
Muchos seguidores del alcalde electo neoyorquino, Zohran Mamdani, esperaban que él llevara un chaleco explosivo a la Oficina Oval, para detonarlo junto al presidente Donald Trump.
Los “mamdanistas” quedaron desconcertados, su mesías no insultó ni escupió a Trump, y anunció que “trabajarán juntos”, por Nueva York.
Enloquecieron cuando Mamdani admitió que muchos de sus votantes habían votado por Trump; ambos capitalizaron el mismo descontento popular.
Claramente, Mamdani abandonó la retórica poética electoral, llegó al pragmatismo gubernamental. Gobernar Nueva York requiere armonizar con Trump, un influyente empresario inmobiliario, y presidente estadounidense.
Trump tiene muchísimas inversiones en la ciudad, si colapsa, sufrirá pérdidas alucinantes. Su fortuna depende del futuro político de Mamdani, su relación es absolutamente interdependiente.
Vienen de Queens; uno tiene el aire, el otro los pulmones; su dinámica encarna la pragmática ley de “unidad y lucha de contrarios” de las enseñanzas marxianas.
Hablar contra Trump, e insultarlo, fue absolutamente necesario para ganar un grupo de votantes, pero ahora, para gobernar, debe armonizar con él.
Una periodista intentó romper la armonía, recordándole a Mamdani que él acusó al presidente de fascista. Cuando empezó a responder, condescendientemente, Trump le dio una palmada en el brazo y le dijo que no respondiera.
Ese pragmatismo de Mamdani envuelve una importante lección para sus seguidores, debemos pactar para alcanzar nuestros objetivos.
Trump y Mamdani iniciaron un romance, intercambiándose caricias y besos políticos, diciéndose verdades.
Mamdani admitió que “aprendió y copió” técnicas de campaña política confrontacional de Trump. Trump confesó su admiración por este joven desconocido que del último lugar llega al tope y resulta electo. Eso es “realpolitik”.
Trump y Mamdani tienen amores, tendrán peleas y reconciliaciones, con altas y bajas, como cualquier romance.
El “comunista”, el “fascista”, de ayer hoy van muy van agarraditos de la mano, son dos neoyorquinos de Queens.
Confirman lo que sabemos, los políticos no son confiables.
Una enseñanza fundamental del pragmatismo es que quien cree en amistad de militares, amor de prostitutas, palabra de borrachos, o promesas de políticos, no cree en Dios.






