
En 1872, el escritor y artista británico Samuel Butler publicó su única novela utópica que le retribuiría dinero, la sátira Erewhon (anagrama de la palabra inglesa “nowhere”, equivalente a “ningún lugar”), donde alerta del peligro que las máquinas representan para la humanidad.
Samuel Butler nació el 4 de diciembre de 1835 en Langar Rectory, Nottinghamshire. Su padre, el clérigo Thomas Butler, deseaba que el hijo siguiera sus pasos en teología y lo mandó a estudiar para ordenarse sacerdote. Ambos se escribían continuamente; pero cuando Butler cuestionaba dogmas religiosos, el cura simplemente lo reprendía haciendo gala de una rígida moral protestante, tan típica de aquella trasnochada sociedad victoriana.
Decepcionado, Butler quiso estudiar pintura, lo cual marcó el rompimiento de los dos. Fue así que el 30 de septiembre de 1859, Butler decidió emigrar a Nueva Zelandia donde pasó cuatro años idílicos en una granja. Cuando no pastoreaba ganado, Butler entretenía a sus amigos tocando el piano forte que había importado desde Europa, interpretando obras de su compositor inglés favorito, Georg Frederich Haëndel (1685-1759); o el oratorio que él mismo escribió y al que llamó “Ulises” (hacia 1888 produciría en colaboración con Henry Festing Jones la cantata dramática “Narciso”, inspirada en ideas musicales del propio Haëndel).
Tras su regreso a Inglaterra comenzó a publicar artículos sobre artes plásticas y a pintar en un estilo que hoy consideraríamos “naif”, exponiendo en la Academia Real entre 1868 y 1876 (fotografías, pinturas y críticas de arte suyas se editaron en Erewhons of the Eye, Reaktion Books, 334 páginas, Londres, 1988). Fascinado por las teorías evolucionistas, escribió varios tratados sobre Charles Darwin (1809-1882); sin embargo, fueron sus escritos literarios los que llamaron más la atención.
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El protagonista de Erewhon es el granjero y pastor de ovejas Higgs, quien decide sortear múltiples peligros para viajar a una nación allende las montañas. Cuando despierta en el utópico país nombrado Erewhon, fatigado y enfermo por la travesía, a Higgs lo rodean pastoras bellísimas quienes inmediatamente le hacen una auscultación médica y lo llevan para que se recupere… a una cárcel. Escribe Butler:
“Los saludos ordinarios entre nosotros, tales como el ‘¿Cómo está usted?’, ‘Muy buenos días’ y otros por el estilo, son considerados como signo de una mala y grosera educación… Se saludan los unos a los otros con un ‘Espero que usted esté bondadoso esta mañana’ o ‘Deseo que usted ya se haya recuperado del mal humor que padecía la última vez que nos vimos’. Y si la persona saludada no se halla bien o todavía persiste en su temperamento agrio, lo dice, y la gente le manifiesta su pesar por ello.”
Justo antes de que pierda el conocimiento, Higgs escucha un coro que le recuerda una composición en clavicordio de Haëndel: es un preludio del que reproduce la partitura en la novela. Butler ciertamente poseía visión profética: en aquella tierra utópica, Higgs advertía algo que sucede hoy en día: los asesinos y ladrones de Erewhon eran confinados a hospitales para reformarse, mientras que los enfermos contagiosos sacados de su hogar para ser vigilados por la policía o instituciones filantrópicas… tal como sucede en algunos países con enfermos de Sida o ciertos asesinos.
En prisión conoce al ratero redimido Nosibor (anagrama de Orbison), quien invita a Higgs a vivir en su casa donde se enamora de la hija menor de su amigo, “la perfecta” joven Arowhena. Como Nosibor pretende que la hija mayor se case primero, Higgs debe esperar y estudia las costumbres erewhonianas que conforman un mundo extraordinario. Higgs asiste a uno de los “Colegios de la Sinrazón”, donde poco de lo que se aprende posee propósitos prácticos.
El capítulo XV lo dedica Butler a “Los bancos musicales”, en cuya casa matriz se llevan a cabo las transacciones monetarias más fuertes de Erewhon. Narra Butler aquella peculiar visita con señora Nosibor e hijas:
“En un sitio extremo del edificio había niños y hombres que cantaban, pero como la escala era todavía desconocida, no había música en el país que pudiera ser agradable para oídos europeos. Los cantores parecían haber derivado su inspiración de los cantos de los pájaros y del gemir del viento, que en último término trataban de imitar con cadencias melancólicas, que a veces degeneraba en un aullido. Según me parecía a mí, el ruido era horrible; pero producía un gran efecto sobre mis compañeras, quienes parecían conmoverse mucho.”
Los bancos musicales manejan dinero “invisible” (equivalente hoy a cheques y tarjetas de crédito), dejando el dinero “visible” para otros bancos más “terrenales” de Erewhon. Al concluir tan rara visita, Butler ahonda en su crítica a la religión (sobre todo, haciendo alusión a que los clérigos victorianos imponían, sin discusión, la idea de que los seres no nacidos abandonan esta Tierra para entrar directo en el Cielo):
“Los sacerdotes tratan de hacernos creer que saben más acerca del mundo invisible que lo que podrían nunca alcanzar a conocer aquellos cuyos ojos están todavía cegados por este mundo visible, olvidando que: mientras que negar la existencia de un reino invisible es malo, el pretender que conocemos acerca de él algo más que su propia existencia, no es tampoco mejor…”
Con humor que recuerda las pretensiones de otro escritor y cura inglés, Jonathan Swift (1667-1745), al escribir su Gulliver, la novela Erewhon arroja verdades que debieron exudar un tufo deliciosamente revolucionario en su tiempo. Una vez desahogado su ataque contra la existencia de las máquinas que convierten al hombre en un ser perezoso y advertir que no es posible que haya dos seres humanos absolutamente iguales (en antelación al clon), Butler dedica los capítulos XXVI y XXVII a aquellos filósofos erewhonianos que defienden los derechos de los animales… ¡y de los vegetales! A estas alturas de la novela, Higgs sólo busca fugarse en globo con su bella Arwhona de Erewhon.
Butler escribió la continuación de dicha novela hace justo un siglo, Erewhon Revisited, que también le produjo ganancias. Luego de su deceso ocurrido el 18 de junio de 1902, se publicó su novela The Way of All Flesh (“Los caminos de toda carne”), que marcaría su consagración definitiva como figura literaria en Inglaterra, influyendo entre otros a un autor británico entonces prometedor: el hoy laureado George Bernard Shaw (1856-1950). Una curiosidad: a su muerte, el cuerpo de Butler fue cremado.
(La novela Erewhon está traducida desde 1942 en la editorial Espasa Calpe Argentina S.A., para el número 285 de la Colección Austral, por Máximo Ibáñez, 236 páginas.)