Entre el olor a copal, el estruendo de los cuetes y los cantos de mariachi desde la madrugada, la Ciudad de México se llena de devoción este 28 de octubre, por la celebración de San Judas Tadeo, que como cada año, cunde las inmediaciones del templo de San Hipólito, en el cruce de Reforma e Hidalgo.
Para este año se espera superar la afluencia de fieles de 2024, que de acuerdo con la Secretaría de Gobierno (SECGOB) de la capital, fue de 120 mil personas.
El impacto en la ciudad fue notable. El servicio del Metrobús en la Línea 3 suspendió operaciones en las estaciones Mina, Hidalgo, Juárez y Balderas, mientras la Subsecretaría de Control de Tránsito (OVIAL) implementó un operativo recomendando rutas alternas, como Eje Central e Insurgentes.
Entre los asistentes a la celebración se mezclan obreros, estudiantes, trabajadores informales y familias enteras.
Muchos llegan desde el amanecer de municipios del Estado de México, Puebla y Morelos, algunos caminan kilómetros cargando imágenes del santo, otros venden veladoras, flores o comida para sobrevivir al día.
“Llevo 10 años viniendo. San Juditas no me dio dinero, pero me dio fuerza para no rendirme”, dice doña Rosa, vendedora ambulante de Iztapalapa, mientras acomoda un altar improvisado entre los puestos de comida.
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Orígenes de una tradición urbana
El culto a San Judas Tadeo en México tiene su raíz en el siglo XX, cuando los padres Claretianos promovieron su devoción en el templo de San Hipólito. Sin embargo, fue a partir de la década de los 70 cuando comenzó a popularizarse entre sectores populares y jóvenes de la Ciudad de México.
Actualmente, la celebración del 28 de octubre se extiende a calles del Centro Histórico y avenidas como Reforma, Hidalgo y Juárez, donde comerciantes, músicos y artistas urbanos convierten la jornada en un mosaico de expresiones culturales.

Una economía que se mueve con la fe
Durante la celebración del año pasado, la Cámara de Comercio en Pequeño (Canacope) de la CDMX reportó una derrama económica de 15.2 millones de pesos, principalmente entre vendedores ambulantes, transportistas, productores de veladoras y florerías.
En la explanada del templo, el olor a copal se mezcla con el del maíz. Se venden desde figuras pequeñas de yeso hasta santos de casi un metro de altura que pueden costar más de mil pesos. También abundan los alimentos: tamales, esquites, atole y pan dulce.
El sonido de bocinas, el estruendo de los cohetes y los rezos se mezcla con la música urbana. Grupos de mariachi, banda y norteño son contratados por los fieles para agradecer favores. Jóvenes con tatuajes, familias enteras y músicos callejeros participan por igual.
“No todos venimos a rezar. Venimos a convivir, a agradecer que seguimos aquí”, comenta un joven de Chalco, que cada año acude con su grupo de amigos.

Fe, juventud y resistencia social
Aunque la devoción tiene un origen religioso, su manifestación actual también es una forma de identidad. San Judas Tadeo se ha convertido en un símbolo urbano, especialmente entre jóvenes de barrios populares, estudiantes, repartidores y trabajadores precarizados.
“Uno se lo tatúa porque es el patrón que nos cuida en la calle”, dice Miguel, repartidor de 19 años que muestra la imagen del santo en su antebrazo. “Sales a la chamba en la moto y no sabes si regresas. Él es nuestra única protección”, expresó.
Esa mezcla de devoción, cultura callejera y economía informal ha generado un fenómeno sociocultural único: procesiones con música de banda y rap, tatuajes con la imagen del santo y altares construidos con luces LED o botellas recicladas.

Una celebración que refleja al país
Con el paso de los años, el 28 de octubre se consolidó como un patrimonio cultural vivo de la Ciudad de México. Para algunos, representa la continuidad de una fe heredada; para otros, una forma de expresión popular que mezcla lo religioso con lo social.
El templo de San Hipólito permanece abierto durante todo el día, mientras los cuerpos de emergencia reparten agua y controlan el flujo peatonal. A lo largo del Eje Central y Reforma, la ciudad se transforma: los puestos, los cantos y las plegarias se mezclan con la arquitectura moderna.
Cuando cae la noche, quedan restos de flores, botellas y velas. Pero también queda una sensación compartida: la de haber sido parte de algo más grande que uno mismo. Para muchos, cada 28 de octubre no es cuestión de religión, sino de pertenencia.
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¿Sabías que el templo que cada 28 de mes se llena de fieles devotos de San Judas Tadeo no fue construido para él? 😲🙏Fue erigido en honor a San Hipólito, su historia está ligada a la conquista y a los primeros años del México virreinal.
😇 Te contamos la historia: 👇 pic.twitter.com/LSr7ymDgBt— CulturaUNAM (@CulturaUNAM) October 28, 2025







