“Lo que un niño haga hoy, influirá directamente en su salud dentro de 10, 20 o 30 años”, afirmó la experta. Los hábitos activos establecidos durante la infancia y juventud son cruciales para reducir significativamente el riesgo de desarrollar obesidad, problemas cardiovasculares y diversas enfermedades metabólicas en la etapa adulta.
Además, expone otros beneficios del ejercicio en la adolescencia:
-Mejora la concentración y el rendimiento académico: el movimiento activa el cerebro, mejora la memoria y la capacidad de atención, ayudando a los niños a enfocarse mejor en clase y aprender con más facilidad.
-Reduce la ansiedad y el estrés: la actividad física estimula la liberación de endorfinas, lo que ayuda a manejar emociones, calmar la mente y mejorar el estado de ánimo desde edades tempranas.
-Fortalece la autoestima y la confianza: cuando los niños logran metas físicas —por pequeñas que sean—, aprenden el valor del esfuerzo, se sienten más capaces y seguros de sí mismos.
-Desarrolla disciplina y constancia: el ejercicio enseña valores como la responsabilidad, la superación y la paciencia, habilidades que se reflejan también en el estudio y en la vida diaria.
-Forma parte de un crecimiento integral: no solo fortalece músculos y huesos, sino también la mente y el carácter.







