No se trata de unas cuantas trompaditas…
Ocurrirán muy graves consecuencias al calentamiento global del planeta Tierra y afectaciones catastróficas para la ecología de la selva Amazónica, si Donald Trump ordena que los ejércitos de Estados Unidos invadan Venezuela.
Hace medio siglo, países como la chiquita Dinamarca lanzaron alertas de auxilio para proteger los bosques de la Amazonia, “pulmón del planeta”. Desde aquel llamado salvador de periodistas, académicos, ecologistas y feministas, la situación va de mal en peor debido a la tala indiscriminada, incendios, contaminación de ríos vitales como el Amazonas y el Orinoco; robo de tierras agrícolas a los indígenas (400 grupos étnicos nativos que hablan unas 300 lenguas distintas); peligro de extinción en flora y fauna, extracciones petroleras, mineras y del caucho, amén de agresiones criminales, etc., etc.
Pero un ataque armado del gobierno de Estados Unidos en la República Bolivariana de Venezuela destruirá la mayor parte de la Amazonia, pasando a afectar naciones aledañas (Colombia), continentales (Cuba, México) y extendiendo el corolario Trump-Monroe al Ártico (Canadá, Groenlandia).
Trompetas del Apocalipsis
Si bien a la Amazonia se le relaciona principalmente con Brasil, la porción venezolana es de suma importancia debido a su biodiversidad. Venezuela cubre aproximadamente el seis por ciento de su total (considerando el bioma o la selva Amazónica) y ésta superficie ocupa el 50 por ciento del territorio bolivariano. El proyecto MapoBiomas Amazonia eleva su extensión a 611 mil kilómetros cuadrados, sumada la fracción de influencia del Escudo Guayanés.
Venezuela colinda con el gigante Brasil, el Perú y la Guyana, cuadrángulo del magno verdor amazónico que suma nueve países sudamericanos incluyendo Bolivia, Ecuador, Surinam, y la Guayana Francesa. Esta selva generosa en recursos naturales sostiene la vida del planeta entero; absurdo, pues, que no se alcen más voces de indignación para advertir:
Conflagración masiva, extinción de especies, vertido de residuos militares y químicos, envenenamiento de la biodiversidad y genocidio a comunidades nativas; contaminación del suelo y sistemas hídricos. Aumento de minería ilícita, deforestación, siembra ilegal y explotación desmedida de la tierra. Como la Amazonia es un reservorio crucial del Carbono, su degradación aceleraría la emergencia climática global.
Colapso climático.- La devastación de la Amazonia precipitará la crisis climática de forma dramática, arruinando al regulador más importante del clima en la Tierra; la selva se transformaría de un gran bosque tropical húmedo a una sabana yerma, es decir, un ecosistema degradado que superará el ya de por sí próximo “punto de no retorno” al equilibrio vital.
Emisiones masivas de Carbono.- Como la Amazonía almacena un promedio de 500 gigatoneladas de CO_2, los incendios y explosiones generadas por la guerra y demás secuelas liberarán una cantidad masiva de Carbono en la atmósfera, aumentando la temperatura con el efecto invernadero que rebasaría el límite crítico de 2 °C; o sea, el umbral clave del calentamiento global –según el Acuerdo de París ONU 2015… que Donald Trump se negó a firmar en enero del 2025, cuando afiló las garras para atrapar combustibles fósiles ajenos y llamó al calentamiento global un “fraude”.
Viene ad hoc una pausa para escuchar a la artista irlandesa Enya, quien dedicó un himno pop al emblemático río venezolano que nace en la frontera con Brasil, la Sierra Parima: “El flujo del Orinoco”.
Orinoco Flows
“Sangre por petróleo no es una propuesta noble… ¡El Orinoco siempre será venezolano!”
Las frases anteriores con dedicatoria a la amenaza gringa fueron pronunciadas el pasado martes 23 de diciembre por el embajador de Venezuela ante la ONU, Samuel Moncada. Su discurso denunció al gobierno de los Estados Unidos por ejecutar un “gigantesco crimen de agresión” y un “plan de conquista y colonización” contra su país, basado en un ultimátum de Trump emitió para la entrega “inmediata” de sus recursos naturales.
El Orinoco fluye principalmente por Venezuela y Colombia, su cuenca está muy conectada con la Amazonía a través de afluentes como el Casiquiare e incluso une los sistemas del Orinoco y el Amazonas. La referencia de Moncada al tercer río más caudaloso del mundo se debió (¡claro!) porque la faja petrolífera del Orinoco es una extensa zona geográfica ubicada al norte del río y su desembocadura, rica en petróleo pesado: la acumulación más grande de petróleo en el planeta.
Los oros en manos ajenas
Me llegó un volumen con patitas del año 1969 mientras escribía esta columna: El caballero de El Dorado, del colombiano Germán Arciniegas, quien escribe:
Estamos en el año 1500. Hace cinco que los reyes dieron licencia a los españoles para ir a descubrir y rescatar en Indias, y diez y ocho meses [sic] que llegó noticia de haberse descubierto la costa de Paria. Esto entusiasma a los aventureros. Ojeda, el primero, equipa cuatro bajeles: con él viaja Amérigo Vespucci. Luego son los Pinzones, de tan sonada memoria. Por último, Bastidas […] Las naves de Bastidas van dando forma al nuevo continente: las costas de Venezuela, Santa Marta, Cartagena, el golfo de Urabá…Las tierras que circundan el Caribe cantan a mañana y tarde al oído de los conquistadores: “Da un paso más y tendrás el oro en tus manos…”
Curioso que la península de Paria sea el punto venezolano que divide al Caribe del Golfo de Paria, y cuya punta es visible desde la isla de Trinidad; porque justo Trinidad y Tobago han permitido el peligroso despliegue militar yanki para los asaltos a petroleros de Venezuela y las masacres a un centenar de pescadores en lanchas dizque narcotraficantes. Hacia 1741, el misionero jesuita y explorador valenciano Joseph Gumilla escribió El Orinoco Ilustrado, libro de cabecera para el barón Alexander von Humboldt en su expedición de 1800 por el brazo del Casiquiare que une al Amazonas y el Orinoco.
En 1898, Julio Verne narró en su novela Le superbe Orénoque el viaje de Juana quien, disfrazada de hombre, navega hacia la selva venezolana en busca de su padre, el coronel Kermor. La cuenca del río sirvió, asimismo, al autor de Las aventuras de Sherlock Holmes, el escocés sir Arthur Conan Doyle, para ubicar el hallazgo de dinosaurios en su ficción The Lost World con la meseta del tepuy (“montaña” o “morada de dioses” en idioma pemon de Bolívar y Amazonas) Roraima de la región de Guyana.
Ya en el siglo XX, la española-mexicana Remedios Varo (1908-1963) viajó a la Venezuela de 1947 junto a Jean Nicolle, piloto francés cuyo hermano Rodrigo llegó a trabajar como jefe de epidemiología para el reciente Ministerio de Sanidad en la ciudad Maracay azotada por el paludismo y la malaria. Allí pintó para la farmacéutica Bayer y creó la mágica Explosión de las fuentes del río Orinoco (1959), retratándose con el chorrito primigenio del afluente. El lienzo al óleo fue vendido por Christie’s Nueva York en 2007 por más de un millón de dólares estadunidenses.
Tal como pudo el público mexicano admirar hace un año en el Museo Nacional de Antropología con Amazônia, la última exposición fotográfica del brasileño Sebastião Salgado (quien falleció el 23 de mayo de 2025), se trata de un inmenso paraíso de bellezas imponentes, riqueza extraordinaria y grupos nativos guardianes de la Pachamama: nuestra fantástica Madre Tierra.
… Y nadie hace nada
Por siglos, se pensó que los habitantes de la Amazonia eran simples cazadores y recolectores incapaces de construir arquitectura monumental. Esta visión reduccionista ha cambiado dramáticamente con las investigaciones antropológicas y descubrimientos del siglo XXI; lo demuestra el documental NOVA / PBS de 2023 “Los antiguos constructores de la Amazonia”.
En el primer siglo de la invasión europea, el 80 por ciento de los pobladores de la Amazonia murieron, ocho millones por enfermedades de los conquistadores o por la violencia. En el siglo XVII soñaron El Dorado. Hoy, en la Amazonia han sido descubiertos con drones LIDAR edificios rituales con pirámides en espiral hasta de cinco pisos en complejos urbanos y excavando, la tierra ha revelado gestiones humanas de cultivos forestales para domesticar plantas (una ofrenda premeditada para la preservación de la diosa Pachamama, tres mil años antes de Incas o Mayas). Samuel Moncada acusa:
“El mundo debe saber que la amenaza no es Venezuela, la amenaza es el actual gobierno de los Estados Unidos… el objetivo real no es la droga, no es la seguridad, no es la libertad; es el petróleo, son las minas, es la tierra […] para satisfacer a las grandes corporaciones petroleras, particularmente a ConocoPhillips y ExxonMobil, pionera en el robo del petróleo venezolano… constituye un ataque contra el sur global, cuyos pueblos son considerados inferiores por el actual gobierno estadunidense”.
¿Seguiremos mudos cuando corren riesgo de desaparecer las diez mil plantas amazónicas de uso médico o cosmético que crecen en el bosque y las aguas de la Amazonia o el Orinoco? Y algo más: la raza humana.
Lee: México ante la ONU: solución pacífica, democrática y negociada para Venezuela
