés Manuel López Obrador, su “hermano”.
Lo verdaderamente explosivo vino después: la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, se desmarcó con frialdad y permitió que desde su entorno se filtrara la idea de que ella no cargaría con lealtades heredadas. Esa distancia no fue casual. Se interpretó como una maniobra quirúrgica para minar la influencia del expresidente en la futura administración.
Y él lo supo. Su reacción fue airada, incluso virulenta. La tensión entre ambos ya era palpable desde la campaña misma y sus disputas por la conformación del gabinete.
El mensaje que queda para la ciudadanía es demoledor: mientras la violencia persiste y las alianzas del crimen con el poder se multiplican en los territorios, las figuras más altas del poder se acusan entre sí de tener las manos sucias.
III. Viajes, lujos y discursos rotos
Mientras tanto, otra crisis distinta pero igualmente corrosiva floreció en redes sociales: la exposición de los viajes de placer de varios integrantes del oficialismo a destinos como Europa y Japón.
Líderes de Morena, como Andrés Manuel López Beltrán, Mario Delgado, Ricardo Monreal y Enrique Vázquez Navarro, han sido señalados por vacacionar en destinos de lujo en el extranjero (Tokio, Lisboa, Ibiza, Madrid, Dubái) durante el receso legislativo del verano de 2025.
Estas acciones contrastan con el discurso de austeridad republicana de la 4T, basado en los principios juaristas de humildad y servicio al pueblo. Los involucrados justifican que los viajes se pagaron con recursos propios, pero las críticas destacan la incongruencia con los estatutos de Morena, que prohíben el consumismo y la ostentación.
Esto no sería tan grave si no fuera porque el discurso de la 4T ha girado durante años alrededor de la “austeridad republicana”, la “vida sencilla” y el rechazo a los privilegios. No hay peor desgaste para un proyecto político que la pérdida de su autoridad moral.
Y hoy, muchos ciudadanos que creyeron en esa narrativa se sienten traicionados. No por la oposición, no por los medios, sino por los mismos que prometieron ser distintos.
IV. Una disputa por el control narrativo
El conflicto entre lópezobradorismo y sheinbaumismo no es sólo una disputa de posiciones dentro del gabinete o de lealtades políticas. Es una guerra por el relato. Y por eso mismo es tan peligrosa para el régimen.
Porque revela que ni el mito fundacional de la Cuarta Transformación ni su narrativa de superioridad moral resisten el paso del tiempo y el peso de los hechos.
Cuando desde el corazón mismo del proyecto se lanzan acusaciones implícitas de corrupción, complicidad con el crimen o hipocresía moral, ya no es posible esconderlo bajo el pretexto de los “ataques conservadores”. La fractura es real. El desgaste es interno. El enemigo es íntimo.
Y eso se nota. En el discurso titubeante de la presidenta, que no puede imponer la agenda. En la rigidez de Sheinbaum, que intenta proyectar firmeza. Y, sobre todo, en la reacción de la opinión pública, que ya no perdona con tanta facilidad ni aplaude con la misma fe.
V. La ciudadanía observa, y no olvida
Desde la mirada ciudadana, lo que ocurre no es una simple “grilla” entre élites. Es la confirmación de lo que muchos advertían: que el poder desgasta, que la congruencia es fácil de perder y que los privilegios terminan por tentar incluso a quienes juraron no repetir la historia.
La ciudadanía que votó por un cambio real, que creyó en la esperanza de un gobierno más justo, más ético y más cercano a la gente, no puede aceptar como normal que altos funcionarios se vayan de shopping por el mundo mientras aquí la canasta básica se vuelve inalcanzable.
No puede aceptar que se evadan responsabilidades ante posibles nexos con el crimen, mientras miles de comunidades viven bajo el control del narco.
No se trata de escandalizarse, sino de entender que el deterioro moral comienza por las incoherencias. Y que esas incoherencias, acumuladas, pueden derrumbar cualquier legitimidad.
VI. Cuando los dioses caen
Andrés Manuel López Obrador construyó una figura casi mitológica. Para muchos, fue el único referente moral posible. Pero esa figura se va desdibujando a medida que su legado se ensucia en su propio entorno.
La acusación contra Adán Augusto no es menor: toca al íntimo, al colaborador cercano, al hombre de todas sus confianzas.
La respuesta de la presidenta ante los excesos de sus colaboradores y correligionarios, su reacción defensiva, ya no alcanza para convencer. No se puede hablar de un nuevo “Juárez” mientras los íntimos hacen turismo de lujo o son vinculados con redes criminales.
A Claudia Sheinbaum le corresponde decidir si seguirá siendo la heredera obediente o la nueva arquitecta del poder. Su distancia con AMLO puede darle libertad, pero también la expone. Y sus lealtades estarán bajo constante escrutinio.
VII. Enemigos de sí mismos
La Cuarta Transformación, como todo proyecto autocrático, corre el riesgo de volverse rehén de sí misma. Si su único horizonte es mantener el poder a cualquier costo, sin renovación ética ni autocrítica, entonces terminará por repetirse a sí misma como farsa.
Hoy los verdaderos enemigos del régimen no son los medios críticos, ni la oposición desdibujada, ni las denuncias ciudadanas. Son sus propias contradicciones, sus incongruencias, sus pugnas internas, sus silencios selectivos y su arrogancia creciente.
Sólo ellos pueden destruirse entre sí. Sólo ellos pueden romper lo que construyeron.
La pregunta es si la ciudadanía, con su memoria y su dignidad, estará lista para no repetir el ciclo de la decepción y para exigir algo más que narrativas salvadoras.
Porque, al final, más allá de los enemigos íntimos, lo que está en juego es la posibilidad de una derrota autoinfligida que no dependerá de mitos.
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